OPINION
La historia sin fin
Por Alfredo Grieco y Bavio |
La
historia ya se repitió varias veces. El gobierno fundamentalista de la India estalla su
último y más moderno armamento nuclear. Occidente corre a pedirle a Pakistán que
detenga la carrera y no haga estallar el suyo. Pero la ciencia musulmana se obstina en
demostrar que está a la altura de la hindú y sigue adelante. Mientras la única opción
para Islamabad sea jugar al chico bueno y ganarse las medallas y los mendrugos que le tira
Occidente, nada va a cambiar. Entre tanto, el gobierno del premier Nawaz Sharif gana
poderosos aliados en el frente interno el ejército y los musulmanes de línea
dura, mientras que la coalición hindú tambalea y sus líderes sueñan con el
próximo gadget nuclear que la apuntalará.
Las naciones industrializadas prefieren desatender que la decisión de aceptar los
rutinarios ofrecimientos de ayuda económica y de protección militar haya significado
para Pakistán, un país que aplica la ley islámica, occidentalizarse hasta lo
irreconocible. Otro tanto ocurre con los nacionalistas hindúes del Partido del Pueblo de
la India (BJP), que sólo lograron formar gobierno gracias al apoyo de pequeños partidos
con los que solamente compartían la pasión desenfrenada por llegar cuantoantes al poder.
Ante la coalición vacilante, nada mejor que una bomba. O cinco. O un nuevo misil, sin
duda más perfecto, pero siempre perfectible. La mayor inspiración del fundamentalismo en
el gobierno en la India es el miedo. Miedo de que los desunidos hindúes, a los que les
falta un dogma, una Meca, una ideología, una iglesia universal, sean aplastados por
musulmanes y cristianos fuertes. Este miedo capitalizaron los demagogos del
BJP cuando prometieron purgar a la India de sus musulmanes (una minoría de apenas 150
millones) y fundar el Vaticano hindú. El desafío al secularismo no provino de multitudes
histéricas en éxtasis religioso, sino de políticos que supieron introducir el
comunitarismo en el eje de la política india. Y la recíproca vale para la República
Islámica de Pakistán, que no es laica ni de nombre, y que a su vez es una escisión
disminuida de la India.
El fundamentalismo y las nuevas derechas no son un retorno a una Edad Media tradicional,
un fenómeno premoderno y feudal al que va a destruir, o conseguir tentar fuera de su
camino, el capitalismo progresista. Es que el argumento de la conveniencia no vale con los
fundamentalistas. La fecha del triunfo del mundo de McDonalds, Microsoft y MTV sobre
la nueva Jihad no es tan fácil de profetizar. Los errores de la OTAN en Kosovo no son una
prueba menor. |
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