Página/12 en Bélgica
Por Eduardo Febbro desde Bruselas
Tres semanas después de
haber lanzado la Operación Fuerza Aliada contra los ejércitos purificadores del
presidente yugoslavo Slobodan Milosevic, la OTAN perdió en las últimas horas su máscara
del Zorro. La alianza protectora de la mayoría albanesa de Kosovo implacablemente
perseguida por los militares serbios no consiguió casi ninguno de sus objetivos: el
éxodo de los kosovares se incrementó con un desplazamiento masivo de la población, que
sobrepasó las estimaciones más sabiamente calculadas: la policía y los militares
serbios continúan cometiendo matanzas, mientras que en la cruzada contra la purificación
étnica Slobodan Milosevic mantiene intacta la iniciativa. El presidente francés Jacques
Chirac y el cada vez menos sonriente jefe de la OTAN, Javier Solana, reconocen hoy a media
voz que los estrategas occidentales subestimaron al adversario. Un militar de la Alianza
admitía ayer aquí que pensábamos que unas cuantas bombas serían suficientes para
obligar a negociar a Milosevic, creíamos que así la guerra sería corta. Ahora sabemos
que va a durar.
El colapso atlántico roza la catástrofe con la información suministrada ayer por los
servicios informativos serbios, según los cuales los aviones de la OTAN mataron a 75
civiles, en su mayoría refugiados kosovares, durante el ataque que llevaron a cabo en el
oeste de Kosovo, en la localidad de Meha, a pocos kilómetros de la frontera con Albania.
Anoche, los serbios ganaban incluso la batalla de los medios frente a la OTAN. Mientras la
Alianza afirmaba que sus aviones sólo habían atacado un convoy militar, la televisión
serbia difundió imágenes probando sus afirmaciones. Blanco errado, propaganda serbia o
utilización de los albaneses como escudos humanos, en cualquiera de los casos el
incidente prueba que la OTAN fracasó en su primer objetivo: impedir el desmembramiento de
Kosovo. Ciertos espíritus honestos de la Alianza admiten que Milosevic se adelantó
a los aliancistas, amplificando el terror contra los albaneses para vaciar Kosovo
antes de sentarse a la mesa de las negociaciones, pero con una provincia vaciada y bajo
control serbio. Las inexactitudes de la OTAN son tales que los países miembros son
incapaces hoy de asumir el drama de los refugiados. Los dirigentes occidentales ni
siquiera pueden afirmar dónde y en qué condiciones se encuentran los refugiados
kosovares que dejaron sus pueblos con destino a Macedonia, Albania y Montenegro. Una
fuente del Comité Internacional de la Cruz Roja, el CICR, confirmó a Página/12 que
cerca de un millón de personas se había esfumado como por arte de magia. El
ministro francés de Relaciones Exteriores, Hubert Vedrine, calculó en 200.000 el número
de refugiados perdidos en el interior de la provincia. Con un cinismo a toda
prueba, Solana reconoció ayer en Bruselas que la OTAN ignoraba el número de
desplazados. Se trata de una gran preocupación.
La Alianza no parece tener una noción exacta del ridículo cuando sus mismos integrantes
evalúan de forma radicalmente opuesta el resultado de la campaña militar. Solana casi
dice que el ejército yugoslavo está de rodillas pero, con más realismo, el
canciller italiano Lamberto Dini dijo, cortante, que no había signos de un
debilitamiento de Milosevic. Ayer, el Ministerio francés de Defensa admitía que,
pese a los bombardeos, las fuerzas terrestres serbias en Kosovo son importantes y
amenazadoras. Según París, los serbios disponen en Kosovo de 20.000 militares,
15.000 paramilitares y cerca de 500 vehículos blindados.
