Se fugó y no vuelve Por Julio Nudler |
Una cosa son los argentinos, y otra la Argentina. Es lo mismo que con los empresarios (ricos) y las empresas (pobres). Que como consignábamos en el último Panorama Económico, Página/12 del sábado los argentinos tengan afuera más de 87 mil millones de pesos (o dólares), según cálculos y estimaciones de ignota precisión, no significa gran cosa para el país. Ni siquiera puede contarse con que traigan los intereses que ganan. Al hecho puede dársele una lectura de izquierda o una de derecha, según se prefiera. Para un izquierdista, esos capitales expatriados prueban el carácter perverso de la burguesía, que no reinvierte en el país las ganancias y ni siquiera tributa los impuestos que corresponden. La fuga de capitales es una manifestación más de la injusticia del sistema. Lo que corresponde hacer es localizar esos fondos y ajustar cuentas con sus dueños. Los voceros de la derecha ven, en cambio, en el mismo fenómeno una demostración de las malas políticas económicas dirigistas, inflacionarias que padeció la nación. Fueron ellas las que ahuyentaron los capitales, de modo que lo inteligente es ofrecerles el puente de plata de un blanqueo gratuito para que se reinserten en la economía argentina, ahora que ésta encontró el rumbo. Además, hay que bajar los impuestos y flexibilizar el mercado laboral para que la rentabilidad sea más alta en el país que afuera, porque si no los capitales seguirán yéndose. Mientras unos claman por justicia y otros por impunidad, ninguno podrá conseguir que la plata que se voló retorne mientras no se le antoje hacerlo. Aunque en el fondo daría lo mismo que fuera esa plata u otra cualquiera, fugada de quién sabe dónde. Al fin de cuentas, de algún lado salió el mar de dinero que se agita en los mercados globalizados. |