TESTAMENTOS Por Antonio Dal Masetto |
En 1992 la editorial italiana Sellerio, de Palermo, publicó Essendo capace di intendere e di volere, de Salvatore De Matteis. Que yo sepa el libro no ha sido traducido al castellano. Se trata de una selección de testamentos ológrafos, vale decir escritos de puño y letra del testador, rescatados de viejos y no tan viejos archivos notariales. De Matteis los dividió en seis secciones. Los testamentos que cito pertenecen al grupo: Odio, indignación, soledad. En el primero, en las primeras líneas, el testador informa a sus herederos naturales que está redactando ese testamento el día de su cumpleaños, fecha especial de la que ellos jamás se acordaron. Y ahora decidió ser él quien les haga un regalo: "Les comunico que los he desheredado". De hecho, se deshizo gradualmente de sus propiedades y donó el dinero percibido. Espera tener tiempo y habilidad para privarlos de lo que aún le queda. "Cuando se enteren será tarde para cualquier remedio y tendrán, por fin, un buen motivo para guardarme rencor por el resto de vuestras vidas". Se despide: "Lamentando haberlos conocido". Firma. Comienzo el segundo: "Testamento de mí mismo, enfermo tísico, lúcido de mente, escrito a mano contra mi esposa María Cannavacciuolo, casada con Buonomo Gennaro, que sería yo". Luego desliza una esperanza: "Si muriese primero mi esposa le agradeceré a San Genaro con velas y flores mientras viva". Pero, reflexiona, no hay muchas posibilidades, porque ella está llena de salud. Escribe su testamento en el baño, en papel para envolver, aprovechando que ella duerme (si se llega a despertar se arma). Son pocas cosas las que deja en herencia a dos sobrinos, aunque ganadas con el sudor de la frente durante una vida honesta y desafortunada: una parte de la propiedad donde vive, muebles, ropa, el anillo y un cuerno de coral contra la mala suerte. "Cuando habré muerto deberán buscar este testamento detrás del armario. Si no lo buscan detrás del armario no lo encontrarán". El testamento siguiente es de un hombre que ha sido aconsejado por cierto Peppe. "Dice Peppe que, estando moribundo, mi voluntad, escrita a mano, con fecha y firma, vale aunque tenga errores, y nos ahorramos el escribano". Y más adelante: "Todo a mis hijos y nada a mi esposa, llamémosla así, que jamás la quise desposar e hice bien. Madre desamorada. Vaya a saber por dónde anda". Un tal Carluccio Espósito, "crucificado por un destino de esclavitud y sufrimientos", escribe a escondidas su testamento para anular uno anterior que firmó ante escribano, obligado por "mi mujer Concetta Vitelli, de acuerdo con nuestra hija ingrata y mi yerno cornudo". Un hombre sin hijos declara heredero universal a su sobrino Giginuzzo. Le ruega a Giginuzzo que a su mujer (la del testador) y al gobierno le dé lo menos posible, ya que nunca hicieron nada por él, sólo problemas y gastos. Y si no les da nada, mejor. Reflexiona: "Yo creo que Giginuzzo lo logra porque no es tonto, lo crié yo". Aclara que no deja ninguna indicación sobre misas y exequias: "Total los vivos hacen siempre lo que quieren". Un viudo. Tiene tres hijos a los que ya donó sus propiedades. Le queda la casa donde vive. Ocupa la parte alta. La parte de abajo la ocupa Peppiniello. Es su voluntad que Peppiniello se quede ahí hasta el final de sus días. Será una forma de agradecerle haberlo servido y reverenciado toda la vida como un siervo antiguo. "Peppinello es el único que todavía me cuida, llama al médico, me da los remedios a horario, me lava, cocina para los dos, me calienta la cama y cuando jugamos a las cartas se deja ganar para darme gusto". Elena V.: "Soy viuda y tengo dos hijos adoptivos porque desgraciadamente la buena alma de mi marido tenía problemas". A sus hijos adoptivos, Pepé y Nerone, deja los dos departamentos que posee. Ellos vivirán juntos, solamente utilizarán un departamento y el otro se alquilará. Les deja además una buena suma en el banco. Jamás deberán tocar el capital y las rentas las dividirán en partes iguales, "porque iguales están en mi corazón e iguales alegrías y satisfacciones me brindaron en toda manifestación pública y privada, colmándome de orgullo, de medallas y de copas". Nombra como tutor de Pepé y Nerone al comisario Casimiro. Recomendaciones para el tutor: una vez al mes Pepé y Nerone reciben la visita de sus novias. Las actuales se llaman Lalla y Elena y hay que fijar la cita por teléfono. Si Lalla y Elena ya no estuviesen disponibles, habrá que usar mucho tacto con Pepé que está locamente enamorado. Pepé y Nerone son atendidos por el doctor Catena y hay que consultarlo en cuanto a dietas y marcas de alimentos. Nerone ensucia la alfombra si no se respetan sus horarios de salida. A las nueve y a las veintiuna un paseo por la calle, ahí abajo, donde están sus rincones preferidos. A las doce, al parque. Por la noche se duerme en el diván, frente al televisor. Prefiere los western. En caso de que el tutor muera, la señora Elena V. designa tutor a su esposa y si ella muere a sus dos hijas y si ellas mueren a don Vitalino. Finalmente, si Vitalino muere, Pepé y Nerone serán entregados al doctor Catena, "con el ruego de no usarlos para algún experimento en su Paraíso de los animales". Teléfono del Paraíso de los animales: 35-542.
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