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Por Mariano Blejman Vende una imagen de sí misma que nunca llegó a creerse del todo. Asegura que a pesar de parecer una mujer objeto, siempre tuvo claro ser un sujeto. Sin embargo, sabe muy bien que se vende por su cuerpo. Nunca le escapó a una cirugía estética, a pesar de que en su nudista Playa Franka de Mar del Plata, aboca permanentemente por el disfrutar del cuerpo sin culpas. Prefiere mantener el envase siempre nuevo y no me creo lo que vendo, dice. Actualmente con Las noches de Moria, por América los lunes a las 23, vuelve a utilizar al sexo, su caballito de batalla, y lo lleva a un punto donde éste deja de ser tabú. No me creo una estrella, aunque lo sea, no pierdo el estímulo de la lucha y trabajo todos los días como si empezara siempre de cero, dice en su entrevista con Página/12. ¿El aspecto estético en usted es una forma de venta? Yo soy una mujer de mezcla. Me vendí por teta, culo y me compraron cabeza. La onda sex simbol que siempre tuve, la mina que trabajó con el cuerpo, la voluptuosa, la exuberante, la barroca, la que tal vez nunca estuvo a la moda, pero fue la contundente mujer argentina, esa imagen mía nunca va a estar desligada de mí. La gente no va a tener de mí la misma imagen que tiene de Canela o de María Laura Santillán. Con Moria, un poquitito de ratón, a cualquiera se le hace. Siempre hay una connotación física y sexual que va acompañada a mi cabeza. Después de Amor y Moria compraron otra Moria. Antes, a través de la gráfica podían ver que pensaba, pero después, con mi programa diario, se dieron cuenta de que era humana, que lloraba, que me permitía involucrarme con los problemas que se planteaban, entonces también a ellos se les mezclaron los conceptos. ¿Por qué a la gente le interesa la vida de las personas públicas? Bueno, en todos los países sucede, si no mire a la monarquía inglesa. Siempre interesó, si no tendríamos aquí tres o cuatro programas de chismes para una farándula tan chica. Hay programas que hace años se alimentan con chismes de sábana ajena o se inventan estrellitas o pseudoestrellitas para permanecer en el aire. Será que a nuestro público le gusta. Pasa también por el afecto, la gente quiere mucho a sus artistas. Yo pensaba que mi público era muy cholulo y chusma, pero me di cuenta de que era muy cálido cuando nació mi hija. En la clínica donde estaba me la pasaba tomando habitaciones para los presentes que me dejaban. ¿El interés por lo privado tiene un límite? El límite es la invasión. Se creen que siempre tienen derecho a hacerme pagar la factura de que ellos me hicieron famosa. Yo soy Moria Casán gracias a ellos, eso lo tengo claro. Todo se lo debo al público. Les doy todo con mi trayectoria, mi conducta y mientras estoy en escena. Después tengo derecho a estar cansada, y no querer sacarme veinte fotos. Además siempre tienen la máquina rota, les falta el rollo o no les anda el flash. Tartamudean y me terminan poniendo la máquina en el ojo. ¿Cuál es el papel de la mujer en el mundo del espectáculo? Tanto en la tele como en los puestos políticos veo a la mujer con pasos firmes. Hay que tener cuidado de no usar esos medios, ese poder, para histeriquear. En esto está el famoso equilibrio y en saber usar esa posibilidad que se nos da para tener una llegada positiva para la gente. De cualquier manera, la tele no está tan machista como antes. ¿Cree usted que ha logrado poner en discusión temas tabú? Amor y Moria era más social, La noche de Moria es más intimista, reflexivo y de confesiones. La gente que viene a mi programa se lanza a decir cosas, porque no me coloco en el papel de periodista, que no lo soy. Mi pregunta es desenfadada, pero no pretendo el golpe bajo ni el amarillismo. Terminan contándome cosas que no le dijeron a nadie. El otro día Cafiero terminó contándome su debut sexual. Cuando terminó el programa, me felicitó porque lo había llevado a contestar preguntas escabrosas. No hay una postura moralista. De ninguna manera. Todo fluye naturalmente, no me pongo tensa pensando que hago un programa de tele. La TV puede ser tu amiga o tu enemiga. Es un borde. Estar en la tele o hacer un programa no es una cuestión de vida o muerte. Parece que si no hacés tele no servís. Si no mostraste tu carita en la tele, no vas a existir. Y no es así.
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