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OPINION
Las encuestas y la guerra
Por Rosendo Fraga *

La guerra de Vietnam introdujo la imagen de la guerra en la televisión, incorporando el peso inmediato de la opinión pública sobre las decisiones político-militares. Las imágenes de tropas sufriendo bajas al atacar una colina dominada por el Vietcong hacían que los norteamericanos vivieran la guerra en “vivo y en directo”.
Dos décadas después, el conflicto del Golfo introduce el activo rol de las encuestas de opinión en la toma de decisiones en el ámbito bélico. El gradual crecimiento semana a semana del apoyo a la intervención militar en el Golfo fue precediendo y acompañando las acciones bélicas.
Esto plantea una secuencia en función de la cual a veces se opera para que la opinión pública acompañe decisiones políticas y otras sucede a la inversa, ya que las decisiones políticas pueden ser consecuencia de la presión generada por los estados de opinión.
Pero las encuestas también pueden determinar qué tipo de operación militar debe realizarse. Tomando un caso hipotético extremo, el llamado “Síndrome de Vietnam” plantea que si se tiene un centenar de bajas en pocos días, ganando el conflicto, ello puede ser considerado un éxito por la opinión pública. Pero la mitad de esas bajas a lo largo de un centenar de días, con las dramáticas imágenes de los cadáveres llegando por vía aérea envueltos en la bandera, pueden no ser toleradas por el público, transformando en derrota lo que podría haber sido un éxito militar.
Incluso un plan de operaciones que produzca más bajas en menos tiempo debería ser preferido a otro que implique menos bajas en más tiempo, porque las imágenes de una secuencia gradual y prolongada hacen perder el apoyo inicial de la opinión pública.
Un ejemplo de este proceso ha sido la intervención de las Naciones Unidas en Somalia en 1992, de la cual llegaron a participar 24.000 soldados norteamericanos. Cuando ese año la CNN transmitía en el noticiero de la mañana –que el norteamericano promedio ve mientras desayuna– las imágenes de los niños raquíticos muriendo de hambre, una encuesta telefónica –en Estados Unidos un sondeo por este medio de 1200 casos tiene un error de sólo el 3 por ciento– indagaba acerca de si había que mandar tropas a este país para terminar con el drama. A las nueve de la mañana, la computadora disparaba las llamadas y a media mañana ya estaba el resultado de un abrumador apoyo a la intervención, el que era difundido en el noticiero del mediodía.
Pero cuando en la primera semana de octubre de 1993 la CNN proyectaba a los televidentes norteamericanos las imágenes del cadáver de un marine que era vejado por una banda somalí, como consecuencia de la fracasada incursión para capturar al general rebelde Mohamed Farah Aidid, que causó un centenar de bajas, entre muertos y heridos, a las tropas norteamericanas que actuaban bajo mando de la ONU, la secuencia se repetía, pero con un resultado inverso. El sondeo telefónico ya a media mañana daba cuenta de la opinión mayoritaria de retirar las tropas y este resultado era difundido en el noticiero del mediodía.
El cambio de opinión fue determinante de la decisión de retirar las tropas norteamericanas del país africano y dar por finalizada la intervención.
El conflicto que se desarrolla en la ex Yugoslavia muestra un uso intenso de los sondeos de opinión para medir la repercusión de eventuales acciones militares o para mostrar la necesidad de ir modificando la opinión pública para que las acompañen. Sin llegar al extremo del senador republicano Bob Dole, que aconseja a Clinton dar “licencia a todos sus encuestadores y ser un líder de veras, capaz de elecciones difíciles pero necesarias, como hacen sus colegas europeos”, la realidad muestra que todos los países de la OTAN miden casi diariamente el estado de la opinión pública frente al conflicto.
Es así como, al promediar el mes de abril, el 78 por ciento de la opinión pública de los Países Bajos apoya los bombardeos de la OTAN, el 73por ciento en Francia aprueba la participación militar de su país en el conflicto y el 65 por ciento está de acuerdo con el envío de tropas terrestres, si los ataques aéreos fracasan, cuando una semana antes lo hacía el 57 por ciento. En el caso de Alemania, el 64 por ciento apoya los ataques aéreos, aunque el 60 por ciento se opone a la participación de tropas terrestres.
En Estados Unidos, el sondeo realizado por Gallup para la CNN y el diario USA Today en la tercera semana de abril muestra que el 61 por ciento está a favor de los bombardeos contra Serbia, cuando al comenzar marzo dicho porcentaje era del 50 por ciento. En caso de que fracasaran los ataques aéreos para someter a Milosevic, el 52 por ciento aprueba los ataques terrestres, cuando a fines de marzo dicho porcentaje era del 31 por ciento, mientras que el 43 por ciento está de acuerdo en las acciones terrestres en este mismo momento.
Es decir que, a lo largo del mes de abril, la opinión pública de los países de la OTAN ha aumentado considerablemente el apoyo tanto a los bombardeos como a la posibilidad de un ataque terrestre contra Serbia, teniendo las imágenes de televisión un rol importante –si no decisivo– en esta tendencia.
La combinación de la democracia de masas con los medios de comunicación masivos establece una constante interacción entre la opinión pública y las decisiones políticas y las encuestas son un instrumento o canal de esta interacción.
La guerra es una decisión política extrema y en el mundo moderno se encuentra condicionada o incluso determinada por el fenómeno que combina los medios con las encuestas y las decisiones políticas, cada vez con mayor velocidad.

* Director del Centro de Estudios para la Nueva Mayoría.

 

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