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Por Horacio Cecchi Una manzana de Flores se transformó, desde hace varios meses, en un puente de confraternidad con el resto del mundo, especialmente con la localidad de Zamora, en España. Según la última factura telefónica recibida por los habitantes de la cancillería barrial, se realizaron llamadas desde distintos teléfonos a la misma localidad española. Incluso en la factura de dos vecinos que no se conocían previamente aparece el mismo número zamoreño. Pero también se registraron contactos con Corea del Sur, Japón, Luxemburgo, Estonia, Australia, entre otros países, además de la exótica y desconocida Isla de Guam. Los vecinos no están dispuestos a pagar hasta que no se descuenten los valores no reconocidos. Pero la empresa, Telefónica de Argentina, también se considera "damnificada" y busca las huellas del misterioso canciller (ver aparte). A fines de febrero pasado, la arquitecta Lucía Geya, abonada de Telefónica y domiciliada en José Bonifacio, entre Culpina y Varela, recibió la factura de su teléfono, con vencimiento al 19 de marzo. En el detalle aparecían dos números de España que no reconocía. Uno realizado el 30 de diciembre, de 8 minutos con un costo de 11,90 pesos; el otro, el 11 de enero pasado, de 25 minutos y 36,18 pesos. "Habitualmente llamamos a familiares que tenemos en España y Estados Unidos, una vez cada dos meses --explicó el marido de Geya, Horacio Brea--. Pero hace poco tiempo, mi primo, Gustavo Núñez, que vive en el mismo edificio, encontró en la factura una llamada a España que no había hecho. Era muy corta, de un minuto, y no hizo ningún reclamo. Pagó". Al registrar el detalle, el matrimonio descubrió que el código coincidía con el que aparecía en su factura. Correspondía a Zamora. "Nadie sabe dónde queda. Es tan chica que no aparece en los mapas --aseguró Geya--. Llamé al 112. Me dijeron que tenía que hacer el reclamo en la sucursal de Telefónica de Flores. Fui a esa oficina, en la calle Lafuente. Ahí me dijeron que tenía que pedir un seguimiento de línea al 112, pero que la factura la tenía que pagar". A los tres días, un empleado de Telefónica se presentó en lo del matrimonio Brea-Geya para revisar las líneas, sin descubrir nada extraño. Pero Zamora era más conocida de lo que suponían. En una de tantas visitas de la arquitecta a las oficinas de Lafuente, recibió un dato de uno de los empleados. "En la pantalla, cuando busco el número de Zamora, aparece que fue llamado desde su teléfono y desde otro más", comentó el empleado. Geya tomó nota. El número local correspondía a Paulina Calzolari, una jubilada que vive a la vuelta, sobre Culpina, entre Bonifacio y Alberdi. --Sí... a mí me vino que hice una llamada a España, con ese número. Yo no sé nada de esa gente --le comentó, algo indignada y con otro poco de preocupación, doña Paulina, desde el otro lado de la línea. Para consuelo de Calzolari, en la línea siguiente al detalle de la llamada se le informaba que "Sin el Plan Promoción Fiestas, Usted hubiera pagado 7,23", en lugar de los 2,94 que le cobraban por el llamado zamoreño. Para Brea, al principio, el asunto tenía una explicación. "Pensé que era un empleado de Telefónica que se colgó de nuestros teléfonos para hablar con alguna novia en Zamora". La explicación se desmoronó cuando empezaron a aparecer otros vecinos con quejas semejantes, pero con llamados a otros lugares del mundo. Se enteraban de su problema en común sin necesidad de adelantos tecnológicos, a través del boca a boca. Todos se veían cara conocida: vivían en la misma manzana, limitada por Varela, Culpina, Bonifacio y Alberdi. Empezaron a reunirse en un local barrial, la Casa Gabriel Del Mazo. Allí, el militante radical Gustavo Lesbegueris motorizó el reclamo conjunto. "Esto es un atropello que no hace más que demostrar la indefensión de la población ante los servicios públicos privatizados. Los organismos de control trabajan para ellos", sostuvo Lesbegueris. En los primeros días de marzo, los reclamantes ya eran seis. "Hay otros más. Somos alrededor de 15, más los que todavía no contactamos", asegura Leonardo Atencio, un jubilado de 81 años que vive sobre Varela. Atencio recibió en su última factura un total de 191,27 pesos de llamadas internacionales. "Gano 220 de jubilación, imagínese si me puedo dar el lujo de llamar al exterior". Cuatro llamadas fueron realizadas a Lima, el 22 y el 24 de diciembre, tres al mismo número, y una de ellas de 83 minutos, con un costo de 126,87 pesos. Dos minutos después de cortar esa comunicación, desde la misma línea de Atencio llamaron a Japón y cortaron. El sábado pasado, a algunos de los reclamantes les ofrecieron cortar el DDI de llamadas internacionales. "Como medida precautoria", les explicaron. El martes recibieron un recordatorio: "Nos decían que paguemos", dijo Atencio. "Pero no vamos a pagar. La responsabilidad es de la empresa, que tiene que darnos un servicio seguro y que no se pueda robar". A las reuniones también se acercó Murat Istepanoglu, un comerciante de la calle Bonifacio, que traía lividez en su cara y una factura en su mano, con 22 llamados internacionales registrados, la mayor parte de un minuto. Santiago de Chile, Dusseldorf, Hamburgo, Perth (Australia), Viena, Bogotá, Mersch (Luxemburgo), Caracas, Ciudad de México, aparecen en la lista, además de llamadas a Francia, Estonia y Corea del Sur. Pero lo que puso lívido a Istepanoglu fueron dos comunicaciones de uno y dos minutos, por un total de 15,52 pesos. Estaban dirigidas a las Islas de Guam. "¿Dónde queda?", preguntó apenas llegó a su primera reunión de vecinos de manzana.
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