El País
de Madrid
Por Enric González
Desde Skopje, Macedonia
No
permitiremos que nos encierren para siempre en este Auschwitz macedonio. Nueve
hombres jóvenes fuman cigarrillos Boss en la penumbra de una tienda del sector G, el
suburbio que se extiende hacia el sur dentro del campo de refugiados de
BrazdaStankovic. El que habla tiene ante sí un montón de diarios en lengua
albanesa y una radio. ¿Cree que nos dejaremos maltratar por la policía macedonia
como en Blace? ¿Que nos quedaremos aquí mientras los serbios borran Kosovo del
mapa?, añade. La vida en BrazdaStankovic, una ciudad de 38.000 almas nacida
de la nada el pasado martes, empieza a estabilizarse. Según pasan los días crece el
riesgo de desórdenes. La OTAN garantiza la paz, por el momento. Pero los soldados
internacionales se irán pronto del campo.
El teniente general Mike Jackson, máximo oficial de los 12.000 soldados de la OTAN
estacionados en Macedonia, lleva dos días negociando con el gobierno local la situación
jurídica de los campos de refugiados, especialmente el de BrazdaStankovic, el más
grande y de mayor conflictividad potencial. No ha habido resultado hasta ahora.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) insiste en que una
fuerza de la OTAN, por pequeña que sea, debe permanecer en el interior de los campos,
aunque en los próximos días, según lo previsto, abandone la gestión de los mismos y
regrese a sus acuartelamientos. La razón es clara: los refugiados albanokosovares
no confían en la policía macedonia, por ser eslava y en general de tendencia
proserbia y por su brutal comportamiento en la hondonada fronteriza de Blace.
Pero el gobierno de Macedonia quiere mantener una soberanía completa. Los que se van son
menos que los que llegan desde otros campos o desde la frontera, que desde el sábado
está abierta a un flujo constante de nuevos refugiados albanokosovares. Macedonia
aceptó el asentamiento de 45.000 refugiados, a los que se añaden unos 60.000 acogidos
por familias locales de origen albanés. La situación es inestable, y la única
resolución promete ser violenta.
La deportación es un viaje de ida
The Guardian
de Gran Bretaña
Por Jonathan Steele
Desde Korce, Albania
Besim Beka tiene sólo 23
años, y de todos los horrores de los últimos 10 días, suficientes para crear una vida
de pesadilla, el viaje en ómnibus es lo que gira una y otra vez en su mente. Fue el golpe
final, la última humillación, doblemente impactante porque fue la menos esperada.
Después de haber sido llevado como rebaño a través de las calles de Pristina, puesto en
un tren y desviado hacia la frontera de Kosovo con Macedonia, luego tirado en un campo
maloliente y barroso, la invitación a punta de pistola para subirse a un ómnibus
parecía inocua. Era parte de un convoy de más de cien ómnibus que trajinaron durante la
noche a través del oeste de Macedonia escoltados por la policía armada y finalmente
dejaron a unas 13.000 personas en Albania.
Nunca vi nada igual. Hubiera sido mejor estar muerto. El viaje tomó como 15 horas y
los conductores macedonios se negaban a parar. La gente iba tan apretada que apenas se
podía mover. Tenían que hacer sus necesidades donde estaban sentados o parados,
ancianos, mujeres, niños, recuerda Besim, un joven agradable con pelo negro rizado.
Una mujer se descompuso mucho y le faltaba el aliento. La gente de adelante casi
lincha al conductor para lograr que se detuviera para que ella pudiera bajar. No sé qué
le pasó. Se hablaba de conseguir una ambulancia. Ella no volvió a subir al ómnibus. Los
macedonios son tan malos como los serbios.
Besim estaba en una hilera de asientos apilables en una sala de deportes en ruinas en
Korce en el sudeste de Albania. El piso de la cancha de básquet estaba atestado de
apáticos deportados, unos 1400 según el último recuento. A cada rato el callado
murmullo del salón se veía interrumpido por una voz por el altoparlante. Cualquier
deportado lo puede usar para decir su nombre o el de un pariente desaparecido, pidiéndole
a cualquiera que tenga noticias que se adelante. Habían pasado tres días desde el
infernal viaje en ómnibus pero no llegaban las primeras agencias internacionales de
asistencia.
