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Oslo fue un fracaso y la paz se vuelve más lejana

Madeleine Albright, secretaria de Estado norteamericana, no dio su brazo a torcer en su reunión de ayer con el canciller ruso, Igor Ivanov. Y las esperanzas de una “vía rusa” a la paz quedaron frustradas.

Igor Ivanov y Madeleine Albright ante la prensa en el hotel internacional de Oslo.

El País de Madrid
Por Luis Matías López enviado especial a Oslo

t.gif (862 bytes) Poco después de que el viernes Boris Yeltsin evocara el peligro de una guerra mundial por los bombardeos de la OTAN a Serbia, Igor Ivanov y Madeleine Albright se encontraron ayer en Oslo. Cabía esperar que la secretaria de Estado norteamericana se presentase en la capital noruega con algo parecido a una concesión que el ministro ruso de Exteriores pudiese presentar como prueba de que, por fin, Moscú juega un papel importante en esta crisis. No hubo tal. Ivanov volvió con las manos vacías.
Lo único que quedó claro es que las dos superpotencias nucleares tienen posiciones diametralmente opuestas sobre el conflicto yugoslavo.
En las últimas semanas, se ha ido abriendo paso la idea de que, más tarde o más temprano, Estados Unidos y sus aliados tendrán que recurrir a Rusia para que haga tragar a Yugoslavia un acuerdo preparado en Rambouillet y cuya “redacción” final se escribe con bombas desde hace 20 días. Lo que ayer se puso en evidencia en Oslo es que ese momento aún no ha llegado.
Ivanov y Albright se reunieron durante cerca de cuatro horas, con una interrupción “para consultar con los gobiernos respectivos” que fue prematuramente interpretada por la tribu periodística como preludio de que se estaba cocinando algo importante. Por eso, la decepción fue generalizada cuando ambos aseguraron en la conferencia de prensa conjunta que los dos países mantenían sus diferencias sobre cuestiones claves, aunque habían acordado impulsar el diálogo y la cooperación para buscar una solución política.
Lo más positivo fue quizás que, en su primer encuentro de alto nivel desde que comenzaron los bombardeos de la OTAN, Rusia y Estados Unidos se trataron, como dijo Albright, “con respeto”. Y sin catastrofismos. Pese a la verborrea bélica que recorre Moscú, y no sólo en las filas de la oposición comunista y nacionalista, ayer en Oslo sólo se respiró la más delicada cortesía diplomática.
La diferencia más importante es que EE.UU. y sus aliados insisten en la vía militar para quebrar la voluntad de Slobodan Milosevic, mientras que Rusia insiste en que no es posible conseguir la paz a bombazos. El segundo gran punto de discordancia estriba en la fuerza internacional que debe imponer la solución política y garantizar el regreso de los refugiados a sus hogares. Albright insistió ayer en que ese contingente (de unos 30.000 hombres) debería tener un “núcleo OTAN”, lo que incluye su estructura y mando, aunque podría discutirse la posibilidad de otras fuerzas asociadas, por ejemplo de la ONU o de la OSCE, aunque no citó expresamente a esta última organización europea. Ivanov, por su parte, aseguró que es impensable que haya tropas extranjeras en Kosovo si no se tiene el permiso previo de Belgrado.
La distancia entre ambas posiciones es gigantesca, pero los dos diplomáticos insistieron en que seguirán dialogando todo lo que haga falta. Según Albright, no todo fueron desencuentros. Y señaló, como ejemplos, que los dos países están de acuerdo en que debe cesar la represión y la violencia en Kosovo, en que tienen que retirarse las fuerzas militares y policiales de la provincia serbia de mayoría albanesa, y en que ha de permitirse el regreso incondicional de los refugiados y el libre acceso de las organizaciones humanitarias internacionales.
En resumen: EE.UU. y la OTAN no han variado un ápice su posición, aunque admiten que Rusia debe jugar un papel importante en la búsqueda de una solución política... cuando las bombas y los misiles de crucero hayanhecho su trabajo. James Rubin, portavoz del Departamento de Estado, ponía las cosas en su sitio con algo parecido al cinismo. “No tenemos inconveniente –llegó a decir– en que los rusos busquen una solución política, siempre que ésta cumpla con todos nuestros objetivos.”
No será fácil vender en Moscú como un éxito la reunión de ayer en Oslo. Los ánimos están demasiado exaltados. La residencia del embajador de España, vecina de la del norteamericano, ha recibido una muestra en forma de botella arrojada contra los cristales del edificio. La Duma pidió la ruptura del embargo de armas contra Yugoslavia, y comunistas y ultranacionalistas “alistan” voluntarios para luchar junto a los “hermanos serbios”.
Puede que todo ello no tenga ninguna incidencia directa sobre el conflicto yugoslavo. Pero los efectos internos, a ocho meses de las elecciones legislativas, en la recta final de un presidente enfermo y acosado, y con el país sumido en una grave crisis económica y social, pueden ser demoledores.

 

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