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  AVISO: ENCUENTRO TEMATICO DE PSICOLOGOS DEL MERCOSUR
AVISO: ENCUENTRO TEMATICO DE PSICOLOGOS DEL MERCOSUR

 



AVANCES EN LA TEORIA Y CLINICA DE LA ADICCION AL TABACO
“Pero es que yo, si no fumo, grito”

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Un nuevo aporte, desde el psicoanálisis, para entender el sufrimiento pero también “el goce adherido al nombre propio del fumador”.

“No hay nada que hacer, es más fuerte que yo. Por más que lo intente, vuelvo a caer.”

Por Fabián Jalife *

t.gif (862 bytes) Muchos sujetos se presentan a los cursos para dejar de fumar acusando debilitamiento físico, fatiga, astenia, tos y sobre todo un temor solapado, y del cual reniegan, a morirse de cáncer de pulmón. En general, los que se nominan fumadores y se reconocen como tales han experimentado cierta dificultad en la relación con su cuerpo, en donde lo real los asustó o conmovió y los impulsó en busca del saber supuesto en un profesional donde poder testimoniar de su dificultad-temor-dolor.
En las primeras reuniones todo es un discurso circular, discurso del hábito, de la impulsión, en distintas modalidades arbitrarias y caprichosas pero con la consistencia de verdaderos rituales que caracterizan sus “relaciones” con el cigarrillo. Ante lo imposible de articular en el nivel del significante, impera la actuación (acting outpasaje al acto).
La presentificación de la falta en la relación de objeto les provoca a estos sujetos un desamparo que manifiestan en términos de un horror al vacío. En general demandan en las primeras sesiones ser autentificados como fumadores, en tanto el ser fumador les otorga coherencia racional y consistencia gozosa.
Demandan del analista severidad en el límite, para trasgredir, en la impulsión, la legalidad que propone la cura. Un fumador dice: “Yo fui a un chanta que te habla. Es increíble, el tipo dice que te cambia el casete y garantiza que funciona. Es como Tu Sam, te hipnotiza. Te arenga y te habla hasta que te entra a repetición. Repite y repite y, si no, dice que te cambia el casete. Es creer o reventar pero hace un mes que no fumo. Lo que me pone mal es pensar en que nunca más; eso no lo puedo soportar”. El testimonio da cuenta de cómo, a través del acto terapéutico, el otro se hace consistente en tanto amo que gobierna hipnóticamente una subjetividad empobrecida (asimilada a un casete grabado por el Otro que sólo el Otro puede reemplazar). En la creencia se funda la sumisión a un Otro que estabiliza un goce, que, de otra manera, podría abrirse a una vivencia amenazante que el sujeto visualiza como “reventar”.
Lo que pone en evidencia la clínica del amo es el desconocimiento de la estructura subjetiva del sufriente, la exclusión de su deseo. El médico tiene como objeto la enfermedad. Hace de ella su causa y opera por y desde ella. Gobierna y dirige la cura estableciendo una relación de fuerza sobre el yo del paciente que, según la calidad de la transferencia que se instale, puede quedar sujeto al ejercicio del poder de aquel que así se hace cargo de los designios de su vida.
Estas intervenciones alivian el síntoma, y generalmente lo desplazan: “Lo que noto es que desde que no fumo estoy mucho más ansioso y me la paso comiendo”, aclara el mismo paciente, y es que la existencia sujetada exime de la responsabilidad del acto pero consiste en la opresión gozosa del Otro.
Como la clínica analítica es de la singularidad, los cursos para fumadores se constituyen como un espacio de oferta hacia aquellos que sólo son causados por el significante “fumador”, a través del cual se reconocen, se presentan y consultan. Significante y no signo, aunque en general funcione como tal, porque allí radica la apuesta que el discurso analítico pone en juego en tanto apuesta a la histerización del discurso del analizante, vía por la cual la letra pueda ser leída e interrogada.
Acorde a la urgencia de estos tiempos, el paciente ya citado dice: “Para mí no sirven los tratamientos largos, yo prefiero una mutilación abrupta y ya está”. Claro que el costo de esta operación es la fijación al órgano mutilado y por sobre todo a su agente, tal cual lo testimonian todos aquellos que han pasado por esa experiencia traumática.
La clínica de los fumadores nos pone en relación con sufrientes presos de una pasión voraz y enajenada alrededor de una zona erógena del cuerpo.
¿Cómo instalar allí el amor al inconsciente? Abrir el signo, enigmatizarlo, enlazarlo a una suerte de juego de presencia-ausencia donde el sujeto pueda situarse en la apertura espacial de su yo, construir lo inconsciente por la vía de la puesta en acto de la evidencia engañosa del sentido, para abrir el juego significante y balizar un recorrido de análisis, son tareas previas y necesarias para un tratamiento posible de la adicción, legitimado en una ética que sea soporte de la promoción subjetiva del sufriente.
El fumador está sujeto a una impulsión a la que no puede renunciar, que se le impone como una respuesta automática, allí donde la circunstancia lo convoca a tomar posición. “Es increíble, pero entro a una reunión de negocios y me llevo el cigarrillo a la boca. La cuestión es tenerlo; si no, no puedo entrar.”
No interrogarse allí donde lo automático se impone garantiza la consistencia del Otro en la propia adherencia renegatoria que lo sostiene. Tener todo el tiempo, para no faltarle, para ser. No poder vivir sin tener es muy distinto a tener.
La evidencia del riesgo y el deterioro al que se exponen los consultantes no es más que un registro culpabilizante que refuerza la ferocidad superyoica y evidencia, en cada satisfacción pulsional, la pasión de ser del fumador.
Los que se nominan fumadores encuentran en el cigarrillo una salida funcional a todo aquello que los convoca y para lo cual no tienen respuestas. Así, cuando la ansiedad anticipa una señal de angustia, la acción de fumar la cancela, y con ello se tapona el posible despliegue de las preguntas que impliquen su posición subjetiva.
Entre el que se reconoce fumador y el objeto existe un vínculo de adherencia que es sometimiento. Una querida esclavitud intensa, singular y colectiva la vez, amorosa y despótica, idealizada y siniestra, allí donde confluyen superpuestos placer y goce, sexualidad y muerte en la oralidad desenfrenada. Lo inconsciente, que no existe, consiste en la identificación narcisista.
Generalmente los pacientes condensan en su ser de fumadores identificaciones absolutas al Otro de su historia, no advertidas como tales sino cargadas con la fuerza hipnótica y oracular de la identidad narcisista que los hace comulgar con el otro, allí donde el destino se actualiza a la medida del orden oracular.
El sujeto que se reconoce fumador, que carga allí su marca identificatoria como rasgo que signa la univocidad de su fusión con el Otro, frecuenta un accionar circular que gira en torno de reproducciones mortíferas de impulsiones hacia el objeto al que necesita y desprecia a la vez, plenamente alienado en una relación con la que no puede establecer distancia, que ocupa gran parte de su pensamiento y de su tiempo, doblega su voluntad y no es más que una sujeción certera a los imperativos superyoicos: “No hay nada que hacer, es más fuerte que yo”; “Por más que lo intente una y mil veces, vuelvo a caer”; “Me siento mutilado cuando me faltan los cigarrillos, soy capaz de cualquier cosa; ahora, si los llevo encima, a veces ni me doy cuenta de las ganas de fumar”.
La imposibilidad de abstenerse se manifiesta en testimonios: “Cuando fumo, me siento acompañado y eso me tranquiliza, es como un amigo el cigarrillo”; “Es una compañía que nunca te falta, que no te cuestiona”; “Yo soy chofer y fumo toda la noche mientras viajo, es la única manera de no dormirme”.
Una vertiente renegatoria se evidencia en los enunciados donde la valorización animista del objeto (“me siento acompañado” le confiere el status del semejante subjetivizado, que obtura el despliegue de la angustia y cierra toda posibilidad de interrogación: es una seria dificultad en esta clínica.
Se trata de que la actuación pueda ser enmarcada en una escena que le haga frontera o borde, de acuerdo con la estructura, a la pasión narcisista del sujeto, para que por la vía de la palabra pueda faltar a la cita con el objeto que lo gobierna. “Yo, si no fumo, grito, alzo la voz”. Soltar amarras de un goce que sostiene anclado al sujeto no es sin la sustitución de aquello que se debe perder (goce) en algo de otro orden que hay que construir, para que la cesión sea propiciatoria y no la vivencia despiadada de una mutilación que descompleta la estructura y puede precipitarla a una invasión masiva de angustia, cuando no a una melancolización.
La vía del duelo para trabajar el corte en la identificación es la trayectoria necesaria para poder desprenderse y perderse de aquello que se es.

