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PANORAMA POLITICO

Políticas de limpieza

Por J. M. Pasquini Durán


t.gif (862 bytes)  Estados Unidos, al comando de la OTAN, quiere acabar con cualquier intento de moderar o cuestionar su supremacía mundial, aunque tenga que llevarse por delante a las Naciones Unidas. La socialdemocracia europea, subordinada al comando de la OTAN, desea probarse a sí misma que puede guardar la casa en orden. Slobodan Milosevic pretende preservar a Serbia de cualquier “impureza” étnica, a la manera de los arios hitlerianos. Carlos Menem ordenó “limpiar las calles”, sobre todo las que gobiernan sus adversarios, de criminales de toda laya, como si administrara el Bronx de Nueva York. El “nuevo orden” de fin de milenio sueña con escupir sobre la tumba del enemigo.
na04fo01.jpg (10607 bytes)A pesar del optimismo del amigo de García Márquez, el español Javier Solanas de la OTAN, los bombardeos contra Yugoslavia cada día parecen menos la última etapa de la disuasión y más la primera de una escalada con desenlace imprevisible. Una guerra que había sido definida como de “injerencia humanitaria” y para sentar a Milosevic a la mesa de las tratativas, está transformándose al paso de las semanas en una guerra contra Serbia, con instrumentos y objetivos cada vez menos claros.
El secretario de la alianza militar aseguró el jueves para la televisión española que los continuos raids aéreos están doblegando el poderío militar de Milosevic, a pesar de los “daños colaterales”, o sea la masacre de civiles, por errores o excesos. A la misma hora, en Macedonia, el vicecomandante del operativo, Pier Giuseppe Giovanetti, lo contradijo: “Estamos detenidos en las posiciones iniciales”, aceptó.
Los argumentos para justificar las matanzas, tanto de la OTAN como de Milosevic, son demasiado parecidos a los que siempre usaron los defensores de Pinochet y de Videla. O sea, carecen por completo de legitimidad moral. Ningún plan militar puede tenerla cuando las muertes indebidas son consideradas “daños colaterales”.
Los riesgos que corre el mundo no están justificados en los 56 mil kilómetros cuadrados de Serbia (Jujuy tiene 59 mil), ni en el fanatismo criminal y autocrático de Milosevic, sino en el expansionismo imperial norteamericano. Dado que la escalada agresiva de la OTAN pone en peligro la seguridad internacional, el próximo paso debería resolverse en las Naciones Unidas, donde todos tienen voz y voto, en un debate abierto, a la vista de las víctimas, reales y potenciales, asfixiadas hasta ahora en los herméticos ámbitos de la propaganda bélica.
Mientras los serbios reciban bombas en lugar de palabras, la autoridad de Milosevic no tendrá competencia, como no la tienen Hussein en Irak ni los ayatolas en Irán ni los talibanes afganos. Hasta los norteamericanos deberían saberlo después del prolongado, cruel e inútil bloqueo contra Cuba, cuya superficie es once veces más grande que la de Kosovo. Los europeos que repudiaron el bárbaro bloqueo y antes la guerra de Vietnam, ahora se dejaron arrastrar a la aventura por miedo.
Están aterrorizados por la incompetencia de Occidente para hacerse cargo del Este europeo sin socialismo y por las migraciones masivas sin cortinas de hierro. No hay peor fascista que el liberal asustado, dice el refrán. Deberían releer a Tocqueville: “El político es como el capitán de una nave en mar abierto. Puede trazar el rumbo, pero no puede impedir que las aguas embravezcan debajo de sus pies”. Bill Clinton, sin Monica y en pleno auge económico, puede permitirse todo mientras los muertos sean de los otros.
Los europeos tienen menos margen de maniobra, con una economía en baja. El crecimientona04fo02.jpg (7792 bytes) europeo de este año, según la Comisión de Bruselas, será de 2,2 en lugar de 2,9 por ciento, en tanto la producción industrial alemana cayó 3,4 por ciento, en Francia la desocupación volvió a subir al 11,5 por ciento, después de año y medio de recuperación, y en Italia, de donde parten los aviones hacia Serbia, los daños son todavía mayores. El conflicto está empeorando las cosas.
El resto del mundo, sobre todo los países en desarrollo, casi no tiene excusas para la indiferencia. El veterano diplomático Carlos Ortiz de Rozas, un moderado por profesión, escribió ayer en La Nación un artículo que lo define todo en su título: “Antes de que sea demasiado tarde”. Al gobierno argentino, que parece tan preocupado por la inseguridad bonaerense, lo deja frío la inseguridad del mundo. El presidente Carlos Menem, que se jacta de codearse con los jefes del mundo y que siempre se mostró dispuesto a enviar tropas a todos los confines, lo mira por TV. La oposición, dentro y fuera del partido de gobierno, comparte la despreocupación. La política sin humanidad queda reservada para las tecnocracias electoralistas.
