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“Campo Santo”, en busca de la memoria ausente

El libro de Fernando Almirón sobre el centro de detención más grande de la última dictadura puede leerse como una suerte de “Nunca Más”, que desnuda la responsabilidad de los altos mandos militares.

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Por Martín Pérez

t.gif (862 bytes)  Con la presencia de los diputados Humberto Roggero (PJ), y Melchor Cruchaga (UCR), del abogado de derechos humanos Edgardo Soares como panelistas, y el periodista Mario Wainfeld como moderador, el sábado por la noche se presentó en la Feria del Libro la investigación Campo Santo, exterminio del Ejército en Campo de Mayo, del periodista Fernando Almirón, que testimonia la existencia de un campo de concentración llamado El Campito, en el que desaparecieron más de 4000 personas, y hoy en día es considerado como el centro de represión más grande que hubo durante la última dictadura. “Un trabajo para ser ubicado en las bibliotecas argentinas casi pegado al Nunca Mas”, como lo definió Cruchaga, redordando el libro que denunciaba las atrocidades del último ré-gimen militar.
Basado en más de treinta entrevistas con el arrepentido ex-cabo Víctor Ibáñez –”un perejil”, tal como lo llega a definir Almirón–, Campo Santo reconstruye con minuciosidad un horror oficial que vuelve a confirmar la existencia de una organización al servicio de un proyecto político determinado antes que el fruto de unas solitarias mentes afiebradas. Y lo hace con tal meticulosidad que, tal como apuntó Wainfeld en su presentación, desmiente las recientes declaraciones del general Martín Balza que aseguran que no muchos militares conocían lo que estaba sucediendo. Desde Bussi, que construyó en Campo de Mayo un siniestro Museo de la Subversión luego de haber clausurado El Campito, hasta Balza, que desarmó dicho museo, el Ejército es el protagonista principal de Campo Santo. “Un libro sin punch”, como confesó su autor. “Pero que revela –aclara Almirón– la existencia del centro de detención más fatal, el más siniestro de todos. Un libro que, antes de servir para recuperar la memoria, sirve para completar una memoria ausente”.
La génesis de Campo Santo se puede buscar en una nota que Almirón realizó tres años atrás con Ibáñez. “No casualmente, veinticuatro horas después de su publicación, Balza le pidió a Neustadt un bloque de su programa para hacer público su primer arrepentimiento”, señaló el periodista, cuyo trabajo recibió cuestionamientos por parte de las organizaciones de los derechos humanos porque se le objetaba el hecho de haber entrevistado a un victimario. “Pero el objetivo era conocer lo que había pasado” señala Almirón. “Ya que, a diferencia de la Armada que tenía un proyecto político, el único objetivo del Ejército con El Campito fue aún más cruento: no dejar a nadie vivo para contarlo”.

Fontanarrosa no para de editar
Personajes con vida propia

Por Mariana Enríquez

t.gif (862 bytes) “Hay situaciones recurrentes en la Feria– contaba Roberto Fontanarrosa– El stand de De La Flor parece una heladería: en la pared del fondo, están todos los personajes colgados, los dibujitos. Y les puedo asegurar que todos hablarán de la deserción escolar, porque garantizo que hay miles de chicos que persisten en ir a la escuela. Y se te acercan estas hordas de alumnos, que vienen de a miles a la Feria y te dicen: ‘a ver... dibujame un Clemente. O una Mafalda. Como si te pidieran un helado de limón y frutilla. Y no es sólo los chicos. Vino un tipo y me dijo, muy emocionado ‘te quiero felicitar porque Mafalda y Clemente son los dos personajes que más me gustan”.
Roberto Fontanarrosa no es, claro, ni el autor del Clemente de Caloi ni de la Mafalda de Quino. Es el padre de Inodoro Pereyra y Boogie El Aceitoso, dos personajes míticos de la historieta argentina. Acaban de editarse tres libros suyos: Todo Boogie el Aceitoso, Inodoro Pereyra 23 y Una lección de vida, y se encargó de presentarlos en la sala Victoria Ocampo de la Feria del Libro, en desopilante diálogo con el colombiano Daniel Samper, durante una charla en la que no faltaron las chicanas ante la rivalidad futbolística Colombia/Argentina y referencias permanentes a Rosario Central.
Fontanarrosa dibuja a Boogie e Inodoro desde 1972 “y si pude mantenerlos durante tanto tiempo, es porque son tan diferentes. Si el tema de la semana es el precio de la papa, es tema de Inodoro. Si es la Guerra del Golfo, es de Boogie. Y siempre le he evitado la cosa urbana a Inodoro, por vagancia, por no querer dibujar casas. Con la Pampa uno dibuja una línea y listo”.
Del nuevo libro de Boogie, 200 tiras quedaron afuera “porque eran espantosas” .Y cuando una chica del público quiso saber si no le hacía acordar a Boogie el caso del hombre que, en un reciente día de furia, le tiró nafta a un policía y le prendió fuego cuando le hicieron un multa por haber dejado mal estacionado su vehículo que se había quedado sin nafta, Fontanarrosa dijo “sí, es una reacción típica de Boogie. Y quiere decir que la prédica no ha sido en vano. Tantos años de trabajo han dejado una semillita”. Cerrado aplauso.
Ante un público de fanáticos detallistas, Fontanarrosa extendió su charla hasta casi dos horas, hablando de fútbol, de su proyecto fallido en una película con Les Luthiers, de la versión de Inodoro por Hugo Varela (“me pareció muy buena, miren cómo será que nadie se dio cuenta que Inodoro jamás tuvo barba... o a lo mejor no le prestaron la menor atención a la obra”) en permanente intercambio con su público (“cuando uno le da pie a la gente, se ponen insolentes como ustedes”). Hacia el final, cuando volvía a rezongar ante los escolares que le pedían dibujar Diógenes, Fontanarrosa comprensivo, decía: “son cosas que pasan. Cuando mi hijo Franco era chico, miraba a Mendieta y gritaba ¡Snoopy, Snoopy!”.

 

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