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PRIVILEGIO DE DOS AMIGOS DE MENEM, ARBITROS EN YACIRETA
Qué bueno es fijarse uno mismo el sueldo

Henry Kissinger y Mariano Cavagna Martínez, que mediarán en el reclamo de 1500 millones de pesos planteado por el consorcio que realizó la obra civil de la represa binacional, gozan de la prerrogativa de establecer sus propios honorarios. Cómo
llegó Cavagna.

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Mario Cavagna Martínez, ex miembro de la Suprema Corte de Justicia. (arriba)
Henry Kissinger, ex jefe del Departamento de Estado, hoy lobbista (izquierda)


Por Cledis Candelaresi

t.gif (862 bytes)  Los árbitros de Yaciretá, el lobbista Henry Kissinger y el ex juez de la Corte Suprema Mariano Cavagna Martínez, tienen entre manos una misión trascendente, no sólo por la envergadura de los reclamos sino por la posibilidad de cobrar suculentos e imprecisables honorarios. La resolución de la Entidad Binacional Yaciretá que designa al ex camarista en lugar de Héctor Masnatta reforzó las atribuciones de los mediadores y omitió toda base para calcular sus remuneraciones. Si éstas, como se previó originalmente, se hubiesen fundado en el Reglamento de Arbitraje Internacional, habrían asegurado para cada laudador 900 mil pesos, libres de gastos. Como esto podría parecerles poco, ahora no se sabe cuánto cobrarán.
Masnatta fue postulado con firmeza por la Cancillería y el ministerio de Economía. Finalmente, el 28 de agosto pasado, el Comité Ejecutivo de la EBY, a cargo de Jorge Pedreira, lo designó como árbitro en representación del Estado argentino “por su amplia experiencia y su calidad de integrante de Organismos Internacionales de Conciliación y Arbitraje, entre ellos del Tribunal Arbitral Internacional de Salto Grande y de la Comisión de Conciliación del Tratado de Límites con Chile”.
La misma resolución –que requería el aval del Consejo de Administración de la entidad binacional– disponía que el Comité Ejecutivo de la EBY debía “preacordar” los honorarios y los gastos sobre los parámetros de la Cámara de Comercio Internacional. Según la grilla prevista por la Corte Internacional de Arbitraje de la CCI, sobre un reclamo que suma 1500 millones a cada árbitro le correspondería, como se indicó arriba, alrededor de 900 mil pesos.
Pero la resolución 903 del 9 de febrero cambió ésta y otras condiciones, ampliando las atribuciones del árbitro. Esta norma –emitida ya con Raúl Reali como director ejecutivo y cuando Yaciretá había sido transferida de la órbita de Economía a la de la Secretaría General de la Presidencia– ignoró el respaldo que Guido Di Tella y Roque Fernández habían otorgado a Masnatta. En su lugar nombró a Cavagna Martínez, quien ya dio sobradas pruebas de ser un fiel soldado del presidente, como cuando resignó su lugar en la Suprema Corte para permitir una negociación con el radicalismo.
En alusión a los honorarios, la 903 sólo sostiene que se tomarán en cuenta “los usos y costumbres aplicables a los arbitrajes internacionales”, sin ninguna mención expresa a la Cámara de Comercio y, por consiguiente, a la escala impuesta por ella. Gianfranco Rizzo, gerente general de Eriday, el consorcio constructor que plantea el reclamo, dio una pauta ante Página/12 de la amplia facultad que insinúa aquella norma. “Los árbitros fijarán sus propios honorarios y hasta decidirán quién debe pagarlos: si el Estado o nosotros”, explicó el empresario.
Esta última resolución amplía otras atribuciones de los laudadores. La de agosto, por ejemplo, proponía la creación de un grupo de trabajo binacional de apoyo al arbitraje, que debería expedirse por escrito “sobre los aspectos económicos de los reclamos en cada oportunidad”. Pero esa especie de equipo de contralor finalmente no se creó.
La contratista asegura que todo está dentro lo previsto y de un marco de legalidad. A punto tal que si Kissinger y Cavagna no arribaran a un entendimiento, los reclamos sobre Yaciretá podrían quedar en manos de la Organización de Estados Americanos.

 

Además de caro, peligroso

Por C.C.
Los honorarios de los árbitros no son, con todo, la peor amenaza que se cierne sobre las arcas públicas. El mayor riesgo es en sí mismo el arbitraje como procedimiento para resolver sobre los 1500 millones de pesos que Eriday le reclama al Estado. La gran duda es por qué Carlos Menem no hizo nada por eludir una mediación, cuando la mayor parte de esas demandas empresarias ya fueron fundadamente rechazadas por varios organismos oficiales, incluidos los cuerpos directivos de la propia Entidad Binacional de Yaciretá.
Eriday, contratista civil, reclama por varios conceptos, que van desde el desagio sobre los importes cobrados a una compensación por hiperinflación, adicional a la que el grupo ya recibió. De este modo, por una obra originalmente presupuestada en 1500 millones, el consorcio demanda otros tantos, al margen de los 1800 que admite haber embolsado hasta la fecha.
La Sindicatura General de la Nación, el ingeniero consultor (técnico del Banco Mundial), los comités directivos y de administración de la EBY y la secretaría de Energía rechazaron casi todas esas pretensiones. Sin embargo, Eriday encontró un buen argumento para someter la cuestión a la voluntad de árbitros: la entidad binacional no rechazó formalmente los reclamos que le fue elevando la contratista dentro de los 60 días posteriores a su presentación, tal como consigna el contrato.
Antes de que Menem aceptara públicamente este camino para resolver la controversia, el jefe de Gabinete, Jorge Rodríguez, advirtió en uno de sus periódicos informes al Congreso que ésa era una salida riesgosa para el Estado. No sólo por “la incertidumbre de todo juicio”, sino porque el grupo se negaba a facilitar toda la documentación necesaria para juzgar sus demandas.


Hasta Dromi se asombra

Por C.C.
Roberto Dromi fue consultado por Eriday, contratista civil de Yacyretá, y por el Gobierno –al que perteneció como ministro de Obras y Servicios Públicos en la primera etapa del menemismo– sobre los reclamos que ese consorcio le plantea al Estado. Página/12 le preguntó si creía que el arbitraje es la mejor solución para este problema. Su opinión es que no.
“Creo que no hacía falta llevar esto a arbitraje –respondió–, aunque lo prevé el contrato. Porque las cosas están suficientemente claras. Hay ítem exigidos que realmente se le deben al consorcio, como el desagio. (Domingo) Cavallo estuvo cerca de arreglar este tema. Pero los montos eran otros. La empresa pretende mucho más de lo que le corresponde. No sé de dónde salen unos 1000 millones de dólares. En un país sin inflación, ¿qué tasa de interés aplican?”
Además del desagio, la empresa reclamaba por la comida de los empleados, que según contrato debía pagarla el Estado. “El problema es la cotización de esa comida –dice Dromi–. Los reclamos existían ya cuando yo era ministro de Obras Públicas. Entonces el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, quiso saber durante una reunión con el de Economía, Néstor Rapanelli, si los obreros de Yacyretá comían sandwiches de centolla.”

 

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