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El fiscal de Berna, Juerg Blaser, anunció la continuidad de esa investigación y también reconoció públicamente que sigue indagando sobre un grupo de individuos que podrían haber estado relacionados con el atentado contra la AMIA en 1994. La Justicia suiza comenzó la pesquisa cuando en febrero de 1998 detuvo a dos agentes del Mossad, el servicio secreto israelí, quienes informaron que estaban vigilando a iraníes relacionados con las bombas. La investigación sobre Al Kassar se inició en Barcelona, siguiendo la pista de una fábrica de explosivos plásticos. Allí se detectó una operación en la que aparecía una empresa polaca manejada por un testaferro del traficante de Al Kassar, un amigo del presidente Carlos Menem que consiguió ilegalmente su pasaporte argentino. La teoría suiza era que, tras llegar a Damasco vía Polonia, el explosivo viajó a la Argentina para ser utilizado en el atentado contra la embajada de Israel. Esta hipótesis nunca pudo ser probada, básicamente porque no se encontró ninguna prueba del transporte hacia la Argentina. "Hasta el momento no hay ningún dato concreto que haga firme esa pista", dijo ayer un funcionario de los tribunales federales argentinos instalados en la calle Comodoro Py. En sus declaraciones, Blaser dijo que la Justicia de su país actuaba por pedido de sus colegas argentinos. "Los dos hechos que pedimos que se investiguen, el de los iraníes y el de Al Kassar, están más bien cerrados, porque las pistas resultaron débiles", dijo anoche a este diario uno de los investigadores del caso AMIA. En la Corte Suprema la respuesta fue la misma. El abogado de la AMIA, Luis Dobnievsky, llegará hoy a Berna para constatar sobre el terreno si hubo avances. El caso de los iraníes surgió a mediados de febrero de 1998, cuando cinco agentes del Mossad fueron detenidos en Berna porque estaban espiando ilegalmente a un presunto dirigente del Hezbollah. Un hombre y una mujer se metieron en el sótano de un hotel y empezaron allí a instalar los aparatos de escuchas, cubiertos por otros tres agentes que esperaban en los alrededores. La operación fue fallida porque los israelíes hicieron demasiado ruido, una vecina los vio y finalmente terminaron presos. Ante las autoridades suizas, los agentes argumentaron que espiaban al hombre del Hezbollah por su relación con los atentados de Buenos Aires. Cuando les pidieron los elementos de prueba, los israelíes no pudieron -o no quisieron- aportar nada, por lo que todo derivó en un incidente diplomático. Israel pidió perdón, pero la Justicia suiza siguió investigando. La historia terminó semanas más tarde con la renuncia del jefe del Mossad, general Dani Yalom, responsabilizado por esa y otras operaciones fallidas. "Nosotros pedimos a Berna todos los detalles y solamente nos enviaron recortes de diarios", se quejó ante Página/12 un funcionario judicial argentino. "No había allí ninguna pista consistente", dijo. De todos modos, los investigadores de la causa de la embajada, a cargo de la Corte Suprema, y de la AMIA, a cargo del juez federal Juan José Galeano, se proponen averiguar si, esta vez, Blaser tiene algo nuevo.
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