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Cómo hace la OTAN para disimular sus papelones

Tras cada nuevo error de la OTAN aparecen funcionarios que denuncian atrocidades étnicas yugoslavas. Pero la gente se da cuenta, y a veces los informes son falsos.

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The Guardian
de Gran Bretaña

Por Richard Norton Taylor
y Ian Black

Desde Londres


t.gif (862 bytes)  Vanessa, una refugiada albanesa de 15 años, hablaba ayer en un inglés entrecortado, por medio de un circuito de televisión, a los periodistas reunidos en el Ministerio de Defensa en Londres. A su lado estaba parado el brigadier Tim Cross, el oficial a cargo de los miles de soldados británicos cuya contribución para aliviar la crisis de los refugiados en Macedonia, nos dicen, incluían cocinar 46.000 pollos, montar 2630 tiendas, y abastecer 58.000 pañales. Vanessa describió cómo la policía militar serbia le ordenó que dejara su casa en Kosovo y se fuera a Albania. Kosovo era “nuestro lugar”, le dijeron los serbios.
La presentación era el último producto de una estrategia bien planeada, destinada a dar a los medios algo que escribir, para distraer la atención de unos bombardeos diarios de la OTAN que todavía están lejos de lograr su objetivo establecido, y también para distraer la atención de los enormes y bochornosos errores de los pilotos aliados. La mañana después del bombardeo de un tren de pasajeros en el sudeste de Serbia el lunes, el canciller Robin Cook se refirió a informes sobre “violaciones sistemáticas” en el campo del ejército serbio de Djakovica, informes que habían sido publicados en la prensa británica la semana anterior. Al día siguiente, el secretario de Defensa George Robertson reveló que Arkan, un líder serbio vinculado con las atrocidades durante la guerra de Bosnia, había sido procesado por la masacre de musulmanes en la ciudad croata de Vukovar en 1991. También se refirió a informes que decían que Ratko Mladic, comandante serbio bosnio buscado por crímenes de guerra, estaba operando en Kosovo. Y el día después del bombardeo de un convoy de refugiados albaneses, Cook mostró un mapa en que señaló los lugares donde “los matones de Milosevic llevan a cabo su represión”. “Nos gusta aparecer con algo nuevo todos los días –dice un funcionario del Ministerio de Defensa–. No porque nos falte confianza, sino porque sentimos que necesitamos recordarle a la gente lo que está en juego en este conflicto, con quién estamos tratando.”
Como lo ilustraron las contorsiones de la OTAN sobre el ataque al convoy de refugiados, no se puede engañar al público con verdades a medias. En su apuro por vilipendiar, algunos informes de la OTAN se basaban en malos trabajos de inteligencia o estaban directamente equivocados. El 30 de marzo, Cook se refirió a los informes de la OTAN de que Fehmi Agani, un delegado albanés de las conversaciones de paz de Ramouillet, había sido asesinado “a sangre fría”, y que otros importantes albaneses, incluyendo a Baton Haxhiu, editor del diario en idioma albanés Koha Ditore, habían sido muertos. Dos días más tarde, fuentes albanesas y de Estados Unidos dijeron que estaban con vida.
Todos los días, desde que comenzaron los ataques aéreos de la OTAN, a las 11.30 de la mañana, Robertson, Cook (o Clare Short, la secretaria de Desarrollo Internacional), acompañados por el general Sir Charles Guthrie, jefe del equipo de defensa, o el Mariscal del Aire Sir John Day, su subjefe, se han dirigido a los medios en el Ministerio de Defensa. Robertson censura duramente la “máquina asesina” de Milosevic. Cook, menos ducho en la guerra de palabras, se refiere a los “matones asesinos de Milosevic”. Sir Charles, inusualmente para un militar, emplea la retórica normalmente reservada por los políticos. Desde el primer día, describió a Milosevic como un “cruel dictador”. Los ministros hablan de “genocidio” y “pacificación” en un intento de comparar a Milosevic con Hitler.
La estrategia de los medios locales está orquestada por los funcionarios de Cancillería Tony Lloyd, de Fuerzas Armadas Doug Henderson, y Alastair Campbell, el vocero de Tony Blair. Un día trajeron al coronel Mike Moody, un ex agregado de defensa británico de Belgrado, para brindar informaciónsobre el estado de la economía serbia. “Yo mismo vi en Belgrado a médicos y maestros hurgando en los tachos de basura en busca de comida para poder sobrevivir, como sucedía en Europa en la década de 1930,” dijo. Cook identificó a individuos del liderazgo serbio, incluyendo a Milosevic mismo, como potenciales criminales de guerra. En un eco deliberado de Nuremberg, advirtió a los comandantes de campo serbios que no sería válido alegar posteriormente: “Estaba siguiendo órdenes”.
Los funcionarios también han alegado que hay crecientes señales de oposición a Milosevic, tanto en el ejército como en su administración política. Lo que más los irritó de los despachos de los periodistas británicos en Belgrado, especialmente John Simpson de la BBC, fueron los informes de que los serbios estaban unidos detrás de la OTAN y detrás de Milosevic. Comprensiblemente, el gobierno se siente frustrado por el control por Milosevic de los medios yugoslavos. Es un viejo zorro en el juego de la propaganda. Si ha de creerse a los medios serbios, la OTAN –o la “Organización Terrorista Americana Nueva”– perdió docenas de aviones y pilotos en su campaña fascista de agresión, apoyada por los terroristas albaneses, contra una Yugoslavia inocente. El bombardeo al tren de pasajeros, seguido de cerca por el ataque equivocado al convoy de refugiados, fueron un regalo para su maquinaria propagandista.
El gobierno trató de combatir esta propaganda abriendo un website especial en serbocroata. En la verdadera línea de frente los aviones de la OTAN lanzaron 2,5 millones de volantes diciéndoles a los serbios que el régimen, no ellos, es el objetivo de los ataques aliados. Los aviones de EE.UU. trataron de interferir emisoras serbias para pasar el mismo mensaje. Pero los expertos dicen que esas técnicas mágicas no obraron su magia.

Traducción: C. Doyhambéhère.

 

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