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El ejército de las sombras kosovar quiere ir a reconquistar su patria

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Soldados del Ejército de Liberación de
Kosovo (UCK) buscan voluntarios entre
refugiados en Albania.


Página/12
en Francia

Por Eduardo Febbro
Desde París

t.gif (862 bytes)  Calificado hace un año como "grupo terrorista" por el representante especial de Bill Clinton para los Balcanes, Robert Gelbard, el UCK, Ushtria Clirimatare ë Kosovës, Ejército de Liberación de Kosovo, ocupa ahora un lugar central en la estrategia de guerra contra Milosevic. ¿Quiénes son? ¿De dónde vienen estos independentistas a quienes el líder de los kosovares moderados, Ibrahim Rugova, denunció como una "creación de los servicios de seguridad", para luego corregir el juicio y definir al UCK en tanto que "grupo de ciudadanos que defienden sus hogares"? Hace apenas un año, el UCK sólo representaba un grupo armado que asumía la responsabilidad del asesinato de un puñado de policías serbios y "colaboracionistas". Ahora, según dice a Página/12 uno de los dirigentes del movimiento que se encuentra en París organizando a los voluntarios, Selaj Yill, "el Ejército cuenta con 30.000 combatientes".

Tal vez demasiados para un movimiento cuya primera gran aparición pública, en el curso del entierro de una maestra asesinada por los serbios, remonta a 1997. Hasta esa fecha, el UCK era conocido con el sobrenombre de "organización fax". Como sus miembros eran invisibles y la única existencia "política" que tenía eran los fax con los que reivindicaba sus acciones, la organización independentista gozaba de poca credibilidad fuera de las regiones en donde operaba.

Sus 30.000 combatientes son, sin embargo, un dato verídico, o lo eran hasta antes de que estallara de lleno el conflicto en la provincia de mayoría albanesa. El UCK controlaba hace unos meses una buena parte de la provincia de Kosovo, pero en escasos 15 días sus bastiones fueron reducidos a la nada por el ejército yugoslavo. La guerrilla kosovar sufrió un revés tanto más "irreparable" cuanto que el éxodo de los kosovares la dejó sin sus principales apoyos: la población local a la cual se integró de manera invisible y de la que recibía el mejor apoyo logístico.

Según varias fuentes occidentales, entre ellas un informe oficial de la ONU, los insurgentes kosovares se armaron sistemáticamente recién en la primavera de 1997, "sirviéndose generosamente de las armas robadas de los arsenales de Albania" durante las revueltas de ese año. 650.000 armas, 2000 toneladas de explosivos y 15 millones de municiones desaparecieron de Albania y el UCK habría recuperado 200 mil armas para sus fuerzas. Pese a contar hoy con muchos voluntarios oriundos de todos los países del mundo, los servicios de información occidentales aseguran que el UCK sólo consta "de un núcleo central de 2000 personas perfectamente entrenadas para combatir. El resto cuenta menos". La llamada "comunidad internacional" tiene tanta necesidad del UCK como desconfianza. La duda persiste acerca de sus "bases reales de financiamiento", tanto más cuanto que desde principio de los años '90 los albaneses controlan el tráfico de droga, principalmente en Alemania y Suiza, donde les "sacaron el negocio de la heroína a los turcos". De allí viene el rumor de los "fondos blancos" de la guerrilla. Xheladin Gashi, jefe de operaciones del UCK, asegura que "no nos hacen falta las tropas de la OTAN. Sólo queremos armas antitanques. Así podríamos pasar a la ofensiva y hacer el trabajo por nosotros mismos". Los combatientes cuentan con un líder joven y carismático, Hashim Thaçi. A sus escasos 29 años, Thaçi no sólo es la figura central de los independentistas sino además un interlocutor "creíble" para Occidente. El dirigente, apodado La Serpiente, apareció durante las negociaciones de paz que se llevaron a cabo en los meses de febrero y marzo pasado en la localidad francesa de Rambouillet imponiendo su línea en contra de los ejes más radicales del movimiento. Con todo, Thaçi sostiene que "sabemos desde hace mucho que sólo la fuerza paga. Nadie morirá por nosotros". Los lazos "identitarios" son la espina dorsal del UCK. En Francia son centenas los kosovares que parten a la guerra. "Es una obligación moral. ¿Cómo les voy a decir a mis hijos que su padre se quedó en el extranjero cuando nuestro pueblo se hacía asesinar?", dice Halim. "Somos un mismo pueblo, con el mismo idioma, las mismas costumbres y el mismo enemigo eslavo", repite Sulejman Ramiz desde sus impacientes 18 años. Un puñado de combatientes espontáneos parte cada semana de París, Berlín, Londres y Madrid. Algunos son refugiados, otros ni siquiera conocen esa región por la que van decididos a morir. Pero lo mismo dicen con orgullo: "Allá, en nuestras montañas, cuando nace un hijo varón, en la cuna se le pone el Corán y un fusil. Así empieza la vida".

 

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