Veinte días
de bombardeos aliados contra Yugoslavia han puesto de relieve una realidad inesperada: la
ineficacia militar de la OTAN creada para confrontar nada menos que con la Unión
Soviética y el Pacto de Varsovia contra una potencia regional sudeuropea de segundo
orden. Es esto, y no sólo el dato de que hay gente de carne y hueso sufriendo y muriendo
sobre el terreno, lo que determina que la celebración del 50º aniversario de la Alianza
Atlántica tenga un perfil tan bajo y tan sombrío. La OTAN, que ganó la Guerra Fría sin
disparar un solo tiro en combate, parece un tigre de papel, que incluso vacila en enviar
al territorio en disputa a unos soldados terrestres que, después de todo, se reclutan en
ejércitos profesionales, y que ha adoptado sin hesitar una doctrina de cero
baja que promete resultados cero. Uno se pregunta qué hubiera pasado si el Pacto de
Varsovia hubiera invadido Europa Occidental con las tropas terrestres de que disponía,
numéricamente superiores a las de la OTAN. Naturalmente, lo que hubiera pasado es un
ultimátum nuclear de Washington: la OTAN nunca fue pensada para librar una guerra
convencional sin el paraguas nuclear norteamericano. Pero de ser impotente contra la URSS
a serlo contra Serbia hay un gran trecho, y esto último es lo que la Alianza ha probado
en las dos semanas y pico que lleva la operación.
Desde luego, se trata de un resultado reversible. Próximamente más tarde o más
temprano puede llegarse a amasar una cantidad de tropas terrestres en Albania y
Macedonia suficientes para arrasar con las fuerzas de Slobodan Milosevic. Por un lado
sin embargo es notable que esas fuerzas no estuvieran allí en primer lugar,
como brazo ejecutor de un plan de contingencia. Por otro lado, cabe preguntarse cuál
sería la misión de las tropas de tierra, si se trataría de conquistar Kosovo o la
totalidad de Serbia. En cualquier caso pero especialmente en el segundo, la
Alianza debería tomar la precaución de desplegar fuerzas también en la frontera de
Hungría con el norte serbio, sólo para el caso de que Milosevic se encargue de crear un
segundo frente étnico en Voivodina.
Nada es seguro, y la vía negociadora, vía Rusia, todavía está abierta hasta la
reunión Albright-Ivanov de mañana en Oslo. Pero en el caso militar, mientras una acción
contra toda Serbia parece descartada por la tremenda reacción que generaría en Rusia, la
secesión de Kosovo bastaría para articular un eje Serbia-Rusia-Bielorrusia que sería un
mini-Pacto de Varsovia, una mini-Guerra fría. Y el equilibrio de Ucrania quedaría en
peligro. |