Jubilarse en el 2000 Por Julio Nudler
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Escenario posible: la fórmula Chupete-Chacho se instala en el Gobierno. ¿Qué pueden esperar los actuales y futuros jubilados? Lo que hay por ahora son las líneas trazadas en FADE (Fundación Argentina para el Desarrollo con Equidad), la craneoteca aliancista que está pensando políticas para el posmenemismo. A continuación, las medidas y los criterios previsionales de un eventual gobierno radicalfrepasista: u No habrá aumento para los jubilados del viejo sistema (anterior a la reforma de 1994) porque no hay recursos que puedan pagarlo. Según los aliancistas, ni ellos ni nadie podría subir las jubilaciones. En este sentido, el reciente anuncio de Roque Fernández (Economía), basado en el proyecto de Carola Pessino (Equidad Fiscal), prometiendo una suba de 40 pesos en la mínima para fin de año, que debería pagar el sucesor de Menem, no explica de dónde saldría el dinero. u Aunque parezca contradictorio, la Alianza quiere, sin embargo, terminar con la actual congelación de las jubilaciones, aboliendo o reformando la Ley de Solidaridad Previsional, cuya sanción promovió Domingo Cavallo durante el efecto tequila. A partir de entonces quedó establecido el principio de caja y eliminada la movilidad, que estaba regida por el AMPO, definido como el cociente entre la recaudación previsional y el número de aportantes. Por tanto, el aumento de la recaudación (suponiendo que el número de aportantes creciese menos o no creciese) hacía subir el AMPO y consecuentemente los haberes jubilatorios. Hoy todo depende de decisiones políticas. El MOPRE (Módulo Previsional), que sustituyó al AMPO, es fijado de manera muy simple: los ministros de Economía y de Trabajo se reúnen un día y le ponen un valor. En cuanto a la caja del sistema, como la ANSéS está desfinanciada, depende de las transferencias del Tesoro que reciba. En FADE quieren volver a alguna fórmula de ajuste automático de las jubilaciones, más parecida al AMPO, pero aún indefinida. u Pese a las altas comisiones que cobran las AFJP, los técnicos de la Alianza no creen viable establecerles topes ni controlar la estructura de su gasto. Ven, por ejemplo, que los costos de las Administradoras bajaron marcadamente en el último año y son ya apenas la mitad de lo que eran al comenzar el sistema en 1994, pero las comisiones prácticamente no han bajado. Las ganancias operativas promedian hoy un 15 por ciento de la recaudación. Según el criterio aliancista, para bajar las comisiones hay que abrir el mercado para aumentar la competencia. Una vía para lograrlo es permitir que los bancos ofrezcan plazos fijos previsionales, como una variante específica de depósito. Mediante una reforma legal, los trabajadores quedarían autorizados a volcar en esos plazos fijos parte del aporte jubilatorio del 11 por ciento. De todas formas, los expertos de FADE no creen demasiado en este mecanismo porque complicará la fiscalización del sistema y, más importante, porque los bancos grandes controlan las principales AFJP. Se preguntan si el Boston va a competir con Previnter, el Citi con Siembra o el Francés y el Galicia con Consolidar, que les pertenecen. u De impacto mucho más seguro será el nuevo sistema que se adoptaría para la asignación de los indecisos. Son unos 30.000 trabajadores que cada mes ingresan al sistema pero omiten escoger AFJP. La ley estableció que deben ser anotados en la Administradora elegida por la mayoría de los trabajadores del mismo empleador, pero el mecanismo no funcionó. Se pasó entonces a sortearlos, adscribiéndolos a las Administradores existentes en función del número de afiliados de cada una. Luego se intentó aplicar un criterio más lógico, asignando a los indecisos a la AFJP que les resultara más barata en función de su nivel salarial. Pero el lobby de varias Administradoras grandes, que se veían perjudicadas, volteó el intento, por lo que a partir de marzo de 1998 se optó por el sorteo liso y llano, que en proporción favorece a las AFJP más chicas. La magnitud del problema queda reflejada en este dato: si cada afiliado perteneciera a la Administradora más barata para su segmento de ingreso, el conjunto de los aportantes se ahorraría más de 100 millones de pesos al año. Una idea analizada en FADE propone licitar a los indecisos. Cada mes, las AFJP deberían ofertar comisiones por tramo de ingreso, y las que propusieran las más bajas se quedarían con los afiliados subastados. Se supone que luego esas ofertas tenderían a generalizarse a todos los asociados. De cualquier modo, la eficacia de este mecanismo dependerá del ánimo de competir que muestren las Administradoras. u Otro objetivo planteado es sensibilizar la demanda, induciendo la elección de las AFJP que cobren menores comisiones, teniendo en cuenta que los otros dos parámetros, rentabilidad y servicio, son difíciles de medir. Lo que ahora se ve es que la Superintendencia del sistema de capitalización, presidida por Héctor Domenicone, hace poco y nada por orientar a los trabajadores. Canceló incluso la publicación de folletos periódicos con la comparación de comisiones, que había iniciado su antecesor, Walter Schulthess. u Según entienden los expertos de la Alianza, el sistema previsional argentino está razonablemente bien diseñado, pero necesita algunas correcciones. Una fundamental es la flexibilización del mínimo exigido de 30 años de aportes para alcanzar la jubilación, que deja en total desamparo a quienes aportaron menos años, aunque sean 29. Por tanto, habrá un proyecto para permitir que se jubilen trabajadores con menos años de aportes, recibiendo en ese caso beneficios menores. u Los aliancistas podrían elevar a 65 años la edad de retiro para las mujeres, igualándola con la de los hombres, más por razones de equidad y actuariales que por el ahorro fiscal a conseguir. Pero hay quienes lo consideran injusto porque las mujeres suelen cumplir doble jornada: después del trabajo las esperan la casa y la familia. u Finalmente, la infaltable intención de lograr una DGI más eficiente, que reduzca la evasión. El dato cierto es que desde la creación del nuevo sistema en 1994, el número de aportantes oscila entre 4,5 y 5 millones. El empleo formal, que es el único que contribuye, parece bastante indiferente a los ciclos de la economía: no baja ni sube.
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