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EL DEFENSOR DE LA EUTANASIA IRA A LA CARCEL
Doctor Muerte tras las rejas

Tras mostrar la muerte de un hombre por TV, Kevorkian fue condenado por primera vez a una pena de entre diez y 25 años.

Kevorkian detenido tras el juicio por la muerte de Thomas Youk.
Se trataba de un hombre muy enfermo que había pedido ayuda.

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Página/12 en EE.UU.
Por Mónica Flores Correa desde Nueva York

t.gif (862 bytes) Jack Kevorkian, el cruzado de la eutanasia apodado “Doctor Muerte”, fue condenado ayer a prisión por un período de entre diez y veinticinco años, por el asesinato en segundo grado de Thomas Youk, quien padecía la enfermedad de Lou Gehring y cuya muerte inducida Kevorkian mostró por televisión. “Nadie, señor, está por encima de la ley. Nadie”, aleccionó la jueza Jessica Cooper al esmirriado médico de 70 años cuando leyó la sentencia. Kevorkin también recibió una sentencia de tres a siete años -en Michigan corresponde a las autoridades penitenciarias determinar la exacta duración del encarcelamiento en función de la conducta– por suministrar una sustancia ilegal. El veredicto en contra de Kevorkian tuvo lugar a pesar del testimonio de Melody, la viuda de Youk, quien elogió la tarea del médico e instó a la jueza a que le tuviera “compasión”. En alguna oportunidad, Kevorkian advirtió que, si lo sentenciaban por asesinato, se dejaría morir de hambre en la cárcel. Al permitirle la jueza Cooper que se defendiese a sí mismo, le preguntó si entendía que podía pasar el resto de su vida en prisión. “No me queda demasiada vida por delante, de cualquier manera”, contestó Kevorkian en esa oportunidad.
Después de haber actuado, según su propia admisión, en unas 130 muertes “asistidas” y de haber sido juzgado cuatro veces, con tres absoluciones y un juicio declarado nulo, Kevorkian pareció en los últimos años tan interesado en acabar con las vidas de los pacientes que se le acercaban para pedirle su ayuda letal, como en ir a la cárcel. Su intención, reiteraba, era probar que la Justicia ignora despiadadamente la realidad de los enfermos terminales. La cruzada, que muchos consideraron válida en sus inicios, fue tornándose progresivamente más siniestra y obsesiva. El abogado Jeffrey Feiger, quien defendió a Kevorkian en los procesos anteriores, se negó a darle colaboración legal en este último juicio, afirmando que el médico había entrado en una espiral “autodestructiva”.
Kevorkian cosechó durísimas críticas, provenientes inclusive del campo pro eutanasia. Se le reprochó, por ejemplo, que aceptaba pacientes con grandes sufrimientos físicos pero que no eran enfermos terminales. También se cuestionó su permanente búsqueda de publicidad. Algunos médicos que abogan por la eutanasia llegaron a afirmar que Kevorkian perjudicaba la causa de la muerte asistida, en vez de hacerla progresar.
Abandonado por su abogado habitual, Kevorkian optó por defenderse a sí mismo de los cargos por la muerte de Youk, a quien le había inyectado una combinación mortal de drogas el 17 de setiembre pasado. El médico hizo un video de esta muerte que fue proyectado dos meses más tarde, en el programa “60 Minutos” de la cadena CBS. El objetivo de televisar la filmación, dijo Kevorkian, era desafiar al sistema judicial. Si el hecho era ignorado hubiese significado que la Justicia le daba su tácita aprobación como acto legal, pero, como era de esperar, el estado de Michigan acusó a Kevorkian de asesinato. La jueza Cooper dejó en claro que la sentencia de ayer no tuvo que ver con “la corrección moral o política de la eutanasia”, sino con la falta de respeto del médico al sistema judicial. La condena se debió “a la anomia (instigada por Kevorkian), a la falta de respeto por una sociedad que existe por la fortaleza de su sistema judicial”.
Y agregó: “Usted tuvo la audacia de aparecer en la televisión nacional, mostrarle al mundo lo que había hecho y desafiar al sistema legal a que lo pare. Bueno, señor, considere que lo han parado”, dijo Cooper.
En el momento de su muerte, Youk se hallaba confinado a una silla de ruedas, casi no podía mover sus extremidades y temía morir ahogado por su propia saliva. En su testimonio favorable a Kevorkian, la esposa de Youk dijo que su marido no estaba deprimido. “No fue una víctima. Le pidióayuda al doctor Kevorkian y le estaba agradecido”, sostuvo la señora Youk. El hombre de 52 años “no quería estar en un pulmotor, ni depender completamente de otros con un cuerpo totalmente paralizado”, agregó.
Terrence Youk, hermano del muerto, describió a Youk como alguien que había luchado con determinación para que la enfermedad no lo dominase, pero que había fracasado. En dos años y medio el mal avanzó de tal manera que Youk quedó con un control mínimo de su cuerpo y padeciendo dolores agudos.
En su defensa, Kevorkian argumentó que algunos actos de “puro sentido común no son crímenes” y que “para que exista un crimen tiene que haber una voluntad malvada y un acto malvado”. Pero el jurado de la corte de Oakland County coincidió esta vez con el fiscal John Skrzynaki, quien acusó a Kevorkian de “llegar como un matón médico, subrepticiamente, con una bolsa llena de veneno para realizar su tarea”.

 

La máquina para morir

Para Jack Kevorkian, su campaña por la eutanasia, que comenzó hace diez años, impulsa “un derecho humano fundamental: terminar con el dolor y el sufrimiento cuando uno lo desea, y sin sentirse coaccionado de ninguna manera”. Para “ayudar” a los pacientes que querían poner fin a sus vidas, el Doctor Muerte ideó una sencilla máquina, que tiene un anaquel con tres botellas, que manipulada por el enfermo permitía autoinyectarse la sustancia fatal: thiopenal y cloruro de potasio en dosis masivas.
En declaraciones a la prensa, Kevorkian aclaró: “Yo no quiero el derecho a morir porque todos vamos a morir con el tiempo”. Dijo que lo que busca legalizar es “el derecho a elegir no sufrir” y estimó que “ésa es una discusión importante”. El Doctor Muerte también ha formulado apreciaciones muy polémicas acerca de la democracia. Aseguró que cree “en la verdadera democracia, como en la Grecia clásica” y no en la actual “pretendida democracia”. Cuando se le dijo que es preferible esta democracia al totalitarismo, replicó: “Algo nos falta que un Estado totalitario, como los nazis, tenían, y eso es honestidad. Los nazis eran honestos porque decían lo que iban a hacer, el mal. Y hacían el mal. Nosotros decimos hermosas palabras y hacemos el mal. Eso es peor”.

 

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