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Por Carlos Rodríguez y Horacio Cecchi En la primera jornada del juicio por la muerte del estudiante platense Miguel Bru, los peritos caligráficos corroboraron que el libro de guardia de la comisaría 9ª de La Plata había sido adulterado. Con el aval de un complejo estudio con rayo láser realizado en el instituto Balseiro, la Fiscalía intenta ahora demostrar que el nombre de Miguel Bru fue borrado y reemplazado por otro. La defensa intentó invalidar sin éxito esa prueba. Previamente, durante dos horas cargadas de emotividad, Rosa Schönfeld, madre de Miguel, describió las persecuciones policiales que sufrió su hijo, y denunció presuntos intentos de soborno contra varios de los testigos de cargo, involucrando incluso a Alejandro Casal, el propio defensor de los cuatro policías sentados en el banquillo de los acusados.Por el crimen de Bru, ocurrido el 17 de agosto de 1993, están acusados los ex policías del servicio de calle de la 9ª de La Plata Walter Abrigo y Justo José López. Poco antes de su desaparición, Bru había denunciado un allanamiento irregular en su vivienda y la Fiscalía vincula esa denuncia con una represalia policial. Para Abrigo y López, el fiscal Héctor Vogliolo solicita la pena de reclusión perpetua, por torturas seguidas de muerte. También se encuentran formalmente acusados el ex comisario de esa seccional, Juan Domingo Ojeda, por torturas posibilitadas por negligencia y violación a los deberes de funcionario público, y Ramón Cerecetto, señalado como autor del fraguado del libro de guardia.Apenas iniciada la audiencia, Vogliolo detalló el nudo sobre el que se montará la estrategia de la parte querellante: Hay que reeditar la historia sin contar con el cuerpo del delito. De todos modos, interpreto que, si bien el cuerpo del delito debe ser probado, la evidencia no está acreditada sólo por la presencia del cadáver. El cuerpo de Miguel Bru sigue siendo buscado en diferentes sectores del Río de la Plata. Hay testimonios que sostienen que fue torturado en la comisaría 9ª.Los primeros testigos fueron los padres de Miguel, Rosa Schönfeld y Néstor Bru. A (Jorge) Ruarte, a (Carlos) Cepeda y a otros testigos más los quisieron comprar, dijo Rosa durante su extensa declaración. También relató un encuentro entre Ruarte y un abogado, domiciliado en el barrio La Favela, de La Plata, apodado El Vasco. Según Schönfeld, ese abogado le habría ofrecido a Ruarte, uno de los testigos clave de la querella, pagarle 7 mil pesos para que cambiara su declaración, en la que señalaba haber visto cómo torturaban y daban muerte a Miguel.Citando dichos de Isidro Calistro, también llamado a declarar en el juicio, y del propio Ruarte, la madre de la víctima señaló a Alejandro Casal, defensor de los cuatro policías, como presuntamente involucrado en las maniobras. Esto provocó la reacción del letrado, quien varias veces le preguntó si tenía otras pruebas que ratifiquen sus dichos. En la sala quedó registrada la postura de Casal de presionar a Schönfeld con el fantasma de una futura demanda en su contra. Lo mismo ocurrió durante la declaración de Néstor Bru, policía en actividad, que cuestionó severamente a la institución y a alguno de los testigos de la defensa (ver aparte).Poco después, iniciaron su presentación los peritos. En primer lugar, lo hizo la psicóloga, asesora del Cuerpo de Peritos de la Suprema Corte de Justicia, quien describió las personalidades de Abrigo y López. Si bien descartó que puedan ser considerados en algún tipo de patología, la especialista destacó que en el caso de Abrigo se advierte un marcado rasgo de impulsividad y agresividad. También lo consideró extremadamente inteligente y de reflejos rápidos para dar respuestas. Es muy narcisista. En cuanto a López, dijo que es muy controlador y no le gusta ser sorprendido y que nunca se compromete afectivamente con las personas, ni siquiera con su pareja, para dar un ejemplo.Luego siguieron los peritos que analizaron el fraguado del libro de guardia. Primero lo hicieron el químico Luis Ferrari y el experto en procesamiento digital de imágenes, Antonio Forte. Ambos detallaron uncomplejo estudio pedido por la Fiscalía, que confirmó la adulteración (ver recuadro). Siguieron los peritos calígrafos Furió Copetti y Silvia Sánchez Vilar, y el perito de parte, Alejandro Silva. Copetti sostuvo que se notaban los restos del trazo de la letra B, que según la Fiscalía indica que primero Cerecetto escribió Bru, para luego borrarlo y escribir el nombre de otro detenido, José Luis Fernández. La especialista Sánchez, en cambio, consideró en su primera lectura que se trataría de una P, argumento que sostiene la defensa para demostrar que no fue Bru sino Poncio, el apellido materno de Fernández, lo que fue borrado.