Feride Shala, un empleado de 22 años de Pristina, también recuerda el viaje en ómnibus
como lo peor de una semana de terror. Tenía a mi hija Erita de tres años alzada
todo el tiempo, para que no la pisaran. Estábamos todos apretujados, hacía tanto calor,
y no había una parada para usar el baño. El gobierno macedonio sostiene que no
tuvo otra alternativa que evacuar el campo de Blace y mudar a los deportados, pero envió
a su ministro de Relaciones Extranjeras a Tirana a ofrecer disculpas calificadas a Pandeli
Majko, el primer ministro albanés, por la entrega abrupta de las 13.000 personas de
los ómnibus. Me sentiría mejor si pudiera volver a mi país. Todos los
kosovares quieren regresar pronto, dijo Bexhet Isufi, de 43 años. La mayoría de
los deportados decían que estaban contentos de estar en Albania, por lo menos en el
sentido de que finalmente se sentían a salvo. Pero todos quieren regresar a Kosovo.
Apenas sea posible.
Por Edward Said*
¿Quién protege a los kosovares?
Una vez más, y como
siempre bajo la guía de Estados Unidos, se hace una guerra, en esta oportunidad en
Europa, contra un dictador racista y sin principios que casi seguramente sobrevivirá al
ataque, aunque miles de inocentes lo paguen con su sangre. Esta vez, el pretexto es la
serie de continuas persecuciones y limpiezas étnicas de los albaneses de la provincia
yugoslava de Kosovo por parte de las fuerzas serbias de Slobodan Milosevic.
Ya que Estados Unidos es una potencia no regional sino mundial, un cálculo que entra
siempre en sus decisiones de política exterior es cómo la exhibición de su potencial
militar influirá en la imagen de su país a los ojos de los otros, en particular de
aquellos que están en competencia con ellos. Henry Kissinger hizo de este punto una
preocupación central en su política en Indochina cuando bombardeó Laos en secreto: tus
enemigos deben aprender que no hay límites para lo que estás dispuesto a hacer,
inclusive a costa de parecer totalmente irracional. De ahí la práctica de realizar
enormes destrucciones por completo desproporcionadas con respecto al objetivo de impedir
avances ulteriores del enemigo. Así lo realizó Israel en el sur del Líbano. El castigo
era su único objetivo, así como la autoridad de la OTAN encuentra en el bombardeo su
propia satisfacción, sobre todo allí donde no hay posibilidad de respuestas enemigas.
Esta es una de las consideraciones que hay que hacer a propósito de los actuales
bombardeos en Yugoslavia. Otra es el objetivo sin esperanzas de humillar, quizás
inclusive de destruir, el régimen de Milosevic. Objetivo ilusorio, como en el caso de
Irak. Ninguna nación, por más atacada que sea desde el cielo, se unirá jamás a sus
atacantes. Si algo ocurrió, es que el régimen de Milosevic ha salido reforzado. Todos
los serbios sienten que su país fue atacado injustamente, y que la guerra cobarde que
viene del cielo hace de ellos unos perseguidos.
Los albaneses de Kosovo creen que la finalidad de la campaña aérea es la independencia
de su provincia o salvar vidas albanesas: ésta es una ilusión total. Como de costumbre,
Estados Unidos no ha proclamado inequívocamente su apoyo a la plena autodeterminación de
los pueblos de ex Yugoslavia. Debería haber expresado directa y claramente su voluntad de
aceptar la autodeterminación de Kosovo, así como de salvaguardar los derechos de la
minoría serbia en aquella región. No hizo nada de todo esto. Tampoco reflexionó a fondo
sobre las consecuencias de que las fuerzas serbias respondieran a los bombardeos de la
OTAN con más limpieza étnica de kosovares, más refugiados, más males para el futuro.
Ahora se habla de 200.000 soldados de tropas de tierra (sobre todo norteamericanos)
prontos a entrar en batalla y a expandir la guerra. Mucho de todo esto deriva de la
obsesión de Estados Unidos de ser el policía del mundo. Entre tanto, continúa con su
política genocida en Irak y sus sanciones contra otros países árabes o islámicos.
Nada de lo que hacen Estados Unidos y la OTAN tiene nada que ver con la voluntad de
proteger a los kosovares. Todo es porque Estados Unidos afirma su voluntad de mostrar al
mundo quién es el amo. Las preocupaciones humanitarias expresadas por Estados Unidos son
la más pura de las hipocresías porque lo que verdaderamente cuenta es la expresión del
poder norteamericano. ¿Cuándo aprenderán las poblaciones pequeñas, menores y débiles
que hay que resistir a Norteamérica a cualquier precio, y no secundarla o rendirse a ella
ingenuamente?
* Profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Columbia (Nueva York) y
militante de la causa palestina.
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