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ACUERDO PARA PODAR GASTOS EN VIVIENDA Y PROGRAMAS SOCIALES
El FMI da aire sin soltar la soga

Se definió el nuevo programa con el Fondo, que flexibilizó metas para aliviar los últimos meses de Menem y exigió recortes del gasto.

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Por David Cufré

t.gif (862 bytes)  Obras públicas, programas sociales y de viviendas serán afectados por el recorte de gastos convenido entre el Gobierno y el Fondo Monetario Internacional. Roque Fernández encarará en las próximas dos semanas engorrosas negociaciones con sus pares en el gabinete para determinar qué otras partidas serán suprimidas. El objetivo es llegar a una poda de gastos de 1000 millones de pesos con respecto a lo presupuestado para este año. Tal como anticipó Página/12 el último sábado, la misión del FMI resolvió flexibilizar las exigencias fiscales a Economía, permitiendo que el déficit alcance a un máximo de 4950 millones de pesos en 1999, 2000 millones por encima de la meta acordada a fines de 1998. Aun así, el Gobierno deberá disminuir sus erogaciones para alcanzar ese límite, con la consecuente postergación de inversiones en el campo social.
Roque Fernández recibió ayer por la mañana a la misión del FMI, encabezada por la jefa del Departamento para el Hemisferio Occidental, Teresa Ter Minassian. El encuentro fue de carácter casi protocolar, dado que el nuevo acuerdo con el organismo había sido definido entre el viernes y el domingo por otros funcionarios de Economía. En el Palacio de Hacienda reconocen que fue la negociación más relajada de todas las que mantuvieron desde que Roque asumió como ministro en julio de 1996. Los delegados del FMI advirtieron que el contexto político, con elecciones presidenciales en pocos meses, y económico, con caída de la actividad en la región y precios en baja para los productos que exporta argentina, impedían plantear exigencias que, en los hechos, resultarían incumplibles.
Los términos del nuevo convenio –que debió realizarse debido a que la crisis brasileña hundió las proyecciones previas de Economía– se sustentan sobre una estimación de caída del PBI de 1,5 por ciento para este año. El segundo de Roque, Pablo Guidotti, señaló ayer que antes de que termine el mes deberá quedar definido cuáles serán las partidas que no se ejecutarán para cumplir con el recorte del gasto.
La tijera pasará primero por el programa nacional de viviendas. Guidotti explicó que fondos del Presupuesto que se destinan al Fonavi serán cancelados, debido a que quedará sin efecto la garantía que el Estado otorga a ese programa. Una parte del financiamiento del Fonavi surge de la recaudación del impuesto a los combustibles. Si el gravamen aporta menos de lo que el Fonavi necesita para realizar obras –algo que ocurre en la actualidad–, el Estado cubre la diferencia con recursos del presupuesto. Por este año, esa garantía desaparecerá.
La eliminación de partidas también alcanzó al plan del Ministerio de Trabajo para mejorar el funcionamiento de la Policía del Trabajo, cuerpo encargado de detectar el empleo en negro. La cartera que conduce Antonio Erman González se había propuesto incrementar el número de inspectores y coordinar acciones de control con la DGI, a la vez que suscribió un acuerdo con las provincias para llevar un registro nacional de empresas infractoras. Ese programa se quedó sin fondos antes del arribo de la misión del FMI. La aspiración de González de recuperarlos, para lo cual tenía planeada una negociación con Economía, parece ahora improbable de concretarse, atendiendo a que el gobierno profundizará la reducción del gasto.
Además de las metas cuantitativas, Economía asumió otros compromisos. El único que tiene plazo es la aprobación por parte del Congreso de la ley de Convertibilidad Fiscal, que pone un tope al déficit. Los legisladores deben definir cuál será ese máximo, que ni éste ni el próximo gobierno podrán exceder. El proyecto deberá estar aprobado en agosto. En cambio, figura como objetivo el sólo hecho de remitir al Parlamento –sin plazos para su sanción– los proyectos para convertir al Banco Nación en una sociedad anónima; el que modifica la carta orgánica del Banco Central; la nueva coparticipación de impuestos, y el reemplazo de la PBU por unaPrestación Básica Solidaria, que percibirán sólo los jubilados de menores ingresos.

 

La costurera Ter Minassian

Por Maximiliano Montenegro
Dicen que Teresa Ter Minassian confecciona –tijera, aguja e hilo mediante– sus propios tailleurs, casi todos en colores vivos. Su jefe, el argentino Claudio Loser, una vez le dijo a este periodista: “Escriba lo que quiera, pero por favor no la critique a Teresa diciendo que usa ropa anticuada, porque se deprime, vio”. Los vestidos de la modista italiana Ter Minassian son modernos, finos, elegantes, todo un hallazgo de buen gusto. Ahora, hablemos de lo otro.
La negociación que cerró el fin de semana con el Gobierno abre dos hipótesis. Uno: Teresa se olvidó todo lo que aprendió durante 20 años sirviendo al FMI. Dos: demostró que hasta ella sabe respetar los tiempos políticos y que, al final, le preocupa menos poner en peligro su reputación como economista que como costurera. Sin la necesidad de que Roque tuviera que pedir “perdón”, lo que hubiera lesionado la imagen de Argentina en el mercado internacional, el Fondo estiró la meta de déficit fiscal casi un 70 por ciento (de 2950 millones a 4950 millones). En otras épocas, un desvío de apenas 20 por ciento sobre lo pautado hubiese sido motivo suficiente para dejar caer el acuerdo.
Obviamente, la orden de hacer la vista gorda partió del propio Michel Camdessus, director–gerente del organismo. Y no sólo apunta a salvar al amigo Carlos Menem, después de tantos años de buena letra, sino también a resguardar la vapuleada reputación del FMI. Una mala nota a la Argentina, cuando la crisis internacional todavía no se disipó, haría peligrar a la Convertibilidad.
Además, el FMI concedió que el gobierno realice los nuevos números en base a una pronóstico de caída del PBI de solo 1,5 por ciento, considerado el piso de la recesión por los analistas. Así, el recorte de gasto exigido sería de solo 1000 millones de pesos, y no de 1500. Los propios colaboradores de Fernández admiten que, como viene la recaudación, habrá que cruzar los dedos para que el déficit no desborde los 5 mil millones. Si así fuera, hacia octubre habría que renegociar por tercera vez en el año el acuerdo. La única meta con fecha es el proyecto de “Convertibilidad fiscal”. Ningún economista en su sano juicio apoyaría una ley que pusiera un tope al déficit fiscal, al margen de si la economía se halla en expansión o en recesión. El Fondo la promueve para dar una señal de que el próximo gobierno antepondrá la ortodoxia a la política. Curiosamente, ayer los términos se invirtieron.

 

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