Expertos militares británicos y franceses no sólo aceptaban que la OTAN subestimó la
capacidad política y militar del presidente yugoslavo, sino que, además, se cometió
otro gran error al basar los planes militares en las experiencias precedentes de
Bosnia Herzegovina e Irak. La frase es de un norteamericano y revela la duda que
sacude a la OTAN. Esas experienciasconsiguieron que Saddam Hussein se fuera de Kuwait,
1991-1992, y que los serbios de Bosnia dejaran de bombardear las regiones musulmanes,
1995, y ello con la bendición del mismo Milosevic. Los errores acumulados por la OTAN son
constantes y enormes. Los especialistas destacan en estos días que si en el 95
Milosevic aceptó el plan de paz propuesto por EE.UU. y firmado en Dayton es porque,
antes, la ofensiva terrestre protagonizada por croatas y musulmanes había desbaratado sus
ejércitos. Hoy no ocurre así. En momentos en que la operación Fuerza Aliada está por
entrar en su cuarta semana, hasta los mismos medios militares empleados en la campaña
actual aparecen inadecuados: los estrategas resaltan que en el curso de la operación
contra Saddam Hussein, Tormenta del Desierto, los aviones aliados salían 2000 veces
por día, contra apenas 6000 para un total de 20 días del operativo Fuerza Aliada contra
los serbios. Parece un operativo pensado por niños, decía ayer a
Página/12 un funcionario de la Cancillería italiana. No es para menos. Según
trascendió ayer, los cerebros militares de Bruselas ni siquiera integraron en el
dispositivo un número suficiente de aparatos capaces de intervenir con mal tiempo, los
BIB Lancer de la US Air Force o los Tornado de la Royal Air Force, por ejemplo. Se
subestimó al adversario a tal punto que, en vez de intimidar a las fuerzas terrestres,
inmovilizar la infantería de un golpe y destruir los tanques en una misma acción, se
actuó con pinzas: es como si se hubiese pensado que con un par de petardos mojados
Milosevic iba a retroceder. Por esta razón, la OTAN activó el lunes la segunda
fase de Fuerza Aliada: 300 aviones suplementarios para borrar con una nueva apuesta
incierta los errores del pasado.
MILOSEVIC SE REUNIO CON EL PRESIDENTE
BIELORRUSO
Dos potencias eslavas se saludan
Belgrado no cederá. El veredicto lo pronunció ayer el presidente bielorruso
Aleksandr Lukashenko luego de una entrevista con su colega yugoslavo Slobodan Milosevic,
en un revés a la propuesta de paz del canciller alemán Gerhard Schroeder. Milosevic
pidió formalmente entrar a la Unión eslava de Rusia-Bielorrusia, pero el presidente
yugoslavo subrayó que comprendía que tal unión requiere tiempo, mucho
tiempo, y Lukashenko consideró que esto desmiente las conjeturas de que
(Milosevic) quiere arrastrar a mi país a una guerra. La postura dura de Milosevic
se extendió más allá del plano diplomático, y congeló el tráfico
marítimo en la zona yugoslava del mar Adriático. Durante el encuentro los medios
yugoslavos anunciaron que la OTAN destruyó un puente en Krusevac, al sur de Belgrado,
dejando sin comunicaciones a 15 pueblos.
Le pregunté varias veces (a Milosevic) relató ayer Lukashenko si
estaba dispuesto a dar algunos pasos hacia atrás para después dar algunos hacia adelante
(pero), me dijo que hay un límite más allá del cual él y el pueblo yugoslavo no pueden
ceder. El presidente bielorruso estimó que el principal logro de su visita fue
haber determinado cuál es este límite. ¿Cuál es? Lukashenko precisó que
Yugoslavia sólo admitiría la presencia de observadores civiles en Kosovo, y que de
ninguna manera admitiría que los países de la OTAN obtengan acceso a la provincia.
Milosevic, por su parte, reiteró que las negociaciones de paz deben ser realizadas sólo
por la gente que vive en la región, haciendo referencia a sus diálogos con
el líder kosovar Ibrahim Rugova.
