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Por Cecilia Bembibre "Publicar La sangre derramada fue muy tranquilizador para mí; hacía mucho tiempo que daba vuelta en torno de la violencia. Es un libro `Gandhi', muy pacifista, que en definitiva propone rebelarse contra el poder de un modo completamente diferente al violento de los años setenta." El escritor José Pablo Feinmann concretó en la Feria del Libro una especie de antesala de la presentación oficial de su ensayo, aunque con la libertad de un evento sin consigna fija. Sentado frente al crítico Jorge Lafforgue, Feinmann dio incluso a sus lectores la oportunidad de preguntar sobre el amplio espectro de sus actividades: "ensayista, dramaturgo, escritor, periodista, guionista", según la enumeración de su interlocutor. "Los guiones de cine los escribo pensando en los honorarios", se sinceró Feinmann, quien trabajó los textos de películas como Los últimos días de la víctima (basada en su primera novela), y Eva Perón. "En general tengo una atención muy clara en relación a que una frase no es perfecta hasta que no es musicalmente perfecta", comentó. Y dejó clara su desaprobación por el costumbrismo que copó la pantalla chica. "Mis guiones están lejos de coloquialismos que hacen estragos en el cine y la televisión. Este método me trae problemas con algunos intérpretes, pero no con todos: en Eva Perón, los actores se peleaban por decir los textos tal como habían sido escritos. Los coloquialismos tal vez lleguen directo al corazón de la gente, pero deterioran la calidad literaria del texto", afirmó. Su labor como ensayista sirvió como introducción a comentarios sobre su libro más reciente, La sangre derramada, en el que plantea "posturas éticas ausentes en los planteos de los '70. No vende vidrios de colores sobre la utopía". El proyecto, explicó, fue proponer el ejercicio de "una resistencia al poder desde donde se lo puede cuestionar sin esgrimir armas. Cuando uno mata, entra en la lógica de los asesinos, y eso no tiene retorno". Feinmann enmarcó la gestación de la obra en relación con su militancia personal. "En los '70 la izquierda peronista representaba el esfuerzo más desesperado de la izquierda por acercarse al pueblo. Los libros de esa época son muy apasionados; era nuestro esfuerzo por llegar a ese pueblo inasible. La sangre derramada es crítica respecto de los extremos a los que se puede llegar a través de la violencia; propone la necesidad de una rebelión pacífica y organizativa." A esa altura de la charla, los asistentes se mostraban curiosos. Tras elogios de una lectora cordobesa "harta de los costumbrismos en televisión, porque representan sólo una porción de los habitantes: los porteños", la primera pregunta inquirió el modo de encarar la resistencia a la que alude en el marco de políticas globales. "No podemos luchar contra la globalización, hoy no hay lugar para la idea de la transformación total", contestó Feinmann. "Lo que podemos hacer es reivindicar pequeñas causas, negadas por la grosería mercantilista de la globalización: la defensa de las minorías sexuales y de la mujer, por ejemplo. Las Madres de Plaza de Mayo, las organizaciones de derechos humanos son ejemplo de cómo se pone en práctica la rebelión sin violencia." El autor fue más lejos: "Creo que la Argentina corre serio riesgo de disolución porque la globalización del siglo XX ya no requiere de los estados nacionales". Su tarea como columnista de Página/12 fue uno de los temas que más interesaron al auditorio. "El periodismo le da al escritor cierta repentización", comenzó Feinmann. "A la vez, en esos textos se da el punto máximo de unión entre literatura y periodismo. Creo que hay algo valioso en haber podido llevar Hegel a la contratapa de un diario, o de basarse en conceptos propuestos por Descartes, Guattari o Marx para analizar fenómenos puntuales como las tapas de personajes del año de la revista Gente", ilustró. Al respecto, acotó con una sonrisa: "El odio que siento por Susana Giménez es enormemente dinamizador para escribir esas notas".
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