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1. La conquista territorial, el interés geoestratégico, la batalla por las rutas comerciales, los mercados y los yacimientos de materias primas: éstas son las razones clásicas de la guerra. Ninguna de ellas entra en juego en el actual conflicto en Kosovo. De ahí, las especulaciones incrédulas sobre las motivaciones de Occidente. Nuevamente, es la voluntad por impedir que los refugiados fluyan en masa hacia los países occidentales lo que aparece como la razón más sólida --un interés nacional, en el sentido tradicional, pero que nadie está dispuesto a hacer valer en público--. Si los escépticos juzgan inconcebible una guerra por razones humanitarias, su búsqueda de segundas intenciones malévolas por parte de Estados Unidos no dio ningún resultado por el momento. Se trata quizás, de una novedad histórica. 2. Al mismo tiempo, apareció la extraña idea de que se podía hacer la guerra sin tener que lamentar muertos. Pero eso no se ha visto jamás. Una idea así sólo puede germinar en sociedades ricas donde reina la paz, que se imaginan invulnerables frente al azar de la historia. Otro principio nuevo, más allá de los errores: hay que proteger a la población civil. Este es un vuelco sorprendente. En efecto, aún durante la Segunda Guerra Mundial, los bombarderos aliados habían recibido explícitamente, como misión, hacer tantas víctimas civiles alemanas como fuera posible. 3. Sin embargo, cuando se usa la violencia contra la población, los medios saben establecer sus propias diferencias. Así, tres soldados norteamericanos capturados tienen, en la televisión y en la prensa, la misma importancia que una decena o una veintena de serbios heridos o muertos, y éstos, a su vez, cuentan tanto como algunos cientos de miles de kosovares sacados de sus hogares. Según estas evidencias, el valor específico de una vida humana es de una magnitud variable. 4. Un potentado que, como el presidente yugoslavo Slobodan Milosevic, después de más de diez años lleva a su país a la ruina con mucha energía y un éxito considerable, es unánimamente calificado de nacionalista. La destrucción de ese país es aplaudido por sectores enteros de la población. Es un síndrome que debiera hacer recordar ciertas cosas a los alemanes. 5. Mientras reine el acuerdo entre los serbios, las disensiones aparecerán en Occidente en frentes inesperados. En Alemania, los sobrevivientes del movimiento pacifista manifiestan lado a lado con los guerrilleros de un criminal de guerra. Alianzas singulares se forman entre comunistas, gaullistas y la extrema derecha. 6. En los países islámicos, se observan igualmente fenómenos de rechazo. La solidaridad con sus correligionarios albano-kosovares perseguidos deja que desear. Los ricos países petroleros no levantan ni el dedo meñique para ayudar a esos musulmanes expulsados y dejan totalmente en manos de esos infieles de Occidente la tarea de asistirlos. 7. La guerra de los medios se lleva a cabo de manera asimétrica. La CNN invita a los habitantes de Belgrado a expresarse ampliamente y difunde a voluntad sus recriminaciones contra la OTAN. Como todo debate de ideas públicas, es un signo de que Occidente se siente muy fuerte. Las mentiras que profiere la parte serbia parecen irrisorias frente a la censura militar occidental, que se limita a pasar en silencio los hechos indeseables. 8. Las víctimas albano-kosovares de las que tanto se habla consideran que no se les pide su opinión. Nadie parece juzgarlas competentes. Sin embargo, es por su país que se pelea. Ellas conocen a Kosovo mejor que cualquier militar, esté en Bruselas o en Washington. Están familiarizadas con el terreno, extremadamente motivadas y decididamente más determinadas a luchar contra su verdugo que un soldado que viene de Minnesota, de Sheffield o de Mayence. ¿Por qué Occidente no las arma? 9. Con respecto de los problemas del derecho internacional, existe igualmente una solución simple. Hace unos años, los albaneses de Kosovo eligieron con una mayoría aplastante un parlamento y un gobierno. ¿Por qué este último no es reconocido por los países de la OTAN? No es que falten precedentes. El argumento por el cual la intervención de Kosovo atenta contra la soberanía serbia perdería todo el crédito, y la guerra de defensa de los albaneses estaría legitimada desde el punto de vista del derecho internacional. 10. Entre la guerra que llevan a cabo los serbios en
Kosovo y la guerra que lleva a cabo la OTAN arriba de los Balcanes, existe una diferencia
de 400 años. El que quiera tener una idea de los pillajes, de los robos, de las masacres
y de las atrocidades cometidas por los soldados serbios, no debe mirar la CNN sino leer
los relatos sobre la guerra de los Treinta Años (1618-1648). * Escritor y filósofo alemán. Publicado en Libération.
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