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"Conocerás a alguien que te cambiará la vida..."

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El stand de Página/12 propone una futurista máquina expendedora de horóscopos, que tienen forma de boletos. Se aconseja ir con tiempo, porque a veces la cola es más que larga.


t.gif (862 bytes)  El stand de Página/12 de la última edición del siglo de la Feria del libro es decididamente futurista. Entre otras cosas, porque es el único del predio cuyas paredes no aparecen forradas de libros. En cambio, recubiertas por titilantes lamparitas de colores que simulan ser piezas de una gigantesca máquina que adivina el porvenir, las de este stand parecen inspiradas en una improbable versión nacional de "Viaje a las Estrellas", aunque sin el señor Spock. Entre los curiosos que se acercan a las promotoras decididos a jugar en broma el juego de saber el futuro, la mayoría son chicos, que de ellos será el reino de los cielos. Una vez que se encuentran frente al aparato deben introducir un brazo en un oscuro orificio y aguardar, que "la máquina del futuro" expida un gigantesco boleto que llevará la predicción inscripta en uno de sus lados. Los grandes con espíritu lúdico están de parabienes: el mítico hacedor de telenovelas Alberto Migré, hizo el fin de semana, uno más en la multitud, la democrática cola del horóscopo de fin de siglo.

Lo que sorprende a quienes aceptan participar de la propuesta es que las predicciones, a diferencia de las de los horóscopos tradicionales, tienen como único objetivo robarle una sonrisa al portador del boleto. "Yo me creí que era en serio", contaba el domingo por la noche Marta, de 63 años, mientras mostraba, riéndose, un boleto que decía: "Felicitaciones. La lectura de las líneas de tu mano indica que tu destino está en la otra". Mario, que había esperado pacientemente su turno junto a su hija, de 12 años y una sobrina de 11, se retiraba comentando los buenos augurios. Su boleto decían: "El futuro es auspicioso. Logrará todo lo que desea siempre y cuando tenga el auspicio de un sponsor". Las chicas por su parte intercambian los suyos: la hija de Mario le regaló el suyo a la prima, porque éste aseguraba que durante "el próximo siglo conocerá a alguien que lo hará vivir permanentemente en la luna... Literalmente." Y ella, según explicaba, ya tiene novio. En ese momento, una mujer mayor le mostraba el suyo a una de las promotoras vestida con un traje espacial y maquillada con purpurina: "Póngase contento, tendrá un milenio promisorio aunque los primeros cincuenta años se muestran difíciles". "¡Qué bueno", exclamó sorprendentemente. "¡Qué bueno, eso quiere decir que todavía voy a vivir mucho tiempo! En otros boletos se lee: "Conocerás a alguien que te cambiará la vida. Pero no lo votes", o "Felicitaciones, viaje en puerta. El boleto ya lo tenés y es capicúa".

En el stand 539 del pabellón E también pueden adquirirse los siete CD que componen la serie "La historia ésta", de León Gieco, editados el año pasado por Página/12 y el que testimonia el Festival Homenaje a las Madres de Plaza de Mayo en el estadio de Ferro, que incluye el discurso que en esa oportunidad pronunció ante miles de jóvenes Hebe de Bonafini. En el mostrador de ventas, ubicado frente a la "máquina del futuro", se expone, además, una colección de CD roms con imágenes y textos referidos a las historias de los mundiales de fútbol de 1982 a la actualidad, publicados también por este diario, que sabía que el futuro estaba en sus manos.

 

OPINION

Gracias, señores pioneros del rock argentino

Por Andrés Calamaro*

Un sueño hecho realidad ya no es un sueño.
No importa lo que sea esto, ni estoy seguro cuál o cuáles son los sueños, aquello en lo quena24fo02.jpg (8719 bytes) estuve soñando. Pero por afecto a una generación que me sostuvo, que irradió afición pura hasta contagiármela. Y como reconocimiento a mi propia ignorancia, y al descaro de conseguirlo todo, y seguir meado por imaginarios perros gigantes, quiero pensar y recordar lo más posible al querido maestro y compañero: Miguel Peralta Abuelo, otro pedazo de Dylan que la suerte, o los sueños, me pusieron en el camino.
Miguel, que nos regaló la sexta parte de su brillo, para preservarnos de sentirnos brillantes antes de tiempo. ¡¡¡Miguel bandido!!! (Te quiero cada día más, y te reirías de mí si me emociono, o moqueo). Mike: ¡mirame desde tu balcón celeste!
También a Pajarito Zaguri, alma musical bonaerense, eslabón encontrado entre el blues y nosotros. Gracias por reconocer mis veinte años de calle. Los Manal: mi habitual amigo Gabis, Alejandro, a pesar de las malas compañías y... Javier.
Javier: te debemos la mitad de todo.
Moris: acústico y eléctrico varón del rock.
Pappo: el primero bueno, el que escondía respeto y amistad, que tenía guardados.
Ciro: compañero mío. Nebbia... sombreros de colores para usted.
La poesía de ustedes-ellos sirvió, también, para que yo enfrentase a la leyenda Bob Dylan con la frente alta, dado la talla, para reconocernos del mismo planeta: ya sea en el cielo o en la tierra, pero del mismo barrio, de una misma madera.
No basta con la voluntad, se trata de creer y creer.
Ellos escribieron con huevos y libres. Aquellos eran tiempos difíciles. Sepan estimados descubridores y fundadores de un rock, que me siento orgulloso por ustedes, que quisiera que sepan, que mañana, cuando me empate con Dylan, en calidad de subalterno, voy a dedicarles, humildemente, mi gloria.
Voy a emocionarme y ser sensible a las melodías, a las obras de los temerarios inventores espontáneos del rock nuestro (y mío) para siempre. En el mundo me van a envidiar por ser descendiente musical de la generación de las pensiones y la Perla, por mirar hacia atrás, y sentirme apoyado en una tradición improbable, pero posible.
Y que tres ángeles, llamados Miguel, Federico y Luca, sobrevuelen las narices de los dos. La gloriosa nariz del chico más fiel a la verdad, más propio, más terrible. Y la humilde nariz (bromas aparte) de éste, que acá confunden con un imitador de El. Si lo que siempre canté fueron las canciones de mis profesores predecesores, que son las que sé de memoria.
Nunca fui parte de los años primeros.
Mañana, pues, canto pensando que estoy en la cueva de Pueyrredón.

* Texto escrito en un brote de entusiasmo, en la madrugada del domingo, antes de un show en Málaga, como telonero de Bob Dylan.

 

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