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LA POLEMICA EN FRANCIA CREA ALIANZAS INESPERADAS
Intelectuales al derecho y al revés

Bernard-Henri Levy y Alain Finkielkraut están a favor de los bombardeos de la OTAN y con Washington; Régis Debray en contra, como la ultraderecha de Le Pen. Este es un mapa del debate en Francia.

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Bernard-Henri Levy (izq.) y Pierre Bourdieu, dos extremos de la polémica intelectual francesa.
Las frases que se intercambian rozan el insulto y, a menudo, la ofensa personal directa.

Página/12 en Francia
Por Eduardo Febbro Desde París

t.gif (862 bytes) La guerra en la ex Yugoslavia dejó un tendal de heridos y de divorcios en los medios intelectuales franceses que se desgarran a tinterazos y frases asesinas en las páginas de los diarios. A diferencia del primer y gran conflicto que estremeció a la ex Yugoslavia durante la guerra en Croacia y Bosnia Herzegovina, ahora hay dos campos bien definidos. Entre 1992 y 1995, quienes clamaban por una intervención occidental en Sarajevo no encontraban enfrente más que indiferencia y, a veces, la burla. El filósofo Bernard-Henri Levy y el ensayista Alain Finkielkraut, partidarios entonces de la que OTAN pusiera fin al martirio de Sarajevo, chocan hoy con un ejército de objetores anti OTAN que ve en los bombardeos de la Alianza Atlántica una prueba más del gendarmismo norteamericano. Las frases rozan a menudo el insulto y, como le ocurrió al actual ministro de Interior Jean Pierre Chevènement, la ofensa. Chevènement, que preside una corriente de izquierda dentro del PS, el Movimiento de los Ciudadanos, es conocido por sus posiciones antinorteamericanas y pasó a la historia cuando renunció a su cargo de ministro de Defensa de François Mitterrand porque estaba en contra de la Guerra del Golfo. Hoy también está en contra de la OTAN -.”vamos derecho a la pared”, dice fuera de las cámaras-. y eso le valió ser comparado por el filósofo Bernard-Henri Levy con el líder de la extrema derecha francesa, Jean Marie Le Pen.
La llamada “izquierda moral y humanista” defiende la intervención de la OTAN y el principio de injerencia. Sus principales partidarios son Bernard -Henri Levy, el escritor Pascal Bruckner y los miembros de la revista Sprit, entre ellos Jean Marc Salmon, organizador de la campaña electoral de Daniel Cohn-Bendit. En el otro campo están los republicanos, la izquierda radical y los antiliberales que fustigan la “paz americana”. El más conocido es el siempre inagotable Régis Debray, pero en este sector las alianzas dan lugar a encuentros del tercer tipo. Así, un conocido intelectual socialista, Max Gallo, miembro del partido y con puestos importantes en el pasado, firmó en las páginas de Le Monde un artículo junto a Charles Pasqua, ex ministro conservador de Interior, más conocido por sus afinidades con la extrema derecha que por su humanismo. Los antiotanistas más notorios son los llamados “bourdieusianos”, entiéndase, los intelectuales que forman parte de la galaxia del sociólogo Pierre Bourdieu. Estos se levantan contra los argumentos “que apuntan a legitimar la intervención de la OTAN”. La prensa de izquierda como Le Monde Diplomatique también se indigna al ver a los dirigentes socialdemócratas “ceder a las presiones de Washington y embarcarse en una aventura guerrera que no tiene ninguna legitimidad internacional”.
El síndrome de los Balcanes penetró con fuerza en los círculos intelectuales de París, deshaciendo alianzas sólidas y mezclando las cartas de una forma impensada. El periodista Jean Claude Guilbaud firmó con Rony Bauman, el filósofo Paul Thibaud y Alain Finkielkraut un texto exigiendo la intervención militar de Occidente. Curiosa vuelta del destino: en 1992, Guilbaud y Régis Debray, ambos opuestos a la Guerra del Golfo y al Tratado de Maastricht de Unión Europea, habían creado el club Phares, uno de los cenáculos intelectuales más influyentes en los últimos siete años. Lo que Saddam Hussein hizo, Milosevic lo deshizo. Paul Thibaud dice ahora que Régis Debray está “obsesionado por la idea de que hay imperios, que existen imperios que deben combatirse. Yo no creo que haya imperios”. En esta guerra contra la guerra Jean Pierre Chevènement también se quedó sin sus amigos de antes. Alain Finkielkraut, que estuvo a su lado y de Régis Debray en la defensa de la escuela republicana, no comparte el antinorteamericanismo del ministro y de la izquierda radical, al que califica de “nebuloso y obsesivo”. Finkielkraut asegura que quienes sedejan llevar “por la fobia de la bandera norteamericana no reflexionaron lo suficiente sobre la naturaleza de los totalitarismos de los cuales el presidente Slobodan Milosevic es heredero”.
La confusión que genera el odio contra el yanqui guerrero es tal que hasta la extrema derecha logró atraer a sus establos a conocidos hombres y mujeres de la izquierda, a los cuales unió bajo el lema del antiimperialismo. Muchos cayeron en la trampa de un supuesto Frente del Rechazo –Front du Réfus. y firmaron solicitadas y textos varios repudiando a EE.UU., sin darse cuenta de que aquel discurso antiliberal no venía de la propia izquierda sino del extremo campo contrario, la ultraderecha, rebautizada “nueva derecha”. Esta, sin embargo, cuenta entre sus rangos a los más ilustres promotores de la discriminación racial y consiguió seducir, entre otros, al cantante anarquista Renaud y a una candidata ecologista que figura en la lista de Daniel Cohn-Bendit. De hecho, dos cosas se juegan en Francia a través de la pugna sobre la intervención militar en Kosovo: el combate contra el ultraliberalismo Made in USA, en el cual la OTAN sería como el brazo diplomático-militar, y el derecho de los pueblos a decidir su propio destino.

