Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


UNA MESA REDONDA CON SIETE ESCRITORES Y UN SOLO LEMA: ¿HA MUERTO EL LECTOR?
Si el lector murió, ¡viva el autor!

Más allá de cierto formalismo organizativo, los escritores analizaron con ironía la posibilidad del apocalipsis literario.

na19fo01.jpg (8907 bytes)

Por Cecilia Bembibre

t.gif (862 bytes)  Siete escritores se reunieron el sábado a la noche en la Feria del Libro, para imaginar lo peor de sus pesadillas literarias: "¿Ha muerto el lector?". Para comenzar, en la sala asignada había ciento cincuenta asistentes --¿ciento cincuenta lectores?-- esperando ansiosos una respuesta casi metafísica. El dramatismo de la pregunta convocante fue tomado con calma en la mesa redonda: no hubo autores irguiéndose iracundos de sus sillas ante la impertinencia de la frase, ni se exhibieron reveladoras estadísticas de libros vendidos versus libros leídos, ni siquiera se mencionó que los lectores hacen de entrevistadores en algunos programas de televisión. Cautela e ironía fueron las estrategias con que los escritores reunidos enfrentaron la posibilidad del apocalipsis.

"Si contesto que el lector ha muerto, el lema de la feria (del autor al lector) podría quedar trunco (del autor al...) o incluso transformarse en "del autor al fallecido". Y me pregunto quién lee ese millón de libros que ha comprado un millón de personas que asiste cada año a la feria", reflexionó, entre risas de los asistentes, Isidro Blaisten. Reconoció que la cuestión no es nueva: "Hace unos años dije que en este país nadie lee, todo el mundo escribe. Hoy puedo llegar a las siguientes conclusiones: primero, nadie lee. Segundo, todo el mundo escribe. Nadie lee lo que el otro escribe, y algunos ni siquiera leen lo que ellos mismos escriben".

"Nos han venido dando una serie de noticias fúnebres: la muerte del lector, de la literatura, de la novela... no me gusta la literatura profética", sostuvo, más seria, Liliana Díaz Mindurri. La ganadora del Premio Planeta se mostró descreída: "Tampoco creo que el estado de cosas cambie porque un millón y pico de personas intente despertar la conciencia de los lectores argentinos", pero se vio obligada a resumir su exposición por falta de tiempo: Josefina Delgado, coordinadora de la mesa, dejó en claro que la defunción o no del lector debía ser definida, sí o sí, en una hora exacta. La reciente ganadora del Premio Planeta acató la consigna, y pasó directo las conclusiones. "No hay literatura sin lector; sin él escribir es solamente un fenómeno narcisista, masturbatorio, que no tiene sentido. Un mundo sin lectores es inmensamente más sórdido", concluyó.

Martín Caparrós inició su exposición rebelándose contra una luz muy potente que apuntaba a sus ojos ("A esta altura estoy dispuesto a confesar cualquier cosa") y no desdeño los vaticinios. "Va a surgir pronto una especie de nuevo Quijote, cuando algún artista que tenga veinte o treinta años menos que yo, pueda emplear su habilidad para manejar las nuevas tecnologías para hacer arte", expuso, quizás para reanimar a los oyentes después de concluir la primera parte de su exposición con un "el lector no ha muerto: se ha convertido en escritor". La frase era el remate de una anécdota. El escritor conoció a una lectora emblemática, que no temía definirse como tal en presencia de conocidos escritores. "Pero la semana pasada me llegó su primer manuscrito", se lamentó.

A Alicia Steimberg, sin embargo, el tema no le parecía desesperante. "El lector como abstracción no me interesa. Sí, hay gente que no lee, no es una novedad, y eso no los hace peores que nosotros", comentó, tajante. Omar Mindurri había dicho que la imagen emblemática de la literatura argentina de los últimos tiempos eran dos sillas. Una ocupada por Ernesto Sabato y la otra, por Adolfo Bioy Casares. "Hoy una está vacía", señaló. Eduardo Gudiño Kieffer retomó la idea: "No creo que a muchos escritores les gustaría estar sentado en una de esas sillas. Lo ideal sería ver la literatura como un intercambio, un espacio con sillas desparramadas, escritores sentados en el suelo, y unas cuantas camas", comentó.