LA MADRE POR PRIMERA VEZ FRENTE A LOS ACUSADOS Por C. R. y H.C. ¿Se me veía fuerte? Yo creí que me iba a caer. Rosa Schönfeld, la mamá de Miguel Bru, confesó a Página/12 que se sintió frágil cuando ayer vio, por primera vez juntos, a los dos policías acusados de haber asesinado a su hijo. Mentalmente me decía que tenía que estar tranquila, que debía evitar cualquier exabrupto y tan mentalizada estaba que podría parecer muy fuerte, pero estuve a punto de caerme al piso. Rosa miró a los ojos, durante unos larguísimos segundos, a los policías Walter Abrigo y Justo López, que, inmutables, le sostuvieron la mirada. A Rosa le tembló la voz cuando relató la primera versión que tuvo sobre el asesinato de su hijo, de boca de la testigo Celia Giménez: A Miguel lo llevaron a la novena y se les fue de palos. Respiró hondo antes de seguir. No bien terminó de declarar, Rosa se abrazó con sus hijas Paola y Silvina, buscando el apoyo que necesitaba. Su presencia de madre herida fue conmovedora. Y el amor se notó hasta en los detalles mínimos, como cuando habló de la supuesta ropa de Miguel que apareció en la zona de Punta Blanca, cerca de La Plata. Me di cuenta que no era suya, pero había un calzoncillo que parecía sucio y me dio vergüenza que pensaran que era de Miguel. Con pudor relató que recogió el slip, lo olió y comprobó que estaba limpio, que la supuesta mancha era el rastro de una plancha. Después encontró la verdadera ropa, en la casa de unos amigos del joven que vivían en el barrio Los Naranjos, en Magdalena. Allí cerró el círculo que indica que los autores del crimen montaron una parodia para que se pensara que Miguel había dejado la ropa y su bicicleta a orillas del Río de la Plata, antes de suicidarse. La ropa en la casa estaba dobladita, costura con costura, acomodada. Eso no era de Miguel. Cuando mucho la habría tirado sobre una silla. Y volvió a ensombrecerse cuando recordó el instante en que su hijo Guillermo le dio la noticia sobre la desaparición de Miguel. Guillermo se había ido a buscar a su hermano sin decirme nada y yo lo reté, enojada, porque me hacían sufrir. `Pero mamá, te estoy diciendo que apareció la ropa y la bicicleta, pero Miguel no está, me repitió Guillermo y recién ahí comprendí que estaba pasando algo peor. La emoción también fue muy fuerte para Néstor Bru, el papá de Miguel, quien todavía se desempeña como sargento ayudante en la Comisaría 4ª de La Plata, en la sección mantenimiento. En su testimonio le apuntó al encubrimiento policial y puso en duda la declaración del almacenero Raúl Rojas, uno de los que avalaron la fallida versión del suicidio. Rojas siempre leyó el libreto que le escribió la policía, aseguró Bru padre, sin medir que mañana debe volver a la seccional. Néstor viene colaborando en la búsqueda de los restos de su hijo. Trabaja de cocinero para las 30 personas que realizan este nuevo operativo van 15 intentos desde la desaparición de Miguel en la franja costera del barrio Las Talas, en Berisso. Ahora son 30 los comensales, pero hasta hace unos días eran 120, alardeó con cierto orgullo.
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