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SUBRAYADO

Un general que naufraga

Por Mario Wainfeld


t.gif (862 bytes)  Enfrentó a los padres del conscripto Omar Carrasco ante las cámaras de televisión. Usó el programa "Tiempo Nuevo" (Q.E.P.D.) de Bernardo Neustadt para difundir su autocrítica, seguramente el hecho más saliente de su carrera política, el que hará que sea recordado dentro de una o dos décadas. Salió corriendo hacia Tribunales para llevar él mismo documentos que le reclamaban jueces federales (y nunca se privó de preavisar a los fotógrafos). El general Martín Balza es muy consciente de la importancia de los medios y despliega numerosas tácticas con varios factores comunes (él elige cuándo y cómo hablar, siempre conserva la iniciativa) y un designio estratégico: robustecer su imagen de "militar de la democracia", un hombre de armas llano, austero (veraneos en Mar del Plata, cenas en Montecattini), cortés y --¿por qué no?-- deportista y de buena planta.

Y a fe que lo hace bien. Pero hace rato que hay preguntas que no puede responder. Las primeras son las referidas al contrabando de armas a Croacia y Ecuador. Mucho se ha esmerado el jefe del Ejército por desvincular a su arma (y a sí mismo) de toda responsabilidad, pero lo cierto es que no menos de la mitad del material bélico faltante pertenecía al Ejército y es cada vez menos consistente imaginar que él pudiera ignorar la existencia de la operación. La honestidad y austeridad de Balza tampoco clausuran el debate ya que, a esta altura, lo más grave no es la violación del embargo bélico ni los retornos, ni los precios siderales por productos truchos (hechos obviamente tremendos), sino la tragedia de Río Tercero en la que cada vez es más verosímil pensar en un atentado para disimular faltantes en inventario. O sea: varios homicidios para esconder un negociado. Un cuadro de situación que hace inadmisible que se siga dilatando --como Balza pretende-- su citación en Tribunales.

Otro tema que deja sin labia al general Balza es la denuncia del escritor Juan Gelman, sobre la participación del general Eduardo Cabanillas en el centro de detención clandestino Automores Orletti. Balza esquiva verificar la denuncia, con argumentos formales y leguleyos. No quiere asumir que tiene un represor al lado y obrar en consecuencia. El otro día, una periodista de este diario le propuso un razonamiento tan simple como certero: "Si Cabanillas le dijo a usted que no estuvo en Orletti y en un expediente militar en el '77 dijo lo contrario, evidentemente hay una incongruencia, una mentira". El general no supo qué decir, contestó vaguedades, descolocado frente a las cámaras, un teatro de operaciones que suele manejar bien.

Suele creerse y decirse que la arena mediática es pura simulación, artificio, que con maquillaje y buen discurso todo se puede. Y a veces es así. Pero la relación entre política, verdad y medios es más ardua. Y la verdad, que no tiene remedio, suele prevalecer sobre los camuflajes. Que lo diga, si no, el más que presentable jefe de Ejército, hábil dialoguista y experto nadador, quien pese a sus innegables recursos viene naufragando arrastrado por el peso de dos hechos que no quiere o no puede explicar.

 

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