Lukashenko había sido recibido con toda la pompa y circunstancia de la que fue capaz un
Belgrado en tiempo de guerra, incluyendo una guardia de honor, himnos, alfombra roja, y un
caluroso abrazo de bienvenida del presidente yugoslavo. Bielorrusia y Rusia son los
aliados más activos de Yugoslavia dentro de la comunidad internacional, y ayer ambos
mandatarios intercambiaron garantías de solidaridad eslava. Ambos
concordaron, no obstante, mantener distante todavía la posibilidad de una unión entre
sus países.
Alemania rompe filas y pide la acción
de la ONU
Una propuesta de Alemania busca involucrar a la
ONU y, por lo tanto, a Rusia en una solución negociada. Es el primer miembro
de la Alianza que insinúa algo distinto al bombardeo permanente.
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Gerhard
Schroeder (izq.) hizo posible que Kofi Annan volviera por la puerta grande.
La propuesta alemana pide un despliegue internacional que sólo puede dirigir la
ONU. |
Por E. F.
El secretario general de
las Naciones Unidas, Kofi Annan, entró por la mejor puerta que la historia podía
ofrecerle: el Consejo extraordinario de la Unión Europea consagrado a la crisis de
Kosovo. Kofi Annan ingresó sonriente, mostrando su revancha en los labios. Aplastada por
el bramido de los aviones norteamericanos, la ONU volvió ayer a recuperar parte de sus
derechos pacíficos en la busca de una solución política a la guerra en los
Balcanes. Los 15 miembros de la Unión Europea aceptaron, por primera vez en su historia,
la presencia de un secretario general de la ONU en el seno de una cumbre especial. La
urgencia de la situación justifica y explica esta deferencia. El fracaso actual del
operativo militar de la OTAN exige una solución independiente que, al mismo
tiempo que ponga fin a la guerra, reconozca los derechos de los kosovares, renueve la
influencia de la ONU, le otorgue su justo papel a Rusia y, por último, le dé a la
amordazada Unión Europea parte de la responsabilidad que le incumbe a fin de liberarse de
la paz americana.
La partida diplomática que se jugó ayer en Bruselas tiene una trascendencia de peso. En
esa reunión figura el esbozo político que podría acallar los cañones
anglonorteamericanos. En primer lugar, Alemania, que ocupa la presidencia de la UE, les
presentó a Kofi Annan y a los jefes de Estado y de gobierno de la Unión un plan de paz
en el que están presentes las cinco condiciones de consenso ya aceptadas por
la comunidad internacional, en el orden: el fin de los combates, el retiro de las fuerzas
serbias, el retorno de los refugiados y el envío de una fuerza multinacional capaz de
garantizar la seguridad y el respeto del estatuto de Kosovo, tal como se desprende de los
acuerdos elaborados en la localidad francesa de Rambouillet. Bonn, sin embargo, en acuerdo
con sus socios europeos, introdujo un mecanismo con el objetivo de generar
una dinámica capaz de salir del estancamiento actual. Alemania propuso que la
OTAN suspenda sus bombardeos durante 24 horas a fin de permitirles a los serbios iniciar
su retiro de Kosovo. Los alemanes estiman, en contra de la opinión de la OTAN es
decir de los norteamericanos, que una tregua de 24 horas y la implicación de Rusia
en el conflicto -.país miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, así como del Grupo de
Contacto sobre la ex Yugoslavia-. eran las condiciones absolutas para elaborar la
paz. Los británicos, que, junto a los norteamericanos, desconfían del pactismo de
los socios europeos, pusieron como condición que si existe un despliegue militar éste
esté a cargo de la OTAN. Un principio rechazado por Alemania, para la cual sólo la
ONU tiene legitimidad para dirigirla.