* Coordinador de grupos de fumadores en Lalcec.

 

POSDATA

Familiar. Posgrado en psicoterapia con enfoque familiar. Sociedad Argentina de Terapia Familiar, 4962-4306.
Diagnóstico. “Introducción a las técnicas diagnósticas” por Etel Kacero en Asociación de Psicólogos Forenses, desde el 14 de 18 a 20. 4825-1301.
Mediación. “Mediación en las organizaciones”, curso por Juan Tausk en la Facu de Psico, desde el 16. 4931-6900 int. 156.
Lacan. “Concepto y clínica del deseo en Lacan”, por Diana Rabinovich en Hebraica, los miércoles de 13 a 14.30 desde el 14. 4952-5886/7, int. 273. Gratuito.
Vincular. “La perspectiva vincular en psicoanálisis”, con E. de Bianchedi, S. Sternbach, B. Winograd y M. Segoviano en Asociación de Psicología y Psicoterapia de Grupo, el 15 a las 21. Arévalo 1840, 4771-0247. Gratuito.
Emergencias. “Como ayudar en emergencias emocionales”, por Rubén Mora-les, el 9 a las 20 en San Juan 1836.
Lacaniana. “Introducción a la clínica lacaniana”, seminario en la EOL; responsable, Haydée Rosalen. Jueves de 15 a 16.30 desde el 15. Callao 1033, 5º piso. 4811-2707.
Cine. “Poesía y metáfora en el cine”, desde el 17 a las 16 en Centro Psicoanalítico Argentino. 4822-4690.
Adolescentes. Seminario “La problemática del adolescente hoy” por M. Cao en la Liga Israelita Argentina. 582-0421.

 

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