OPINION
Nada para redistribuir
Por Raúl Dellatorre |
En
apenas diez años, el Gobierno ha renunciado al manejo de los servicios públicos y a los
mecanismos de regulación de precios, incluso en artículos sensibles. Alentó
que servicios esenciales como la salud, la educación, el sistema previsional y la
vivienda pasaran a ser, en alta proporción, prestaciones de empresas privadas con precios
libres. El margen de hacer política social con el gasto público ha quedado reducido al
mínimo, y se verá restringido aún más si avanza el proyecto legislativo de
convertibilidad fiscal, que haría del déficit un término tan impronunciable como la
devaluación. En economías abiertas y desreguladas, el régimen tributario es la
principal herramienta de redistribución. En modelos como el argentino, es casi la única.
Pero es justamente el administrador de los ingresos fiscales quien advierte que sus
intenciones van exactamente en sentido contrario: impuestos más regresivos, y que sea el
gasto público el que redistribuya. Para Carlos Silvani, no es a él a quien se le deba
reclamar mayor justicia social, sino a Pablo Guidotti, secretario de Hacienda. Habrá que
esperar de la generosidad del número dos de Roque con los sectores que gastan la mayor
parte de su presupuesto en alimentos, para que éstos no sean los que sufran si el IVA
sube al 25%. No son pocos los que estarían tentados en anticipar el resultado. El
impuesto al valor agregado nació con una tasa del 13%. Los sucesivos fracasos en las
políticas de control de la evasión cargaron las urgencias fiscales sobre su alícuota,
sin importar sus efectos regresivos. Como antes Ricardo López Murphy, Silvani tiene la
virtud de mostrar, con crudeza, la realidad del modelo. Aquél subrayó que
los desequilibrios de la economía se ajustan con baja de salarios. El jefe de la AFIP
dejó en claro que no hay nada para redistribuir. |
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