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Por Cecilia Bembibre Llegó a Buenos Aires, como hace al menos una vez por año, a presentar su último libro, El sol de Breda, el tercer volumen dentro de la serie de aventuras del capitán Alatriste. Acaso amparado en las cifras que lo señalan como uno de los autores más leídos de las letras hispanas actuales, Arturo Pérez-Reverte suele decir que no quiere ni necesita codearse con el mundillo literario. Ancló, sin embargo, en la Feria del Libro para anunciar el lanzamiento de la novela. Si el rechazo a lo que llama el snobismo de los escritores lo hace rehuir los debates sobre literatura, no ocurre lo mismo cuando la polémica surge a partir de temas de actualidad. Con la experiencia que le dieron sus 21 años como corresponsal de guerra hizo su lectura pública del conflicto en los Balcanes, y se convirtió en una de las figuras más cuestionadas del encuentro, al afirmar, en el marco de la exposición que homenajea a Jorge Luis Borges, que lo veía como un concheto y un gilipollas. ¿Esperaba iniciar una polémica cuando habló sobre Borges en la Feria? No pensé que iba a causar tanto revuelo, creo que no me entendieron. Creo que Borges es un escritor inmenso, su obra está muy presente en mí, hasta el punto que mi libro La tabla de Flandes se abre con un soneto suyo. Que lo admire como escritor no me impide sentir que ha sido injusto con el español; en su autobiografía no tiene una sola palabra amable para con nuestra lengua. Dice que como escritor argentino tiene que sobreponerse al español, y que es demasiado consciente de sus defectos. Actitudes así hacen que yo crea en lo personal, no en lo literario que Borges se comportó respecto del español como un concheto y un gilipollas. ¿Por qué cree que fue tan criticado por las declaraciones? Porque la gente necesita los mitos, los fabrica y los reconoce. El peligro, me parece, está en convertir los mitos en personas totalmente intocables. Estoy seguro de que hay un montón de lectores de Borges que piensan lo mismo que yo. ¿Y por qué no lo hacen público? Hay un montón de cosas que hacen difícil cuestionar al mito, y sin embargo es importante poder hacerlo, porque justamente lo mejor de los mitos son sus luces y sombras, y lo dice alguien que en su experiencia ha visto el derecho y el revés de muchos mitos. Cuando yo hablo de la España del capitán Alatriste, hablo de la España abyecta y de la maravillosa. Con Borges debería suceder lo mismo. Varios de los escritores invitados este año a la Feria son autores de best sellers. ¿Se siente cómodo en esa categoría? Hay que hacer una distinción. No es posible decir que es lo mismo El nombre de la rosa que el último libro de Tom Clancy, de la misma manera en que no se puede comparar mi novela El club Dumas con la última de Stephen King. Trabajos como el mío se estructuran sobre la cultura y la historia, en cambio muchos de los best sellers bastardos de origen anglosajón tienen como único objetivo permanecer un mes en la vidriera. A mí siempre me han tratado bien y con mucha generosidad en la Argentina, al menos hasta que hablé de Borges. Una de las discusiones entre autores en la exposición enfrentaba a los lectores cuyos textos exigentes con el lector, con otros narradores que creen que hay que allanarle el camino. ¿Se identifica con una de estas posturas? No, el libro aburrido es el que no tiene posibilidades con los lectores y, más allá de esto, ambas posturas son completamente compatibles. El lector no es estúpido ni es una lumbrera, pero depende en parte del talento narrativo del autor ayudarlo a progresar. Ortega y Gasset decía: Al lector hay que cortarle la retirada. Después de haber sido corresponsal de guerra para la televisión española durante la guerra de Bosnia, ¿qué lectura hace del conflicto de Kosovo? No estoy siguiendo el conflicto con todos los detalles. Ya no veo televisión, a veces paso quince días sin ver un telediario. Aun así, haycosas que todos los periodistas que trabajamos en la zona advertimos hace tiempo. No es culpa nuestra que la OTAN sea estúpida y lenta en reaccionar. Cuando todavía era corresponsal de guerra para la TV española, sentí mucha impotencia. Pasé tres años en Sarajevo. Hice mi trabajo y tengo la conciencia tranquila. EROTISMO Y PORNOGRAFIA EN LA LITERATURA Por C.B.
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