La implicación de Rusia a través del Grupo de los 8, el G8, torna automática la
intervención de las Naciones Unidas, la cual podría entonces votar una resolución
integrando los cinco puntos que Kofi Annan negociaría así con Slobodan Milosevic. En
realidad, la propuesta alemana no hace sino atraer hacia Europa el protagonismo de la
solución. Por esta razón vino acompañada por otro plan presentado por el presidente
francés. Jacques Chirac, tras insistir en la necesidad de que prosiga la ofensiva
militar, ideó para el futuro, es decir una vez que las fuerzas serbias se hayan retirado,
una suerte de administración interina de Kosovo a cargo de la Unión Europea. Según
Chirac, esta responsabilidad sólo podría ser asumida por la UE a través de una
resolución obligatoria de la ONU, confiando a la Unión Europea ese papel.
Los dos planes europeos son la emanación del primero, presentado la semana pasada por
Kofi Annan con el acuerdo de la OTAN. Cada uno contiene las líneas de convergencia y de
ruptura entre los tres bloques en antagonismo: Europa, Rusia y la ONU.
ANDRE GRATCHEV, EX ASESOR DE MIJAIL GORBACHOV
No hay una solución sin Rusia
Por E.F.Desde París
Andrei Gratchev es una de
las figuras rusas más respetadas en Occidente. Este ex consejero del presidente Mijail
Gorbachov, que jugó un papel esencial en los años de la Perestroika, es también autor
de varios libros remarcables sobre los años en que el gran imperio rojo se vino abajo.
Gratchev es hoy corresponsal del diario ruso Tiempos modernos y en esta entrevista con
Página/12 explica la importancia que tiene Moscú en la solución política de la crisis
de Kosovo.
Rusia, como la ONU, pasó de ser el olvidado del banquete al invitado más
solicitado. ¿Cómo explica este retorno de Moscú a la escena diplomática?
Hay que reconocer que Rusia no es la potencia que fue en su momento la ex URSS.
Moscú no cuenta ya con los medios para pesar tanto como lo hubiese hecho la URSS. Sin
embargo, Rusia es la única potencia que no rompió los lazos con las dos partes en
conflicto, es decir, por un lado, digamos Occidente y, por el otro, Milosevic. También es
preciso reconocer que Rusia es aún la segunda potencia nuclear.
Usted declaró hace unos días que la implicación de Rusia es determinante, no
tanto por su influencia sino por el cambio geopolítico que produce.
Efectivamente es así. Si Moscú se aúna a la comunidad internacional entonces el
presidente Milosevic aparece de inmediato como un dirigente aislado. Si se da un marco de
legitimidad internacional, es decir, si interviene la ONU, la Organización para la
Seguridad y la Cooperación en Europa, la OSCE, Milosevic se verá enfrentado a una fuerza
colectiva que lo dejará en una posición política frágil.
Usted también definió la etapa actual con un viejo concepto heredado de la Guerra
Fría, la diplomacia de los megáfonos. Esto significa acaso que el que grita
más, más gana.
No, no exactamente. Fíjese, hizo falta que Boris Yeltsin evocara la amenaza de los
misiles para que EE.UU. acudiera rápidamente a una cumbre con los rusos. Eso es lo que
durante la Guerra Fría se llamó la diplomacia de los megáfonos. Pero lo que está en
juego hoy es extremadamente importante y, contrariamente a lo que puede creerse, Rusia
defiende hoy mucho más la legalidad internacional que una supuesta solidaridad religiosa
o eslava con Slobodan Milosevic. En realidad, lo que ocurrió es que Occidente pensó que
los cinco mil millones de dólares del FMI serían suficientes para comprar el silencio
ruso. No se evaluó con precisión la reacción de Rusia. Pero Moscú se vio obligado a
actuar de manera exagerada para ser escuchado. Le recuerdo que Rusia es miembro del
Consejo de Seguridad de la ONU y también del Grupo de Contacto para la ex Yugoslavia. Y
sin embargo, cuando se pasó a la etapa militar, Moscú fue apartado de manera humillante.
Es un gran error por parte de los occidentales. Un error muy norteamericano.
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