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Por Cristian Alarcón ¿Es un agente encubierto de vecino? No. ¿Es un policía de civil? No. Es don Mario, el quinielero, hombre que peina canas, integrado a la red de vecinos de un sector de Barrio Norte, quienes por propios medios e inversiones le dan combate al delito que los tenía contra las cuerdas. Don Mario ruega anonimato, por lo delicado de su tarea. Tiene un equipo de radio que se conecta directamente a la del policía que patrulla su calle por un pago de servicio adicional que suma 1400 pesos mensuales. Con ello han conseguido bajar la estadística de entre 20 y 25 asaltos mensuales de su zona a entre 4 y 5. Don Mario pertenece al flamante Consejo de Prevención del Delito del Centro de Participación y Gestión (CPG) II de Norte. Y del mismo órgano son las dos vecinas que despotrican contra el pago de adicionales, y que en nada han visto mejorar sus perspectivas de víctimas en los últimos meses. Los que no podemos juntar para un policía seguimos siendo robados. A la farmacia de mi marido ya le vaciaron la caja tres veces, contrapone Susana Menéndez, lejos de la 99. Los Consejos de Prevención del Delito y la Violencia comenzaron a oficializarse a fines del 98 y están organizados hoy en la mayoría de los barrios porteños, en torno a los CPG. En el caso de Barrio Norte, la autoorganización de los vecinos contra el robo comenzó antes, frente a uno de los picos de sensación de inseguridad de los últimos tiempos violentos, el de julioagosto del año pasado. Y junto a ellos, surgió lo que los vecinos coinciden en señalar como la dificultad esencial para alejar efectivamente el delito de sus casas y comercios: el traspaso de la Policía Federal de la órbita del gobierno nacional a la del Gobierno de la Ciudad. Para darle un ejemplo dice Domenica Luppino, en el caso de la jurisdicción de la comisaría 19ª, correspondiente a mi casa de regalos en Larrea y French, cuesta que el comisario venga al Centro de Gestión. Dice que no corresponde, porque depende del gobierno nacional. Resulta que a la comisaría el que no va es el fiscal contravencional. Y así. Como si se tratase de dos equipos dentro de una liga, los vecinos de Barrio Norte dividen las aguas y el diagnóstico según las comisarías que les tocan en gracia. Son la 21ª, la 19ª y la 17ª. En las reuniones del concejo los tres comisarios se quejan de lo mismo. Que no hay patrulleros, que no hay nafta, que no hay repuestos para los autos, cuenta Menéndez, mientras va señalando a uno y otro lado, quiénes han pasado por el mal trago clásico. En una continúa Susana plantearon que no tenían testigos para las detenciones. Nos ofrecimos. Dijeron que a veces no tenían vehículos. Dijimos que en horario normal podíamos prestarnos con los nuestros. Les dimos los teléfonos de varios. Nunca llamaron. Luppino cree que lo que hacen es patearnos la pelota. El quinielero hace la distinción. Con la 17ª tenemos excelente relación, dice. Ellas vuelven a señalar el adicional, que rechazan. Si hay un desafío para los Consejos de Prevención es el de la fluidez de las comunicación entre uniformados y civiles. Domenica cuenta su experiencia con uno de los tres comisarios que han desfilado por la 19ª después del affaire Espartacus y sus implicancias en los intentos de depuración de la fuerza. Lo llamo y lo invito a una reunión con el Consejo y me pide que lo llame para confirmar. Lo hago y me dice que no va a poder porque se reúne con un juez. Me reconoce que arregló esa cita después de que nosotros lo invitamos. Entonces le digo: Comisario, usted se debe más a nosotros que a un magistrado, así que puede ir suspendiendo esa reunión. Y usted cómo se atreve a darme consejos sobre lo que tengo que hacer en mi casa la recriminó un ofuscado comisario. Comisario, no es su casa. Es la comisaría, tan mía como suya se despachó la vecina. En esa etapa estamos resume otra de las integrantes del Consejo, poco amiga de la fama. Estamos tratando de superar la instancia en la que aellos les entra por acá y les sale por acá, dice haciendo el gesto acorde a la incomprensión. Los vecinos acuerdan en que los Concejos implican un proceso donde el delito se convierte en materia de análisis y la pretensión es que sea objetivado. Una de las tareas de los Consejos de Prevención es armar un mapa situacional del delito. Esos mapas en cada barrio varían. Por ejemplo acá nosotros tenemos claro que no vamos a poner que hay más delito en las calles con prostitutas o taxi boys, porque ahí es donde menos se roba y a nosotros no nos molesta como a los de Palermo. Lo mismo pasa con los linyeras. Queremos que les asignen baños en las plazas. El problema del robo es con los ladrones y la policía. Si no pagamos no hay policía, y primero tenemos que superar esa fase. Por ahora van entendiendo que ya no son los dueños de casa.
El barrio
de Mataderos fue el pionero. Allí, en noviembre del 97, nació el primer Consejo de
Prevención del Delito y la Violencia. Pero la inseguridad siguió pujando y hoy, un año
y medio después, ya son 13 los consejos y hay dos en proceso de gestación. Su idea
básica es trazar un mapa de la conflictividad barrial y una red de solidaridad entre las
instituciones para poder protegerse de la delincuencia. Sin embargo, los vecinos reconocen
que la presencia de los consejos no logró eliminar la sensación de inseguridad y
señalan que el mayor logro fue aceitar las relaciones entre instituciones. PARA MENEM, LA CRISIS NO PROVOCA DELINCUENCIA
El
presidente Carlos Menem sumó lo suyo a la polémica en torno de la falta de seguridad, al
asegurar que las que están cometiendo los delitos son las bandas organizadas
y que, en consecuencia, no tiene fundamento el argumento de quienes dicen que
los niveles de pobreza son los que están motorizando la ola de robos registrada en los
últimos tiempos. Para Menem, la situación social puede ser un elemento para
delinquir, pero opinó que no son los pobres los que roban sino los que pueden
adiestrarse para delinquir y para comprar drogas.
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