El cambio de soporte, reconocieron los exponentes, es origen de grandes temores. "La idea de la muerte del lector está vinculada con las computadoras. Creo que no hay que asustarse de los nuevos soportes: el que "baja" un texto de Internet también lee", tranquilizó Liliana Heker, quien recordó lo sucedido en el pasado con el cambio de rollos a códices. "Lo que uno se pregunta si todavía existe es ese lector capaz de enriquecerse con la lectura, frente a un mercado editorial que propone indiscriminadamente a los libros como objetos de consumo", continuó. Según la escritora, si el lector no ha muerto, por lo menos se diluyó hasta hacerse casi invisible: "El sistema oculta al lector. De ahí esa pesadilla de suponer que ha muerto. El lector es, en realidad, un ser solitario que se las arregla como puede para rastrear los libros que le interesan". Cecilia Szperling, en representación de los autores con una sola obra publicada, agregó: "Es importante tener en cuenta que la reconstrucción de esa trama tiene que hacerse desde 1999, y eso significa buscar estrategias de marketing y distribución que apunten a ese público no tan visible, que aparece en eventos como el festival de cine independiente".

Las conclusiones dejaron ver algo de esperanza. Blaisten precisó: "Confío en que el lector nunca muera. Hay que respetarlo y no abrumarlo. Si no, corremos el riesgo de que nuestros libros permanezcan con el señalador eternamente puesto en la página once, al lado de la mesita del televisor". El tiempo se agotaba y los lectores presentes vivían una paradoja: les era imposible demostrar su existencia con palabras, hacerse visibles a través del diálogo con los autores, porque la sala esperaba otra conferencia. De la charla quedó claro, al menos, que el lema de la feria no puede ser más cierto: "Del autor al lector". Que está vivo, pero no tiene tiempo para preguntar.


LOS EDITORES ESPERAN QUE ESTA SEMANA LEVANTEN LAS VENTAS
Menos público que el año pasado

 

Por C.B.

t.gif (862 bytes) Con la experiencia de los primeros días de la feria a cuestas, el sábado y ayer se hacían los pronósticos iniciales en los stands. "El primer día --por el viernes-- fue mucho más flojo que el año pasado. Hoy estamos vendiendo bien. En nuestro stand la gente compra, sobre todo, Borges, Bioy Casares y los best sellers de Robin Cook", contó a Página/12 José Mejica, de Emecé. En El Ateneo coincidían con la ausencia de un público masivo los dos primeros días, y en Planeta estimaban "alrededor de un 20 por ciento menos de público en relación al año pasado. La sensación general es que falta gente". En ese stand, como en todos, se anticipaba la llegada de uno de los escritores invitados, Paulo Coelho. Uno de los principales atractivos de la exhibición es la posibilidad de encontrarse con los autores. Y la firma de libros, reconocen los editores y libreros, es además del plus de la feria, cada vez más un incentivo para las ventas. De ahí que se desplieguen todo tipo de estrategias de marketing para promocionar la llegada de los escritores: se anuncia por altavoz, se reparten volantes, se multiplica su rostro en portadas y carteles. "La Fundación El Libro programó dos o tres veces más eventos que el año pasado", comentaron los empleados de Planeta.

Históricamente, el primer fin de semana de la feria hay poca gente. Los editores esperan con impaciencia la llegada de los días más fuertes, a partir de pasado mañana. Cristian Petz, a cargo del stand de las editoriales Alfaguara, Taurus y Aguilar señaló que no había habido grandes sorpresas en lo que va de la exposición: "lo que más se busca es ficción, y en nuestro stand, dentro de ella los clásicos de todos los años, como Cortázar. Están teniendo buena repercusión las obras de mujeres latinoamericanas, y el último libro de Carlos Fuentes", comentó.

Construir un perfil de los lectores es una de las tradiciones de los encargados de los stands, que registran los cambios de actitud a lo largo de los años. "La gente, en general, viene con el título del libro en la mano", reconoce Raúl Robledo, de Planeta. "Los asistentes de sábados o días de semana son muy distintos a los de los domingos" puntualizó Néstor Rodríguez, en el stand de Riverside (Anagrama, Taschen, Siruela), quien estimó que las ventas de esas editoriales estaban al mismo nivel que las de 1998. "Los de los sábados son habitúes, pelean por el precio, saben lo que quieren; los de los domingos vienen aquí de paseo, por curiosidad", distinguió. En relación a las ventas, Rodríguez evaluó que "la feria este año promete, pero no puede ser una isla".

 

PRINCIPAL