No es una visión que afecta sólo a las relaciones exteriores; también la preocupación por las urnas intoxica todas las otras decisiones internas. La “limpieza en las calles” que propuso el Presidente para combatir las raterías con violencia extrema que exudan la realidad diaria de la Capital y el Gran Buenos Aires, forman parte de la campaña. Si el Presidente mira el mundo por TV, habrá visto el jueves la impresionante manifestación popular que cubrió el puente de Brooklyn en Nueva York: era gente que repudiaba la brutalidad policial y el gatillo fácil, consecuencias directas de la política anticrimen bautizada “tolerancia cero”.
Lo mismo que en los Balcanes, aquí también hace su obra la propaganda bélica. No faltó tampoco el toque “étnico”, ya que las primeras versiones policiales sobre el auge delictivo señalaron a peruanos y bolivianos como principales responsables. Ahora son los drogadictos y excluidos sociales. Mañana serán, como en el tango, las chicas mal de casas bien o cualquier otro. Mientras tanto, la visión cotidiana del injustificado horror provoca justificado terror en la población. ¿Quién no ha sido víctima o no conoce alguna?
El generalizado clima de temor y de indignación lleva agua al molino de las respuestas fáciles y, por desgracia, muchas veces demagógicas. Claro, ¿qué político en un año electoral se animaría a decirles a los votantes que ninguna solución será fácil ni rápida? En El Salvador, con un territorio igual al de la provincia de Formosa y poco más de cinco millones de habitantes, llevó tres años reemplazar hasta el último miembro de la policía corrupta, represora y militarizada. ¿Es posible ingeniar un plan integral contra el delito que no incluya el completo relevo de las fuerzas de seguridad? En lugar de eso, el gobierno las saca a la calle con permiso para matar.
Por las mismas razones electorales que Menem, y por falta del propio plan, el candidato presidencial de la Alianza y jefe de la Ciudad, Fernando de la Rúa, respaldó la orden de “limpiar las calles” para no quedarse atrás ante la angustia de las clases medias de los grandes centros urbanos, donde espera hacer su mayor cosecha de votos. Con el tema de la prostitución en el Código de Convivencia, el paso atrás lo barrió bajo la alfombra, pero no resolvió ni las causas ni los efectos del problema. Lo mismo puede pasar con la “limpieza”, por un tiempo.
La Alianza actúa por reflejo, mientras Menem conserva la iniciativa y Duhalde cada vez más instala la imagen de opositor de la Casa Rosada. Los líderes de la coalición quieren ser más confiables que Cavallo para el establishment y exhibieron a Ricardo López Murphy como tropa propia hasta que el economista dijo lo que piensa: “Hay que bajar los salarios”. Tiene razón: es lo que pide el establishment, a quien siempre interpretó bien y por eso se hacían acompañar por él a las reuniones con empresarios. ¿De qué se asombran o por qué ahora lo niegan? Si fuera verdadera la diferencia de programas, Chacho Alvarez debería pedir la expulsión de López Murphy con la misma energía con que condena a los frentistas de Río Negro porque se niegan a firmar un acuerdo con los radicales de esa provincia.
Los peronistas se pelean, y cometen bochornosas tropelías como en las internas porteñas del domingo pasado, pero la Alianza se desangra. Ayer mismo, se formalizó una corriente interna, llamada Participación Popular, que declara su intención de rescatar para el Frente los motivos fundacionales, la “magia” reivindicativa del “otro país posible” que lo convirtió en segunda fuerza electoral hasta que se subsumió en la Alianza con la UCR de Fernando de la Rúa y Melchor Posse. Como los europeos con Estados Unidos en la OTAN, el Frepaso y la UCR van juntos en la misma dirección, aunque cada vez son más opacos los instrumentos y los objetivos de esa marcha que allá quería doblegar a Milosevic y aquí impedir la continuidad de Menem. Los de allá, bombardean, y los de aquí se hacen cargo del “modelo”, incluida la operación de “limpieza”. Lo demás, son “daños colaterales”.

 

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