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Una Ciudad de los Niños al estilo de George Soros

El Museo del Niño, que abre el jueves en el shopping Abasto, es un espacio interactivo para que los chicos jueguen a ser grandes.

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Por Pedro Lipcovich

t.gif (862 bytes)  Una ciudad en miniatura, toda para chicos, se inaugura esta semana en Buenos Aires. Como la lejana Ciudad de los Niños, que funcionó a pleno a principios de los ‘50 en Gonnet, el Museo del Niño les permitirá hacer casi todo lo que hacen los grandes. De acuerdo con los tiempos que corren, dispondrán de las tecnologías más avanzadas, y los únicos privilegiados habrán de agradecer, no ya al general Perón sino al financista George Soros, ya que el museo está en el shopping Abasto. Un estudio de televisión completo, donde podrán producir y llevarse grabados sus propios programas, un banco en miniatura, una fábrica de latas de gaseosas, son algunas de las instalaciones donde los niños participarán, se divertirán y adquirirán las aptitudes necesarias para desenvolverse en el maravilloso mundo de los adultos. Diversas escuelas pusieron ya más de 6000 chicos en lista de espera para recorrer el museo, que podrá atender 600 visitantes a la vez.
Lo primero que se aprende en el Museo del Niño es que la publicidad está en todos lados: desde el Cruce de Calles, centro de la miniciudad, los niños visualizan un nombre de hamburguesería, uno de un banco, una empresa telefónica y dos modelos de autos. El viernes pasado se hizo una prueba piloto, con grupos escolares, y las instalaciones se abrirán al público el jueves que viene.
En el banco, los chicos se familiarizan con los cajeros automáticos, modificados para ofrecerles un juego similar al conocido Memotest: si aciertan, sabrán que el farmacéutico Tito Loremedio tiene para cobrar un cheque por 52 pesos, menos que los 132 que cobrará el arquitecto Felipe Constructor y más que la médica Carmen Sánchez, que trabajando en un hospital público no puede aspirar más que a 34 pesos. A uno y otro lado de la ventanilla, dos nenas jugaban a cajera y clienta. Utilizaban las boletas de la Banca sponsor del Museo. Su maestra, Susana Tello, comentó que “este lugar es fantástico: les enseña a los chicos a manipular papeles que muchos no tienen posibilidad de ver: cheques, boletas de depósito, pagar facturas. Aquí aplican los conocimientos de escribir cantidades, hacer operaciones...”.
Uno de los 50 guías con que cuenta el Museo les explicaba que “en la parte de atrás los bancos tienen cajas para guardar cosas valiosas, adonde no puede ir cualquiera”. En ese sector del Banco los chicos pueden jugar al juego “Armá tu propia caja de seguridad”.
El Museo dispone de un estudio de radio con todos los elementos, donde los chicos, en grupos de seis, preparan y graban programas, por ejemplo entrevistas, donde uno de los chicos desempeña el rol de un reporteado célebre, como Ernesto Sabato o Marie Curie: “Nos interesa que el entrevistado no responda sólo lo que se le ocurra, sino desde el personaje”, explicó Sandra Gutterman, del equipo de educación del museo. Para que sepan qué decir, se les ofrecen fichas biográficas sobre los entrevistados.
También hay un estudio completo de televisión, con cámaras, micrófonos, consola de dirección, escenografías, todo de última generación. “Se les ofrecen cuatro opciones de programa: ‘Buenos Aires de ayer’, ‘Alunizaje’, ‘Ecología’ o ‘Programa periodístico’”, dijo Gutterman. En este caso no hay libretos pero, el viernes, los chicos de 12 años lograron reproducir un programa muy similar al del doctor Mariano Grondona.
Y hay un supermercadito perfecto lleno de mercadería de juguete, donde los chicos cumplirán consignas como: “1) Retirá 20 pesos del cajero automático del banco y hacé tus compras. 2) Pagá en la caja. 3) Dejá el dinero que te sobró en la caja ‘vuelto’”. Allí también participarán en actividades como el amasado de pan.
Y hay una fábrica de latas de gaseosa, un colectivo, un subte, una hamburguesería, una sala de redacción de diario completa, un foro deencuentro ciudadano para debates y un recorrido de tuberías al que los chicos podrán entrar por un inodoro gigante.
“La idea es que cada ambiente sea un disparador de actividades –dice Mariana Edelsztain, directora del Museo del Niño–; es el primer museo de niños tematizado del mundo.” Alicia Camilioni, supervisora pedagógica del museo, observó que “el tema del museo es la ciudad: los chicos podrán ir independientemente, siempre acompañados por sus padres, o en grupos escolares: la idea es que el chico en el museo se interese por temas que continuará viendo en la escuela”.

MUSEO DE CIENCIAS EN LA UNIVERSIDAD DE LANUS
Experiencias al alcance de todos

Por P.L.

t.gif (862 bytes) ¿Qué abriga más: una camiseta gruesa o dos que, superpuestas, alcancen similar grosor? Para saber la respuesta, habrá que esperar a que, dentro de un par de meses, se inaugure el Museo de Ciencias de la Universidad Nacional de Lanús. Proyectado como un “activador cultural” de la zona, se propone, desde mostrar a los chicos las bases de la ciencia en la vida cotidiana, hasta asesorar a pequeños empresarios sobre tecnologías de punta, y enseñar, a todos, por qué los fracasos pueden ser un bien.
El Museo se construirá en el predio de los antiguos talleres ferroviarios de Remedios de Escalada. Aunque la edad promedio de los visitantes se prevé en 12 a 14 años, el Museo de Ciencias atenderá desde chicos preescolares hasta amas de casa, que podrán hacer talleres de nutrición; maestros y empresarios de la zona, que podrán recibir asesoramiento sobre tecnologías de punta en su Unidad de Transferencia Tecnológica. “Queremos que sea un activador cultural en el sur del Conurbano, territorio herido por la desocupación y la falta de ofertas culturales”, afirma Eduardo Averbuj, co-director del Museo.
“Se tratará de vincular la experiencia científica con experiencias cotidianas de la gente”, explica Averbuj. Por ejemplo, ¿por qué, cuando uno se ducha, la cortina de la bañera tiende a meterse hacia adentro? “Porque el movimiento del agua de la ducha arrastra el aire, entonces la presión atmosférica desciende y la presión del aire exterior a la bañera desplaza la cortina; es similar a lo que ocurre en una bomba de vacío, o en las alas de los aviones, que suben porque arriba de las alas la presión es menor que abajo”, explica Averbuj.
O bien: ¿por qué la llama de un fósforo es amarilla y la del gas es azul? Para contestar esta pregunta, como para saber qué camiseta ponerse, hay que esperar que se inaugure el museo. “La función central del museo de ciencias no es enseñar sino perplejizar”, precisa Averbuj.
El museo incluirá también un “viaje por las escalas”, donde el visitante, en boxes especialmente diseñados, se convierte en un Gulliver y cada cambio de tamaño lo vincula con una ciencia: “Si uno se achica diez veces, la ciencia dominante es la zoología de animales pequeños; si se achica cien veces, el estudio de los insectos; mil veces, el estudio de los microorganismos. Si se agranda cien veces, predomina el discurso del urbanismo; si lo hace un millón de veces, empieza la astronomía”.
Se trata de que el contacto con el pensamiento científico no sirva sólo para hacer ciencia: “Uno de los resultados debería ser que no haya demasiada angustia ante los fracasos: en la investigación se aprende que cada fracaso forma parte de los bienes que uno posee”, enseña Averbuj.

 

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