Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

 

Cómo bajar de peso con un nudo en el estómago

Una nueva técnica contra la hiperobesidad permite achicar el estómago con una banda. Comer una manzana alcanza para estar lleno.

Dora Dana, de 24 años, fue intervenida en julio del año pasado.
Desde entonces, logró bajar su peso desde 115 kilos a 85.

na16fo01.jpg (8796 bytes)

t.gif (862 bytes)  Carlos Pitoscia tiene sólo 26 años pero un gran historial médico causado por su exceso de peso. Es parte del cinco por ciento de los argentinos que padece hiperobesidad u “obesidad mórbida” y de un reducido grupo que se sometió a un curioso método para controlar la enfermedad. “Antes de decidirme, me dije que si con eso lograba estar bien 10 o 15 años ya me alcanzaba, porque ya viví 20 mal”, confiesa. Después de las prejuicios sociales, de la hipertensión arterial, tres ataques de flebitis, problemas en articulaciones, la columna y los intestinos, más una doble hernia inguinal, Carlos decidió cortar por lo sano: se sometió a una operación para reducir el tamaño del estómago, mediante una banda ajustable. Ahora le basta comer una manzana o una porción de pizza para sentirse satisfecho. Una solución que desde hace poco se practica en la Argentina.
El tratamiento consiste en colocar una banda regulable de silicona en torno del estómago, para ajustar y reducir su tamaño. Los especialistas coinciden en que se trata del único método que puede controlar definitivamente la obesidad mórbida, una enfermedad que no tiene cura.
Antonio Cascardo es cirujano del Instituto Multidisciplanario Especializado en el Tratamiento y Cirugía de la Obesidad (IMETCO), que empezó a aplicar en el país la técnica hace un año y hasta ahora lleva operados a doce pacientes. “En el 95 por ciento de los pacientes se utiliza cirugía laparoscópica. Esto significa practicar cinco pequeños orificios en la pared abdominal y, a través de ellos, con unas pinzas largas y guiados por videos, colocar la banda gástrica ajustable”, explica. La banda es colocada en la parte superior del estómago, que queda con forma de ocho, con la parte de arriba más pequeña.
El secreto de la operación reside en lograr una saciedad precoz: el paciente come poco y no siente hambre. “El pequeño estómago tiene unos 30 centímetros cúbicos. El tamaño de un pocillo de café. Si la persona se come una manzana o una porción de pizza, está llena”, detalla el cirujano. Si el tamaño logrado en la operación sigue siendo demasiado grande, la banda se puede seguir ajustando según la necesidad.
“Yo no sabía decir no quiero. Cuando alguien decía comí demasiado, pensaba ¿qué es eso, dónde se siente?”, relata Susana de Román. Llegó a IMETCO con 162 kilos y ahora, a seis meses de la operación, la balanza marca 135. “Ahora, cuando salgo a comer a un restaurante pedimos un plato para mi marido y para mí porque no me entra más”, relata. Una vez colocada la banda, es posible hacer ajustes periódicos según la evolución del paciente. Una de las ventajas con respecto a alternativas anteriores –también con cirugías como método– es que, ante cualquier complicación, se puede quitar la banda y el estómago vuelve a su estado y tamaño natural, ya que no fue sometido a corte.
“Habitualmente se desciende de 5 a 15 kilos el primer mes, y en los siguientes, de 3 a 5 kilos”, detalla Cascardo. Después del año y medio o dos que lleva el tratamiento, “la mayoría de los pacientes desciende la mitad de su peso y un 33 por ciento baja más del 80 por ciento. La cantidad se resuelve con la cirugía, si a eso uno le agrega dieta y ejercicio, es probable que la persona llegue a un peso adecuado”, comenta.
Las historias de los hiperobesos tienen mucho en común. Un momento en que todo se va de las manos, cuando los kilos trepan la escalera de las tres cifras. El haber probado infinidad de métodos para encontrar una solución y la discriminación de la sociedad. “Uno tiene que imaginar que se tiene que levantar todos los días con un sobretodo de 70 kilos, cuando sale a la calle es el punto de todos los chistes, si viaja en avión tiene que sacar dos boletos o viajar en primera, tiene que comprar ropa a medida y si quiere trabajar no lo consigue”, relata Cascardo.
Carlos pesa 115 kilos pero ya se liberó de 30 y se prepara para que su hijo por nacer lo conozca renovado. “Antes no salía a la calle, venía del trabajo a casa. Los fines de semana era despertarme, prender la tele y quedarme todo el día así. Ahora estoy activo las 24 horas”, se entusiasma. Sin embargo, los especialistas coinciden en alertar que el éxito de la cirugía depende de que el paciente cambie su estilo de vida: se trata de hacer actividad física y cuidar las comidas. Jorge Braguinsky, director del Centro de Nutrición y Endocrinología, forma parte del otro grupo que practica la operación en Argentina y explica que “en cuanto a la obesidad mórbida, hay acuerdo médico en que no hay otro tratamiento efectivo”. Para Alberto Cormillot, especialista en obesidad, “los resultados son alentadores, porque son personas que ya están programadas biológicamente para ser gordos porque es una enfermedad”. Aunque aclara que “la operación no cambia esa programación, después hay que cuidarse toda la vida, no se lo puede tomar como algo mágico”. Osvaldo Brusco, profesor consulto de Nutrición en la Facultad de Medicina de la UBA, considera que la operación es “una solución extrema para casos extremos”. “A mí lo que me preocupa es que la gente crea que es una solución mágica para todos. Para superar el problema en la población hay que cambiar el estilo de vida”, advierte.

Producción: Sonia Santoro

 

“Es como bajar en tobogán”

Dora Dana es profesora de francés, tiene 24 años y es la primera paciente del Imetco. En julio del año pasado decidió someterse a la operación. Sus 115 kilos de peso, en su metro 55 de estatura, la habilitaban. “Mi vida dio un vuelco de 180 grados. Ahora hago muchas cosas que no podía hacer, desde atarme el cordón de una zapatilla con facilidad hasta subir a un colectivo corriendo”, relata sonriente. Su simpatía fue una de las armas que usó para enfrentar el exceso de peso. “Por suerte siempre fui muy extrovertida. Pero ahora me muevo de diferente forma, cuando uno es muy gordo, la movilidad es torpe, tira cosas, y eso inhibe”, dice. Se detiene, lo piensa mejor y agrega: “También dejaba de ir a muchos lugares, era un esfuerzo tener una vida social activa, a bailar no quería ir, y con los chicos nunca tuve una relación plena: `No me toques el rollo, cuidado con donde me abrazás’. Nunca me sentí bien”. Ahora, hace dos horas de gimnasia tres veces por semana, y los martes y jueves sale a caminar. Y está tranquila porque la comida pasó a un segundo plano. “Es como ir en un tobogán, vas en bajada y sabés que no se puede volver a subir”, define.

 

PRINCIPAL