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Lo que sigue es un fragmento de las charlas con formato de reportaje que mantuvieron el periodista Ulises Gorini y Osvaldo Bayer y que desembocaron en un libro donde el autor de La Patagonia rebelde reflexiona sobre la utopía, la relación entre los intelectuales y el poder, la autocrítica y la violencia política. --En un programa radial lo llamaron para hablar sobre casos de corrupción en las décadas del 30 y el 40, el caso Chande y el de las tierras de El Palomar, y cuando lo cruzaron con el ex diputado radical Jesús Rodríguez, usted no desaprovechó la ocasión para reclamarle una autocrítica del radicalismo sobre esos casos. A pesar del paso del tiempo, ¿corresponde pedir autocríticas? ¿Por qué reclamar autocríticas a los que no protagonizaron esos hechos, aunque pertenezcan al mismo partido? --Porque son necesarias. Porque si no se realizan es como si se respaldaran esas acciones. Y los negociados, como cualquier otro crimen, no se pueden respaldar. Es un deber de ellos y ganarían muchísimo en vez de perder. Pero son temas tabú. Lo mismo les pasa a los peronistas. Por ejemplo, el tema de la amistad de Perón con Jorge Antonio, que es uno de los principios de la corrupción de todo ese régimen. Otro es el tema del suicidio de Juan Duarte. Son cosas muy difíciles de hablar con los peronistas porque empezaron a investigar después del golpe militar de Aramburu y, entonces, tienen razón, de alguna manera, en cuanto a que fue una especie de acción gorila contra el peronismo. Pero eso no invalida la verdad histórica: las cosas ocurrieron. Otra cuestión: ¿de dónde Perón sacó su fortuna? Todo esto es imposible de discutir porque inmediatamente uno es señalado como gorila. Jamás he sido gorila, jamás he sido antiperonista, pero tampoco soy peronista. Se trata en cambio de la verdad.
--El ex diputado radical Rodríguez le contestó que eso estaba desde hace rato en manos de la Justicia y que además ya había pasado mucho tiempo. --No es respuesta. El radicalismo como cualquier otro partido debe reflexionar autocríticamente porque se trata de hechos cometidos por sus líderes históricos. Entonces, hay que saber bajar del pedestal a esos héroes o, por lo menos, mostrarlos en sus rasgos humanos, con sus enormes defectos. ¿Quién es el responsable de los crímenes de la Patagonia? Es el señor Yrigoyen. Con la respuesta de Rodríguez de que hace tiempo ocurrieron los hechos, lo reivindicaríamos también a Videla. También fue hace tiempo. Uno de los males de la Argentina es el no tener memoria. "Déjelo, ya se ha muerto", dicen como argumento. O como me respondió Rodolfo Terragno. Me dijo que "no es el momento de meterse con Yrigoyen. No para tapar los temas actuales, sino para marcar una línea de ética. Es decir, se les está diciendo a los mismos políticos que hay que mantener una línea ética en toda la vida porque si no pueden ser juzgados moralmente por los crímenes o por las faltas a la democracia que tuvieron. Si no, ¿qué sentido tiene la historia?
--¿Qué autocríticas están pendientes en la Argentina? --La primera de todas es la Campaña al Desierto. Esta es una cosa que, a la luz de los documentos, se ve realmente como horrible. Se repite lo más pernicioso de la conquista española. Si uno hace el análisis del lenguaje de los documentos del general Roca, a uno se le ponen los pelos de punta, como argentino y como ser humano. Me refiero sobre todo al informe que hace él ante el Congreso de la Nación, donde dice: "Los perseguiremos a los indios hasta el último rincón de la Patagonia". La pregunta que cabe es ¿por qué va a perseguirlos hasta el último rincón de la Patagonia?, ¿acaso no hay tierra suficiente para que ellos también puedan vivir en paz? ¿No se podía llegar a otra forma de colonización? Había muchos otros modelos para seguir antes de hacer lo que anunciaba Roca.
--¿Existían esos modelos realmente? ¿No está juzgando hechos desde la perspectiva y la moral del presente? --No. Si no hubo otro modelo, no por ello teníamos que seguir lo que habían hecho España o Inglaterra. Pero mi juzgamiento es principalmente a la Iglesia, que guardó silencio. Los tan alabados salesianos se callaron la boca ante todos los crímenes cometidos, y después con los aborígenes hicieron lo de la Madre Teresa de Calcuta. La historia no tiene que basarse en el pensamiento criminal de los gobernantes de esa época. Por supuesto que el hecho ya está hecho, pero tenemos que bajar a los criminales de los monumentos. Bajémoslos del monumento porque el pensamiento ya es otro: es de humanismo, de unidad. No podemos seguir poniendo como héroes a las personas que tuvieron siempre a Chile como a un enemigo. Ahora hay que elevar a héroes a aquellos que nos enseñaron que las fronteras nunca tuvieron un sentido. A eso voy. Lo hecho hecho está. Pero el señor Roca continúa siendo alabado por los historiadores y lo que hay que decir es la verdad, que lo que hizo es un crimen. De lo contrario no se podría hacer ninguna crítica histórica. Estaríamos diciendo que lo que hicieron los señores de la tierra, durante la Edad Media, con los campesinos, estaba bien hecho porque era una cuestión de época. La historia tiene que servir para construir una época de superación de todos los hechos y, entonces, no podemos seguir rindiéndoles culto a los autores de todos esos genocidios.
