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Ni otra “Trainspotting”, ni el nuevo Tarantino

El film “Juego, trampas y dos armas humeantes”, cuya promoción gira en  torno de asociaciones con estéticas de culto durante los ‘90, es un policial interesante, pero con más guiños que clase.

La imagen de los tahúres de poca monta remite bastante a la de los mafiosos de “Perros de la calle”.
El film empieza apuntando a la figura de Sting, que hace de padre de uno de los tramposos.

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Por Martín Pérez

t.gif (862 bytes) Para ser una película que se vende como canchera, Juegos, trampas y dos armas humeantes comienza con un problema básico. A tres lustros ya de su provocador personaje en Dune, la presencia de Sting no es la mejor estrategia de marketing para una obra que se pretende juvenil y cool. Más allá de este chascarrillo, el problema con el film de Guy Ritchie es que se transforma con velocidad en una cosa diferente de aquella por la que exige atención. Presentando a sus personajes con voz en off en medio de imágenes congeladas, justo cuando huyen de la policía, disfrutando hasta el paroxismo de los insultos e incluyendo en la mezcla grandes dosis de marihuana y otras yerbas, Juegos... apunta deliberadamente a que se la crea algo así como la nueva Trainspotting. La promoción también intenta hacer creer que el director y guionista Guy Ritchie sería algo así como el Quentin Tarantino de las Islas Británicas.
Los Juegos a los que se refiere el título son de cartas. El cuarteto principal del film –Tom (Jason Flaming, el manager en Spice Girls, the movie), Soap (Dexter Fletcher, uno de los niños de Bugsy Malone), Bacon (Jason Statham) y Eddy (Nick Moran)– está integrado por unos tramposos de poco monta, decididos a multiplicar sus ganancias a cualquier precio. Habitués en engañar a la gente con sus ventas callejeras, la película muestra que los muchachos irán con todo en busca de ascender en su marginal escala social. Pero la jugada les saldrá mal, y terminarán debiendo más del doble de lo que apostaron. Y con apenas una semana para pagar su deuda. En lo que se refiere a las Trampas, éstas comienzan desde el mismísimo juego de cartas, pero continúan durante todo un film pletórico en traiciones, casualidades y errores. Que involucran a la banda, al padre de Eddy (interpretado por Sting, un barman duro), a sus vecinos y a los más malos del barrio, pornógrafos y prestamistas. Las dos armas humeantes son dos viejas escopetas, oscura clave de los enredos –e incluso del desenlace– de un film que, eso sí, cuenta con una muy buena banda de sonido. Y el obligatorio gran angular, al que le saca el jugo estéticamente.
Película de humor antes que film noir –atención al detalle de “I wanna be your Dog” sonando justo cuando pierden al póquer–, Juegos... parece confundir a veces complejidad con sagacidad, lentitud con inteligencia, confusión con sutileza. De buena presencia y diálogos chispeantes, es un film demasiado encandilado con su propia imagen –y demasiado preocupado por reírse de sus propios chistes– como para recordar que hay una historia que contar. Con la lógica de los videoclips más cool, o del anfitrión más obsecuente, Juegos... es generosa en todo: hay disparos, buena música, grandes plantas de marihuana y más de un cadáver en pantalla, con lo que dejará satisfecho al público que busque guiños y tics, más que historia. Porque semejante entrega no puede hacer disimular lo que le falta en el stock: algo para contar.

 

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