El País
de Madrid
Por Xavier Vidal Folch
Desde Bruselas
El
secretario general de la Alianza Atlántica, Javier Solana, explica en esta entrevista
realizada en la mañana del jueves, a punto de cumplirse un mes de la intervención
militar aliada, y minutos antes de volar para Washington que los planificadores
militares de la OTAN ya están elaborando el plan de la operación militar terrestre en
Kosovo. Actualizan el borrador elaborado hace un año. Contempla dos hipótesis: la
entrada en Yugoslavia de la fuerza militar internacional de pacificación con permiso de
Belgrado, o cuando el acuerdo no se haya alcanzado todavía, es decir, sin
permiso, también con misión de combate. Pero de momento la estrategia aliada sigue
circunscrita a los ataques aéreos.
¿Impulsará la cumbre la intervención terrestre?
Lógicamente se convertirá en una cumbre fundamentalmente centrada sobre la
situación de Kosovo. Los jefes de gobierno analizarán la situación y demostrarán de
forma colectiva, como han hecho individualmente, su determinación para ver esta
operación terminada de la manera que la comunidad internacional ha decidido que termine,
logrando los cinco puntos: cese de las persecuciones, retirada de las fuerzas serbias,
retorno de los refugiados, autonomía para Kosovo, entrada de una fuerza militar
internacional que garantice la seguridad de todos. La cumbre no tomará ninguna decisión
de encargar la puesta al día de los planes, porque los planes se actualizan de forma
natural. Una de las obligaciones que tienen los mandos militares es poner al día todas
las opciones que políticamente han sido aprobadas. Por tanto, en la cumbre no habrá
decisión en esa dirección, porque ya se está haciendo.
¿Se está haciendo?
Sí, todas las opciones se mantienen al día.
Lo que aún no se ha hecho es entrar en un plan detallado terrestre.
Depende de qué entendamos por detallado. La última concreción de los
planes depende de la evolución real del conflicto. Hay una parte del plan que no se puede
concretar hasta que no se analizan todas las coordenadas del problema en el momento en que
se va a tomar la decisión.
Acaba de declarar que era imposible contemplar una intervención terrestre sin
seguir mermando previamente la capacidad operativa de Milosevic con la actual campaña
aérea. ¿Ha matizado su posición tradicional? ¿Es ahora más favorable a la
intervención terrestre?
No, realmente no. Una operación terrestre está contemplada desde el principio, con
dos objetivos, garantizar la seguridad de Kosovo y el retorno de los refugiados. ¿En qué
condiciones se produciría esa actuación? Puede producirse en un entorno más permisivo
(con acuerdo explícito o tácito de Belgrado) o en una situación más difícil, en la
que el acuerdo no se haya alcanzado todavía.
Los mandos militares aliados pidieron grandes refuerzos cuando aún no habían
pasado tres semanas de campaña. ¿Es que el plan de la operación aérea era militarmente
insuficiente, o políticamente demasiado optimista, al prever una rápida cesión de
Belgrado?
El plan estaba hecho para una campaña que lógicamente debía ir in crescendo, si
ello resultaba necesario. Una campaña creciente, sujeta al ritmo necesario de
intensificación, pero siempre dentro de los mismos objetivos, debilitar el aparato
militar y policial de Milosevic.
Cuentan con los hombres más calificados y la mejor tecnología y, sin embargo, se
han producido errores, ¿por qué?
Cuando se han producido, los hemos lamentado profundamente y los hemos reconocido.
También quiero decir que no ha habido en la historia una operación militar que se haya
realizado con mayor cuidado para evitar daños a civiles. Me gustaría poder dar a conocer
las órdenes con que vuelan los pilotos, son absolutamente estrictas y la prueba es que
muchas veces se vuelven sin haber lanzado sus bombas. Cuando esto acabe, se podrán
conocer.
Las guerras se desbrozan en el aire, pero se ganan por tierra.
Depende. En cualquier caso, la campaña aérea es absolutamente necesaria, ya sea
para disminuir las capacidades militares y policiales de Milosevic a fin de que acepte las
condiciones, ya sea para que en una situación de mayor debilidad, el riesgo de las
fuerzas de seguridad internacionales sea menor.
¿La resurrección de la hipótesis de intervención terrestre responde a un intento
de recuperar la desventaja de haber anunciado que estaba descartada, lo que dio
seguridades a Belgrado?
La estrategia que los gobiernos han decidido es la que se está llevando a cabo, y
no hay ninguna razón para cambiarla. Los gobiernos están comprometidos, unánimemente y
más allá de su composición ideológica, a llevarla hasta el final. Esta es una batalla
contra la barbarie que están decididos a ganar. Lógicamente, todas las opciones deben
estar abiertas, pero la estrategia no se va a cambiar.
Salvo que sea imprescindible.
Eso va de suyo.
Entrar por tierra, ¿no sería caer en una trampa, ante un Ejército entrenado desde
la época de Tito a defender el terreno palmo a palmo?
Nadie quiere hacer la guerra a Serbia. Los 19 no están luchando contra los serbios,
sino contra un dictador que ha demostrado con creces su brutalidad y que representa todos
los valores contrarios a ellos.
¿Asumirían las opiniones públicas el costo en vidas humanas que supone entrar por
tierra?
No se lo puedo decir. Lo que veo con claridad es que las opiniones públicas, con
carácter mayoritario, comparten con sus gobiernos la decisión de que esta barbarie debe
acabarse. Comprenden perfectamente lo que está en juego. No está en juego el petróleo
ni las materias primas, ni la conquista de un territorio, ni la apertura de nuevas rutas
comerciales. Nada de eso. Aquí lo único que está en juego son unos valores humanos y
unos principios democráticos. Si no los defendiéramos, Europa entraría en una
bancarrota moral. Los ciudadanos europeos no se han recuperado del todo de lo que en
cierta manera supuso un fracaso en la guerra de Bosnia, y están dispuestos a que eso no
se vuelva a repetir. No es posible que Europa entre en el siglo XXI sin tener la estatura
moral suficiente como para que de su territorio quede excluida la barbarie.
No todo el mundo lo tiene así de claro.
No sólo hay que proclamar los principios y los valores. Hay que estar también
dispuestos a defenderlos. Una nueva generación de líderes europeos, que no hizo la II
Guerra Mundial y es hija de 1968, está demostrando que es capaz de hacer ambas cosas,
proclamarlos y defenderlos.
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