 

Las Madres,  a Belgrado
Una delegación de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, encabezada por su presidenta, Hebe de Bonafini, se dirigirá a Belgrado para pedir el cese de las persecuciones étnicas y de los bombardeos de la OTAN. La delegación partirá de París mañana a las 9 y llegará a la capital yugoslava a las 11.10. Allí serán recibidas por una representación diplomática yugoslava para dirigirse a Belgrado, donde mantendrán reuniones con todas las autoridades y con las organizaciones sociales, particularmente con las organizaciones de mujeres.



CULPAN A LA OTAN, PERO NO QUIEREN INTERVENIR
Rusia, indignada pero temerosa

The Guardian de Gran Bretaña
Por James Meek Desde Moscú

t.gif (862 bytes) Una Rusia dividida envió ayer señales contradictorias sobre su estrategia yugoslava, mientras el presidente Boris Yeltsin designaba a un político prooccidental al frente de sus esfuerzos de paz, nueve buques de guerra rusos se aprestaban a partir rumbo al Mediterráneo. Los mensajes mezclados reflejan los temores profundos y genuinos de los rusos: que la OTAN les representa una amenaza y que Rusia corre el riesgo de ser arrastrada al conflicto.
En un signo de desdén para con el primer ministro Yevgeny Primakov, su principal rival por el poder en Moscú, Yeltsin, nombró a un ex premier, Viktor Chernomyrdin, como su representante especial para negociar la paz en los Balcanes. Primakov, el ex jefe de inteligencia que hasta ahora ha supervisado los intentos de Moscú de mediar entre Belgrado y Occidente, ha adoptado una línea amistosa hacia Slobodan Milosevic, criticando duramente a la OTAN. Y aunque pocos dirían que Chernomyrdin es un negociador de primera, su designación envía una importante señal a Milosevic de que Rusia quiere que Yugoslavia haga concesiones.
Con las operaciones de la OTAN entrando en su tercera semana, el conflicto yugoslavo ha cedido en la atención de los medios rusos, parcialmente debido a que los ricos propietarios de televisoras y diarios temen las consecuencias políticas del brote de indignación patriótica que han provocado los bombardeos. También hubo alguna cobertura tardía de la causa de los albano-kosovares y la crisis de los refugiados.
Pero prevalecen dos preocupaciones de largo plazo. Una, la abrumadora oposición contra cualquier participación rusa en la guerra, incluyendo la entrega de armas a los serbios. La segunda, una convicción profunda de que Estados Unidos está resuelto a la conquista del mundo, y que la OTAN, del mismo modo que está atacando a Serbia, puede atacar a Rusia. “Yo solía reírme de toda la cháchara comunista de que Estados Unidos quería dominar al mundo –dice Natalya Platonova, secretaria de una escuela en Moscú–. Ahora estoy empezando a creerles.” Pero prosiguió diciendo: “No debemos entrar en una guerra bajo ninguna circunstancia. Sólo debe haber negociaciones”.
El intento más abarcador de testear las opiniones de los rusos sobre sus actitudes, desde los pueblos del campo hasta los rascacielos de Moscú, halló que el 63 por ciento de los encuestados culpaban a la OTAN por iniciar el conflicto, mientras que sólo el 6 por ciento responsabilizaba a Yugoslavia. Previamente, un 57 por ciento tenía sentimientos positivos hacia Estados Unidos, y un 28 por ciento negativos. Después de que empezó el bombardeo, un 72 por ciento se describió como hostil a Estados Unidos, y un 70 por ciento dijo que las acciones de la OTAN eran “una amenaza directa a la seguridad rusa”. Pese a la hostilidad y el temor, un 86 por ciento sostuvo que Rusia no debe permitir que la arrastren a los combates “bajo ninguna circunstancia”.

 

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