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Por Pedro Lipcovich Casi la mitad de los enfermos de sida en la Argentina se contagiaron por compartir jeringas contaminadas al inyectarse drogas. Pese a que esta proporción es superior a la internacional, no existen en el país los programas de reducción de daños, que consisten en entregar jeringas nuevas, sin hacer preguntas, como método para prevenir el contagio. Los usuarios de drogas deben comprar las jeringas en las farmacias, donde tienen que lidiar con otro obstáculo: el prejuicio de muchos farmacéuticos, que quieren esquivar a los adictos como potenciales clientes. Mientras tanto, una organización no gubernamental puso en marcha el primer programa de prevención del VIH/sida en farmacias, del que ya forman parte 24 establecimientos porteños, con personal entrenado para ayudar a estas personas. Yo empecé en mi farmacia. Ni sabía qué era la reducción de daños. Empecé entregándoles jeringas aunque no tuvieran plata, relató el brasileño Marcelo Cambaúva, director de Relaciones Corporativas de la Red Farma100 de Sao Paulo, en el marco de las Primeras Jornadas sobre Prevención del VIH/sida en la Farmacia, en Buenos Aires. El había tenido sus motivos: Cuatro amigos míos se hicieron adictos a drogas endovenosas y murieron de sida. Cambaúva convenció a otros farmacéuticos, se conectó con una organización no gubernamental dedicada al tema y, en 1997, puso en marcha un proyecto piloto de reducción de daños en farmacias, que incluía entrega de jeringas. La actual crisis económica brasileña cortó los fondos para distribución gratuita de jeringas en farmacias. De todos modos el Programa Nacional de Sida de Brasil mantiene, en casi todos los estados, puestos sanitarios de distribución, que entregan gratuitamente kits con jeringa, agua destilada, algodón con alcohol, hipoclorito de sodio (lavandina, para desinfectar la jeringa en caso de reutilización), un preservativo y un folleto sobre prevención. Según destacó a Página/12 Graciela Touzé, coordinadora de la Asociación Civil Intercambios, está demostrado internacionalmente que los programas de reducción de daños no promueven las adicciones; apuntan a reducir los daños asociados al uso de drogas, antes que a eliminar el uso en sí mismo, y funcionan como puente para que los usuarios puedan iniciar tratamientos para poner fin al consumo. Funcionan en la mayor parte de Europa, Canadá, Australia, Brasil. En nuestro país todavía no hay ningún programa que incluya la entrega de jeringas, pese a que, según señaló hace pocas semanas el ministro de Salud, Alberto Mazza, la proporción de infectados con VIH por compartir jeringas es, en la Argentina, superior a la de las estadísticas internacionales. Las principales drogas que se inyectan son cocaína, alcohol, anfetaminas y medicamentos a base de codeína. Además del VIH, las hepatitis B y C configuran una epidemia pavorosa entre los usuarios de drogas, señaló Touzé. A los usuarios de drogas les resulta difícil conseguir jeringas limpias, incluso pagándolas. El farmacéutico puede llegar a espantar a estos clientes por sentir que al atenderlos convalida el uso de drogas, o puede temer que se le llene la farmacia de drogadependientes, y no ha faltado alguno que, al desesperado que se presenta a las 3 de la mañana, le vende por tres pesos una jeringa que vale 50 centavos, explicó Touzé. A partir de esta situación, la Asociación Intercambios puso en marcha un programa de capacitación para farmacéuticos y empleados de farmacia, que obtuvo el apoyo de las entidades profesionales que los representan y el aval de Lusida, organismo del Ministerio de Salud que subsidia programas no gubernamentales contra el sida. Veinticuatro farmacias porteñas ostentan ya el cartel con el dibujo de la jeringuita y el forro: Si tenés dudas, en esta farmacia te podemos informar. La folletería incluye consejos para desinfectar la jeringa, sino hay más remedio que reutilizarla, y enseña qué precauciones tomar, al descartarla, para evitar riesgos a terceros.
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