El stand de
Página/12 de la última edición del siglo de la Feria del libro es decididamente
futurista. Entre otras cosas, porque es el único del predio cuyas paredes no aparecen
forradas de libros. En cambio, recubiertas por titilantes lamparitas de colores que
simulan ser piezas de una gigantesca máquina que adivina el porvenir, las de este stand
parecen inspiradas en una improbable versión nacional de "Viaje a las
Estrellas", aunque sin el señor Spock. Entre los curiosos que se acercan a las
promotoras decididos a jugar en broma el juego de saber el futuro, la mayoría son chicos,
que de ellos será el reino de los cielos. Una vez que se encuentran frente al aparato
deben introducir un brazo en un oscuro orificio y aguardar, que "la máquina del
futuro" expida un gigantesco boleto que llevará la predicción inscripta en uno de
sus lados. Los grandes con espíritu lúdico están de parabienes: el mítico hacedor de
telenovelas Alberto Migré, hizo el fin de semana, uno más en la multitud, la
democrática cola del horóscopo de fin de siglo.Lo que sorprende a
quienes aceptan participar de la propuesta es que las predicciones, a diferencia de las de
los horóscopos tradicionales, tienen como único objetivo robarle una sonrisa al portador
del boleto. "Yo me creí que era en serio", contaba el domingo por la noche
Marta, de 63 años, mientras mostraba, riéndose, un boleto que decía:
"Felicitaciones. La lectura de las líneas de tu mano indica que tu destino está en
la otra". Mario, que había esperado pacientemente su turno junto a su hija, de 12
años y una sobrina de 11, se retiraba comentando los buenos augurios. Su boleto decían:
"El futuro es auspicioso. Logrará todo lo que desea siempre y cuando tenga el
auspicio de un sponsor". Las chicas por su parte intercambian los suyos: la hija de
Mario le regaló el suyo a la prima, porque éste aseguraba que durante "el próximo
siglo conocerá a alguien que lo hará vivir permanentemente en la luna...
Literalmente." Y ella, según explicaba, ya tiene novio. En ese momento, una mujer
mayor le mostraba el suyo a una de las promotoras vestida con un traje espacial y
maquillada con purpurina: "Póngase contento, tendrá un milenio promisorio aunque
los primeros cincuenta años se muestran difíciles". "¡Qué bueno",
exclamó sorprendentemente. "¡Qué bueno, eso quiere decir que todavía voy a vivir
mucho tiempo! En otros boletos se lee: "Conocerás a alguien que te cambiará la
vida. Pero no lo votes", o "Felicitaciones, viaje en puerta. El boleto ya lo
tenés y es capicúa".
En el stand 539 del pabellón E también pueden adquirirse los siete CD
que componen la serie "La historia ésta", de León Gieco, editados el año
pasado por Página/12 y el que testimonia el Festival Homenaje a las Madres de
Plaza de Mayo en el estadio de Ferro, que incluye el discurso que en esa oportunidad
pronunció ante miles de jóvenes Hebe de Bonafini. En el mostrador de ventas, ubicado
frente a la "máquina del futuro", se expone, además, una colección de CD roms
con imágenes y textos referidos a las historias de los mundiales de fútbol de 1982 a la
actualidad, publicados también por este diario, que sabía que el futuro estaba en sus
manos.
OPINION
Gracias, señores pioneros del rock argentino
Por Andrés Calamaro*
Un sueño hecho realidad ya no es un sueño.
No importa lo que sea esto, ni estoy seguro cuál o cuáles son los sueños, aquello en lo
que estuve soñando. Pero por afecto a una generación que me sostuvo, que
irradió afición pura hasta contagiármela. Y como reconocimiento a mi propia ignorancia,
y al descaro de conseguirlo todo, y seguir meado por imaginarios perros gigantes, quiero
pensar y recordar lo más posible al querido maestro y compañero: Miguel Peralta Abuelo,
otro pedazo de Dylan que la suerte, o los sueños, me pusieron en el camino.
Miguel, que nos regaló la sexta parte de su brillo, para preservarnos de sentirnos
brillantes antes de tiempo. ¡¡¡Miguel bandido!!! (Te quiero cada día más, y te
reirías de mí si me emociono, o moqueo). Mike: ¡mirame desde tu balcón celeste!
También a Pajarito Zaguri, alma musical bonaerense, eslabón encontrado entre el blues y
nosotros. Gracias por reconocer mis veinte años de calle. Los Manal: mi habitual amigo
Gabis, Alejandro, a pesar de las malas compañías y... Javier.
Javier: te debemos la mitad de todo.
Moris: acústico y eléctrico varón del rock.
Pappo: el primero bueno, el que escondía respeto y amistad, que tenía guardados.
Ciro: compañero mío. Nebbia... sombreros de colores para usted.
La poesía de ustedes-ellos sirvió, también, para que yo enfrentase a la leyenda Bob
Dylan con la frente alta, dado la talla, para reconocernos del mismo planeta: ya sea en el
cielo o en la tierra, pero del mismo barrio, de una misma madera.
No basta con la voluntad, se trata de creer y creer.
Ellos escribieron con huevos y libres. Aquellos eran tiempos difíciles. Sepan estimados
descubridores y fundadores de un rock, que me siento orgulloso por ustedes, que quisiera
que sepan, que mañana, cuando me empate con Dylan, en calidad de subalterno, voy a
dedicarles, humildemente, mi gloria.
Voy a emocionarme y ser sensible a las melodías, a las obras de los temerarios inventores
espontáneos del rock nuestro (y mío) para siempre. En el mundo me van a envidiar por ser
descendiente musical de la generación de las pensiones y la Perla, por mirar hacia
atrás, y sentirme apoyado en una tradición improbable, pero posible.
Y que tres ángeles, llamados Miguel, Federico y Luca, sobrevuelen las narices de los dos.
La gloriosa nariz del chico más fiel a la verdad, más propio, más terrible. Y la
humilde nariz (bromas aparte) de éste, que acá confunden con un imitador de El. Si lo
que siempre canté fueron las canciones de mis profesores predecesores, que son las que
sé de memoria.
Nunca fui parte de los años primeros.
Mañana, pues, canto pensando que estoy en la cueva de Pueyrredón.
* Texto escrito en un brote de entusiasmo, en la madrugada
del domingo, antes de un show en Málaga, como telonero de Bob Dylan. |
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