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OPINION

Un pretexto para la OTAN

Por Immanuel Wallerstein *


t.gif (862 bytes)  Cuando yo era joven, vi muchas películas de guerra en las que el heroico piloto norteamericano, volando sobre territorio hostil, gritaba “¡Salen bombas!”. El enemigo era destruido y la paz, restaurada. Los buenos ganaban. El presidente Clinton envió pilotos norteamericanos y de la OTAN en una misión así contra el gobierno yugoslavo y su líder, a quien Clinton comparó con Hitler. Cuando estalla una guerra, y ésta es una guerra, hay tres niveles en los cuales juzgarla: jurídica, moral y políticamente.
Jurídicamente, el bombardeo es un acto de agresión. Totalmente injustificado desde el punto de vista del derecho internacional. El gobierno yugoslavo no hizo nada fuera de sus propios límites. Lo que estuvo ocurriendo dentro de sus fronteras era una guerra civil de baja intensidad en la cual Estados Unidos y otras potencias se habían incluido como mediadores. La mediación tomó la forma de ofrecerles a ambas partes un ultimátum para aceptar una tregua cuyos términos les habían dictado, y que debían garantizar fuerzas militares extranjeras. Les explicaron a los albano-kosovares que no podían bombardear a los serbios a menos que ellos aceptaran los términos de la tregua. Los albano-kosovares firmaron, y ahora Estados Unidos y la OTAN están bombardeando.
La situación jurídica no nos dice nada sobre la situación moral. Estados Unidos y la OTAN justificaron sus acciones asegurando que el gobierno yugoslavo está violando derechos humanos fundamentales, y que tienen un derecho moral para intervenir –esto es, para ignorar las constricciones jurídicas–. No tengo dudas de que el gobierno yugoslavo fue culpable de una conducta atroz en Kosovo, como lo fue previamente, en forma directa o indirecta, en Bosnia-Herzegovina. Sus oponentes –en este caso el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK), y los croatas y bosnios en la guerra anterior– también fueron culpables de atrocidades. Y yo no voy a ser el que haga la cuenta para averiguar quién cometió más atrocidades que el otro. Las guerras civiles sacan fuera lo peor de cada pueblo, y las guerras balcánicas de los últimos cinco años no tienen nada de distinto en este respecto. Pero la justificación moral de la intervención se debilita cuando las immoralidades no son cometidas por un solo bando.
Si la conducta serbia en Kosovo debe ser objeto de una reprimenda, entonces las autoridades morales que han asumido la carga de poner en vigencia la ley moral deben explicar por qué mostraron tan poca voluntad para intervenir en Sierra Leona o Liberia, en Irlanda del Norte, en Chile bajo Pinochet, en Indonesia bajo Sukarno, en Chechenia, o incluso en el País Vasco. No hay dudas de que cada situación es diferente de la otra, y quizás de diferentes dimensiones, pero las guerras civiles y las atrocidades abundan. Y si vamos a tomar en serio a un cruzado moral, lo menos que podemos pedir es que sean mínimamente consistentes y mínimamente desinteresados.
Así, debemos volver a un análisis político. La división de Yugoslavia no era inevitable. Hubo algunos puntos de quiebre clave. Uno fue en 1987, cuando Milosevic decidió construir su futuro político sobre el nacionalismo serbio más que sobre el nacionalismo y comunismo yugoslavos, y en dos años suprimió la autonomía de Kosovo. Esto dio la excusa, y quizás instigó, la ola de sucesiones: Eslovenia, después Croacia, después Bosnia-Herzegovina, después las secesiones dentro de Croacia y de Bosnia por los serbios, después los kosovares. Sin duda, las fuerzas no balcánicas –especialmente Alemania– también jugaron un rol de apoyo, si no de algo más, a la idea de la independencia de Croacia.
¿Pero por qué el gobierno de Estados Unidos eligió esta guerra para intervenir activamente? En el caso de la Guerra del Golfo, estaba al menos la racionalidad de la importancia del petróleo (y la defensa de un estado soberano, Kuwait). En términos económicos, los Balcanes son una región marginal. Tampoco puede argumentarse que existan consideraciones geopolíticas inmediatas, como preservar el área para que otra potencia nose apodere de ella. Un curioso argumento fue sostenido en los últimos meses. Se sostuvo que Estados Unidos tenía que bombardear a los serbios, o que de otro modo la credibilidad de la OTAN quedaría socavada para siempre. Este es un argumento curioso, porque es circular. Si la OTAN amenaza con algo, y después no lo hace, obviamente su credibilidad va a verse corroída. Pero el punto es que no tenía por qué hacer amenazas.
La OTAN ya no tenía un rol obvio desde que las fuerzas armadas rusas parecían estar tan debilitadas. ¿Pero por qué quiere Estados Unidos tener una OTAN? Encuentro dos razones principales. La primera es que su existencia justifica a su vez los gastos y la posición del Pentágono. La segunda es que la OTAN es necesaria para impedir que los europeos occidentales se aparten demasiado del control norteamericano. El problema yugoslavo parece ideal para los dos propósitos.
¿Pero va a funcionar? Si los yugoslavos siguen resistiendo, como parece seguro que harán, más acción militar involucrará el uso de tropas terrestres. ¿Puede Estados Unidos permitirse un segundo Vietam? Parece dudoso. ¿Van a seguir jugando este juego los europeos occidentales? Ya se escuchan rezongos en las filas de la OTAN, y la guerra sólo tiene una semana. Los yugoslavos van a ser bombardeados hasta que les duela. Los kosovares van a ser arrancados de Kosovo. Muchos van a morir. Las naciones vecinas van a ser llevadas a entrar directamente en el conflicto. Y si la guerra continúa, habrá disturbios sociales internos en Estados Unidos y Europa Occidental. ¡Ahí van las bombas! Puede ser peor que un crimen; puede ser una locura.

* Universidad de Columbia. Presidente hasta 1998 de la Sociedad Internacional de Sociología. Director de la Ecole des Hautes Etudes de París. Autor, entre otras obras, de El Moderno Sistema Mundial y Después del Liberalismo.

 

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