Por Cledis Candelaresi
Los
árbitros de Yaciretá, el lobbista Henry Kissinger y el ex juez de la Corte Suprema
Mariano Cavagna Martínez, tienen entre manos una misión trascendente, no sólo por la
envergadura de los reclamos sino por la posibilidad de cobrar suculentos e imprecisables
honorarios. La resolución de la Entidad Binacional Yaciretá que designa al ex camarista
en lugar de Héctor Masnatta reforzó las atribuciones de los mediadores y omitió toda
base para calcular sus remuneraciones. Si éstas, como se previó originalmente, se
hubiesen fundado en el Reglamento de Arbitraje Internacional, habrían asegurado para cada
laudador 900 mil pesos, libres de gastos. Como esto podría parecerles poco, ahora no se
sabe cuánto cobrarán.
Masnatta fue postulado con firmeza por la Cancillería y el ministerio de Economía.
Finalmente, el 28 de agosto pasado, el Comité Ejecutivo de la EBY, a cargo de Jorge
Pedreira, lo designó como árbitro en representación del Estado argentino por su
amplia experiencia y su calidad de integrante de Organismos Internacionales de
Conciliación y Arbitraje, entre ellos del Tribunal Arbitral Internacional de Salto Grande
y de la Comisión de Conciliación del Tratado de Límites con Chile.
La misma resolución que requería el aval del Consejo de Administración de la
entidad binacional disponía que el Comité Ejecutivo de la EBY debía
preacordar los honorarios y los gastos sobre los parámetros de la Cámara de
Comercio Internacional. Según la grilla prevista por la Corte Internacional de Arbitraje
de la CCI, sobre un reclamo que suma 1500 millones a cada árbitro le correspondería,
como se indicó arriba, alrededor de 900 mil pesos.
Pero la resolución 903 del 9 de febrero cambió ésta y otras condiciones, ampliando las
atribuciones del árbitro. Esta norma emitida ya con Raúl Reali como director
ejecutivo y cuando Yaciretá había sido transferida de la órbita de Economía a la de la
Secretaría General de la Presidencia ignoró el respaldo que Guido Di Tella y Roque
Fernández habían otorgado a Masnatta. En su lugar nombró a Cavagna Martínez, quien ya
dio sobradas pruebas de ser un fiel soldado del presidente, como cuando resignó su lugar
en la Suprema Corte para permitir una negociación con el radicalismo.
En alusión a los honorarios, la 903 sólo sostiene que se tomarán en cuenta los
usos y costumbres aplicables a los arbitrajes internacionales, sin ninguna mención
expresa a la Cámara de Comercio y, por consiguiente, a la escala impuesta por ella.
Gianfranco Rizzo, gerente general de Eriday, el consorcio constructor que plantea el
reclamo, dio una pauta ante Página/12 de la amplia facultad que insinúa aquella norma.
Los árbitros fijarán sus propios honorarios y hasta decidirán quién debe
pagarlos: si el Estado o nosotros, explicó el empresario.
Esta última resolución amplía otras atribuciones de los laudadores. La de agosto, por
ejemplo, proponía la creación de un grupo de trabajo binacional de apoyo al arbitraje,
que debería expedirse por escrito sobre los aspectos económicos de los reclamos en
cada oportunidad. Pero esa especie de equipo de contralor finalmente no se creó.
La contratista asegura que todo está dentro lo previsto y de un marco de legalidad. A
punto tal que si Kissinger y Cavagna no arribaran a un entendimiento, los reclamos sobre
Yaciretá podrían quedar en manos de la Organización de Estados Americanos.
Además de caro, peligroso Por C.C.
Los honorarios de los árbitros no son, con todo, la peor amenaza que se cierne sobre las
arcas públicas. El mayor riesgo es en sí mismo el arbitraje como procedimiento para
resolver sobre los 1500 millones de pesos que Eriday le reclama al Estado. La gran duda es
por qué Carlos Menem no hizo nada por eludir una mediación, cuando la mayor parte de
esas demandas empresarias ya fueron fundadamente rechazadas por varios organismos
oficiales, incluidos los cuerpos directivos de la propia Entidad Binacional de Yaciretá.
Eriday, contratista civil, reclama por varios conceptos, que van desde el desagio sobre
los importes cobrados a una compensación por hiperinflación, adicional a la que el grupo
ya recibió. De este modo, por una obra originalmente presupuestada en 1500 millones, el
consorcio demanda otros tantos, al margen de los 1800 que admite haber embolsado hasta la
fecha.
La Sindicatura General de la Nación, el ingeniero consultor (técnico del Banco Mundial),
los comités directivos y de administración de la EBY y la secretaría de Energía
rechazaron casi todas esas pretensiones. Sin embargo, Eriday encontró un buen argumento
para someter la cuestión a la voluntad de árbitros: la entidad binacional no rechazó
formalmente los reclamos que le fue elevando la contratista dentro de los 60 días
posteriores a su presentación, tal como consigna el contrato.
Antes de que Menem aceptara públicamente este camino para resolver la controversia, el
jefe de Gabinete, Jorge Rodríguez, advirtió en uno de sus periódicos informes al
Congreso que ésa era una salida riesgosa para el Estado. No sólo por la
incertidumbre de todo juicio, sino porque el grupo se negaba a facilitar toda la
documentación necesaria para juzgar sus demandas.
Hasta Dromi se asombra
Por C.C.
Roberto Dromi fue consultado por Eriday, contratista civil de Yacyretá, y por el Gobierno
al que perteneció como ministro de Obras y Servicios Públicos en la primera etapa
del menemismo sobre los reclamos que ese consorcio le plantea al Estado. Página/12
le preguntó si creía que el arbitraje es la mejor solución para este problema. Su
opinión es que no.
Creo que no hacía falta llevar esto a arbitraje respondió, aunque lo
prevé el contrato. Porque las cosas están suficientemente claras. Hay ítem exigidos que
realmente se le deben al consorcio, como el desagio. (Domingo) Cavallo estuvo cerca de
arreglar este tema. Pero los montos eran otros. La empresa pretende mucho más de lo que
le corresponde. No sé de dónde salen unos 1000 millones de dólares. En un país sin
inflación, ¿qué tasa de interés aplican?
Además del desagio, la empresa reclamaba por la comida de los empleados, que según
contrato debía pagarla el Estado. El problema es la cotización de esa comida
dice Dromi. Los reclamos existían ya cuando yo era ministro de Obras
Públicas. Entonces el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, quiso saber durante una reunión
con el de Economía, Néstor Rapanelli, si los obreros de Yacyretá comían sandwiches de
centolla. |
|