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Más negocios que la peste Por Julio Nudler |
![]() El propio Paul Dietrich, presidente del Instituto para la Salud y el Desarrollo Internacionales, con sede en Alexandria, Virginia, no tiene reparos en señalar que la dramática realidad social de países como México, Brasil, Egipto o China andurriales creciendo en torno de ciudades gigantescas, sin agua corriente ni cloacas, con insoportables niveles de polución beneficiará a la industria farmacéutica, y particularmente a laboratorios estadounidenses y británicos porque son los productores de las mejores medicinas para enfermedades del subdesarrollo. Dietrich no se priva de identificar a Merck y Pfizer, de EE.UU., y Glaxo Wellcome, de Gran Bretaña, como probablemente los más favorecidos. Pero el inversor debe saber algunas cosas más. Por ejemplo, que las compañías que empleen mano de obra calificada en el Tercer Mundo se verán en dificultades por la mala salud de sus trabajadores. En cambio, las que utilicen mano de obra no calificada tendrán menos problemas, porque esos obreros pueden ser fácilmente reemplazados. Otra cuestión importante a tener en cuenta es que esos países tendrán que emitir bonos de deuda para financiar planes de infraestructura, con lo que habrá buenos papeles de renta fija para adquirir. Así como la pulverización de Serbia por los bombardeos de la OTAN dará lugar tarde o temprano a los atractivos negocios de la reconstrucción, los desastres humanos que acompañan la arrolladora expansión de economías como la china o incluso la India (medio millón de campesinos desalojados por la mecanización del agro intentan cada mes asentarse en Shangai) permiten hacer cálculos como éste: si nadie va a cablear los gigantescos suburbios nuevos, el negocio será para la telefonía celular, y no estará mal por ende ponerles unas cuantas fichas a Nokia, Ericsson y Motorola, por decir algo. Siempre hay que pensar en el género humano.
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