Erman
González confirmó ayer, con una sola declaración, dos propósitos del Gobierno respecto
del régimen jubilatorio: eliminar la PBU (Prestación Básica Universal) y, aún más,
acabar definitivamente con el sistema de reparto, que hasta el momento se mantiene como
opción para quienes no desean adherir al sistema de capitalización individual. Que el
ministro de Trabajo haya ratificado estas intenciones tiene especial significado, porque
ya no se trata de proyectos impulsados por cerebros ultraliberales provenientes del CEMA,
como son Roque Fernández (Economía) y Carola Pessino (Equidad Fiscal).
Los trabajadores sufrirán así una doble consecuencia. Por un lado, perderán la
posibilidad de elegir entre un sistema y otro, lograda cuando el Parlamento impuso esa
disyuntiva, no contemplada en la reforma original que elaborara Cavallo. Además, los
asalariados deberán contar con jubilaciones más reducidas, al suprimirse la PBU (hoy
establecida en 200 pesos mensuales), que sólo subsistirá, bajo otra denominación, para
los haberes más bajos.
Quizá porque estas innovaciones dolorosas deben adornarse siempre con algún elemento
seductor, Erman sugirió que, una vez eliminado el régimen de reparto, el Estado
buscaría algún mecanismo (habló de una garantía) para que puedan ser
incorporados al sistema los trabajadores en negro, y para que los autónomos que no
alcancen los 30 años de aportes, o carezcan de regularidad en sus contribuciones, puedan
tener derecho a algún beneficio. Llegó la hora de reflexionar sobre el futuro del
actual régimen. Tenemos un sistema mixto, pero estamos viendo el camino para que el
privado sea el único, afirmó el ministro.
Al inaugurar el Primer Seminario de Beneficios Previsionales, González dio
implícitamente su respaldo a la eliminación de la PBU, que figura como un compromiso con
el FMI, al mencionar que aun en ese caso se está pensando en reemplazarla por una
prestación compensatoria social. Sin embargo, según Erman la desaparición de la
PBU afectaría sólo a quienes se incorporen al sistema previsional después de sancionada
la ley que disponga esa supresión, para no afectar la seguridad jurídica de los
incorporados hasta ahora.
No obstante esta afirmación del ministro, la jurisprudencia lo contradice, porque ha
establecido que los derechos del trabajador respecto de su retiro sólo se convierten en
adquiridos en el momento de jubilarse. Por ende, tanto la PBU como cualquier otro
beneficio contemplado en la legislación puede según el criterio de los
jueces abolirse hasta un día antes del pase a situación pasiva sin afectar
derechos adquiridos. Esta manera de ver las cosas favorece los retoques a un
régimen que, como el previsional, debería mantenerse estable en el largo plazo.
La nueva reforma que impulsará el Ejecutivo busca responder a la desfinanciación del
sistema. A partir de la reforma de 1994, el Estado perdió como recurso los aportes de los
trabajadores, que pasaron a las AFJP, y luego fue efectuándoles quitas a las
contribuciones patronales como modo de reducir los costos de producción, para aumentar la
competitividad y combatir el alto desempleo. Aun habiendo resignado estos ingresos, el
Estado debe atender el pago de las jubilaciones otorgadas previamente a la reforma (agosto
de 1994), más la PBU y la Prestación Complementaria, que también rigen para el sistema
de capitalización.
Como las cuentas no cierran, y la Nación absorbió además deficitarias cajas
provinciales, el FMI presiona para cerrar esta fuente de desbalance fiscal, buscando
formas de recortar los beneficios a cargo del erario.
¿Hay que acabar con el regimen publico? |
Un esquema sin garantía
Claudio Lozano, economista de la CTA
El anuncio del Gobierno forma parte de la lógica del proceso iniciado en 1994, más
allá del disfraz con el cual se lo quiso encubrir. Como, por ejemplo, la restricción
impuesta a quienes se anotaron en una AFJP para que puedan retornar al sistema de reparto.
Eliminar la jubilación estatal es perjudicial y demuestra que el Gobierno quiere imponer
un esquema previsional sin garantías de una cobertura para los jubilados. Y, al mismo
tiempo, vemos que cada vez una mayor cantidad de gente no puede aportar a las
administradoras. Y corre el riesgo de no recibir su jubilación cuando llegue el momento
de retirarse del mercado laboral. Con este proyecto, el Gobierno busca desligarse de su
responsabilidad previsional para poder garantizar un determinado nivel de déficit de las
cuentas públicas. Esto es lo que le está imponiendo el Fondo Monetario. El sistema de
capitalización es lamentable. Su destino no es resolver los problemas de la previsión,
sino que responde al objetivo de financiar un mercado de capitales.
El Congreso no lo aprobará
Eduardo Santín, diputado de la UCR, especialista en temas previsionales
El Gobierno está alejado de la realidad. Lanza un proyecto claramente perjudicial
para la gente justo en momentos en que el sistema de capitalización está revelando que
no es de lo más eficiente. La iniciativa va a contramano de las necesidades del público:
en estos momentos, la gente está preocupada por los ahorros que lleva perdidos por la
caída de los mercados. Este esquema fue ideado para los países emergentes con el
objetivo de crear un mercado de capitales. Pero en Europa, por ejemplo, existe el sistema
de reparto; y el de capitalización es optativo. De todas maneras, es prácticamente
imposible que el plan anunciado por Erman tenga éxito en el Congreso. El Gobierno vive
presionado por el FMI para cumplir con las metas fiscales, pero lo cierto es que en el
recinto están a punto de debatirse proyectos que, al contrario de los deseos oficiales,
tienden a flexibilizar el actual sistema de capitalización. No se puede dejar en manos
del mercado los ahorros de los futuros jubilados.
Es lo más acertado
Aldo Abram, economista de la consultora Exante
Sería acertado eliminar el sistema de reparto. Los contribuyentes no tenemos por
qué asegurar con el pago de nuestros impuestos la rentabilidad de los futuros jubilados.
La obligación del Estado debería pasar únicamente por asegurar una retribución mínima
al sector de la población con menores recursos. Para eso se pagan los impuestos. Pero no
es justo que una persona que gana 4000 pesos mensuales termine cobrando la Prestación
Básica Universal de 200 pesos, financiada con los impuestos de los contribuyentes. El
papel del Estado debe reservarse a otros fines, como un normal funcionamiento de los
hospitales o que la gente de menores recursos tenga una jubilación digna. El único
problema que veo de la eventual desaparición del sistema de reparto es que, durante un
tiempo, el Estado podría sufrir un shock de desfinanciamiento debido a que no le
llegarán los aportes previsionales pero, simultáneamente, tendrá la obligación de
seguir abonando a los jubilados antiguos |
|