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Los rusos comunes temen una conjura norteamericana

Rusia, tradicional aliada de Serbia, estuvo desde el comienzo contra los bombardeos a su hermano eslavo. En la calle, esa posición se extrema hacia la furia y el miedo, según este testimonio.

Boris Yeltsin (der.) saluda a Viktor Chernomyrdin, su enviado especial a los Balcanes.
Para los rusos de la calle, Estados Unidos bombardea Yugoslavia para debilitar a Europa.

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The Guardian de Gran Bretaña
Por Karen Hewitt * desde Moscú

t.gif (862 bytes) Durante un mes estuve dando clases a estudiantes rusos en ciudades como Perm y Nizhny Novgorod, que solían ser importantes centros del ex “complejo industrial-militar” soviético. Aquí, los maestros y profesionales rusos, los políticos locales decentes y los idealistas legales que han estado defendiendo lo que genuinamente creían que eran los valores occidentales están llenos de ira, desprecio e incredulidad por las políticas de la OTAN. “¿Cómo se ayuda a los refugiados creando miles más de ellos? ¿Qué sentido tiene bombardear ciudades y ciudadanos pacíficos?” Les digo que la estrategia de la OTAN es enredada y confusa pero llena de buenas intenciones. Pero no los convenzo. Estados Unidos es una superpotencia que siempre está lista para bombardear a otros países, me dicen. ¿No creo yo que hay una estrategia más amplia detrás de los bombardeos?
Sentados en torno a las mesas de cocina, sentí que su pensamiento era más y más alarmista, pero nada fácil de refutar. En las clases yo les preguntaba a los estudiantes lo que sabían sobre la situación. Ellos insistían en que no apoyaban a Milosevic; estaban en contra de la limpieza étnica y del trato cruel a todos los yugoslavos, incluyendo a los albanokosovares. Sabían de las peleas entre los líderes y grupos y del contrabando de drogas que financia muchas de sus armas y actividades. Por otro lado, eran poco precisos con respecto a las guerras en Croacia y Bosnia y mostraban cierto prejuicio antimusulmán. (“¿Por qué desestabilizar Europa para apoyar a los musulmanes, que están apoyados por Turquía, que reprime a los kurdos? ¿Cuál es la razón?”)
Sin defender los bombardeos, trato de darles a estos estudiantes una breve historia de la ruptura de Yugoslavia desde la óptica británica, nuestra confusión y culpa por no haber hecho casi nada durante las primeras atrocidades, las lecciones –las lecciones equivocadas– aprendidas sobre el rápido retiro de los serbios después de los breves ataques con bombas en Bosnia, la creencia de que a veces los países deben intervenir para proteger a las víctimas. “Todos los países tienen problemas internos, pero la OTAN no los bombardea. ¿Por qué no bombardeó la OTAN Irlanda del Norte?” (risas airadas). Les explico, como tan a menudo hemos tenido que explicar a los norteamericanos, que el IRA no es el Ejército de la República de Irlanda y que el gobierno británico no se está imponiendo sobre una mayoría opositora. Escuchan con interés: “Está bien, así que es más complicado en Irlanda. Pero siempre es más complicado con asuntos internos. Kosovo no es simplemente sobre la masacre de los albaneses. ¿Qué sucede con los serbios que tienen reclamos históricos sobre el territorio?”.
Así que les pregunto cuáles son sus propias explicaciones a la política de la OTAN, y de pronto no sólo están llenos de ira, sino que también son jóvenes y están asustados. Lo explican así. Estados Unidos está obsesionado con probar lo poderoso que es. Europa, de la que Rusia ahora forma parte, es cada vez más poderosa política y económicamente y esto intranquiliza a Estados Unidos. De manera que debe desestabilizar Europa en sus partes más sensibles, en los Balcanes.
“Un momento –les digo–. La mayor parte de los países de la OTAN son europeos: ¿por qué querrían desestabilizar Europa?” “Porque son los perros falderos de Norteamérica, se quieren aferrar a la potencia más fuerte y también vender sus armas. Pero como el Danubio está destrozado para el comercio y las posibilidades de todos estos países europeos están destrozadas, pronto se darán cuenta de que ésta es una guerra contra Europa. Y contra Rusia.” “¿Contra Rusia?” “¿Por qué no lo puede ver? No nos bombardearon cuando atacaron Chechenia, aunque la situación es exactamente similar a los serbios atacando a los albaneses. Quizá no nos bombardearon porque tenemos armas nucleares. Pero se dan cuenta de quepueden bombardear a otros países eslavos, para forzarnos a nosotros los rusos a entrar en la guerra. Es por eso que utilizan a la OTAN y no a la ONU, y también por eso que rechazan todo intento ruso de utilizar la diplomacia. Y luego, al destruir la economía europea y atacar a los países eslavos, habrán comenzado la tercera guerra mundial. ¿No cree que esto va a suceder?”
Incómoda, sugerí que lo más probable era que las potencias de la OTAN no hubieran pensado mucho en Rusia, salvo en términos de regateos diplomáticos. Dije que no teníamos ningún concepto de las lealtades eslavas. Pero les estaba hablando a gente con una sólida educación en la historia mundial y un conocimiento imborrable de lo que los sueños antieslavos de Hitler habían significado para Rusia. Si yo pensaba que su reacción estaba muy cerca de la paranoia, ellos pensaban que la mía era ingenuamente provinciana y ahistórica.
De regreso a Moscú, me encontré con rusos familiarizados con Occidente que habían estado en Gran Bretaña cuando comenzó la guerra. También ellos estaban incrédulos ante lo que habían visto. “Nos solían decir que la democracia significaba la libertad de información. Su gobierno reprime la información. ¿Cómo ustedes pueden ser tan ignorantes, y no importarles ser tan ignorantes? Ustedes nunca prestan atención a la opinión de Rusia y de los países europeos orientales, que tienen una historia diferente. Yugoslavia es parte de esa historia, y sus políticos sólo escuchan a Estados Unidos. ¿Sus estudiantes son realmente tan estúpidos?”
Me lo pregunto. Los temores de una tercera guerra mundial que obsesionan a esos estudiantes de rostros blancos, mientras se preparaban para afrontar la amarga primavera rusa y redefinían el futuro conducido por Estados Unidos, de pronto me parecen mucho menos absurdos que hace cuatro semanas.

* Karen Hewitt, del Instituto de la Universidad de Oxford de Estudios Eslavos, es una profesora honoraria en la Universidad Perm de Rusia.
Traducción: Celita Doyhambéhère

 

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