--Conectando esta reflexión con el tema de las autocríticas, recordará que a los quinientos años de la llegada de Colón a América, el rey de España pidió perdón a los indios. Y, hace muy poco, el presidente de los Estados Unidos pidió perdón a los africanos por la esclavitud a los que los sometió su país en el siglo pasado. ¿Qué piensa de esas autocríticas? --Suenan hipócritas. Porque lo primero que tendrían que hacer, en una verdadera autocrítica, es resarcirlos de las cosas que les fueron robadas. Estados Unidos tendría que calcular todo lo que trabajaron los africanos esclavizados para ellos y devolvérselo a Africa de alguna manera. Lo mismo España para el caso de los indios e, incluso, actualmente a los pueblos latinoamericanos. De otro modo, es absoluto cinismo. La autocrítica es válida cuando se paga por lo que se hizo y los pueblos del Primer Mundo tienen suficiente dinero como para ir resarciendo los daños que se hicieron.
--¿Es realmente posible lo que está diciendo? ¿Cómo calcular esa reparación? --Todo es calculable. Se puede hacer una estimación de la fuerza de trabajo y de lo que esa fuerza produjo. No digo que se pague en cincuenta años, pero sí que se inaugure una corriente de beneficiar a todos los descendientes de todas las víctimas de la explotación. Sería una ayuda legítima al desarrollo. La ayuda actual, que comienza después de la segunda guerra, es interesada: se ayuda al desarrollo allí donde después se pueden obtener beneficios. --Volviendo a las posibilidades de juzgar los hechos históricos, me sigo preguntando si no hay que atenerse más a las circunstancias de ese momento que a la moral de nuestra época... --Por supuesto que es fundamental la circunstancia histórica, pero de todas formas no se los puede dejar de interpretar a la luz de los principios éticos, que son invariables. Soy un partidario del aprendizaje de la historia. Queda muy bien ser escéptico, siempre ha quedado muy bien ser escéptico, da cierta pátina de sabiduría. Yo, en el fondo, soy un profundo escéptico y tengo que, realmente, darme muchas alas para terminar con mi escepticismo. A veces digo que en el llanto de un niño ya está todo expresado. Lo que le espera en la vida, lo que es la vida está expresado en ese llanto desconsolado del niño, que pareciera que se da cuenta de que no sirve de nada vivir, que vamos a terminar en la enfermedad, en la muerte repentina o en el olvido total y absoluto. Entonces, ese llanto desconsolado del niño nos tiene que llevar a la sabiduría de tratar de construir algo positivo, mientras vivamos esto tan efímero y tan maligno que nos rodea. ¿Cómo puedo reaccionar cuando, de pronto, como hace poco, recibo la información de la muerte de una chica alemana que nos ayudó a los exiliados argentinos, que ayudó a las Madres, sin conocer el país argentino, con un desprendimiento tremendo? Ella se había casado, tenía dos hijos pequeños y de pronto se muere. Como quien va al mercado, ella se murió de un ataque al corazón. Entonces, ante esta evidencia, ante esto que no se puede discutir y que no te permite ninguna defensa, se pregunta uno aquello de "¿todo para qué?". Tenemos que reaccionar al revés, ya que todo es así, tratemos de ser lo más generosos posible, por lo menos para vivir este corto tiempo, esta cosa tan pasajera que es la vida, vivirla con dignidad. (...).
--Hay sin embargo un viejo dicho que sostiene que "la principal lección que la humanidad puede aprender de la historia es que la humanidad aprende las lecciones de la historia". --Claro, así es. Pero la discusión debe estar en cómo podemos aprender de la historia. ¿O hay que ser absolutamente pesimista? No, se puede aprender. Lo que pasa es que se aprende demasiado poco y demasiado lento. Hay oportunidades históricas en las que de pronto pareciera que se pierde todo el conocimiento adquirido, como fue el caso del nazismo o la bomba de Hiroshima. Es una lucha continua, pero no hay que cejar, por ello de que el único paraíso es el camino al paraíso.
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