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ENTREVISTA JOAN MANUEL SERRAT
“En toda la historia de la humanidad, la guerra jamás trajo la paz”

Antes de su nueva visita a Buenos Aires, cuenta por qué está en contra de la OTAN, se niega a aceptar que las ideologías estén agotadas, confiesa que aún sigue cantando “por las chicas”.

Serrat mantiene intacto su poder de seducción, aunque reconoce que lo “cabrea” quedarse calvo.

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Por Arcadi Espada desde Barcelona

t.gif (862 bytes) Joan Manuel Serrat acaba de protagonizar una larga serie de exitosos recitales en Barcelona y Madrid, como si le hiciera falta demostrar que su convocatoria está intacta. Serrat parece haber convencido al tiempo para que se incorpore a su ya larga colección de aliados: su obra luce cada día mejor y en ella pasado y presente conviven en armonía. Antes de su nuevo encuentro con el público porteño, que se verificará el 28, 29 y 30 de mayo próximos en el teatro Gran Rex, en el marco de otra gira por Latinoamérica, con el repertorio del disco Sombras de la China (en España lleva vendidos 450 mil ejemplares) en esta entrevista confiesa, entre otras cosas, qué siente cuando se le cae el pelo, ante el conflicto bélico en los Balcanes y cuando su hija sale con atorrantes como era él a los veinte años.
–Su primer hijo tiene ya 30 años...
–Sí, sí. Yo tengo 55 y él 30.
–¿Y...?
–Todo ha ido bien. Con mi hijo sólo he tenido las dificultades de la distancia. El se crió con su madre, en otra ciudad, y eso supone siempre algún inconveniente. Por ejemplo: podemos tener muy pocas conversaciones de rutina, cotidianas, sobre los pequeños asuntos de la vida. La lejanía trae eso. Claro que está el teléfono, pero uno no coge el teléfono para esa rutina. Y lo echo a faltar. Fuera de eso, y contando que todo es relativo, aproximado y superficial, no hay mayor problema.
–Nunca ha habido mayor problema, es como su característica. Y la de su música.
–Bueno, bueno, ha habido, y los hay, momentos duros. Me hago viejo y empiezo a estar cargado de puñetas. Aunque tengo buena relación con mi envase, me cabrea quedarme calvo. Pero, cuando sé que no puedo hacer nada para evitar las desgracias, mi instinto se tranquiliza. Así he conseguido no cabrearme incluso cuando veo que mi hija sale por las noches con un señor que no es de la familia. Ante este tipo de sucesos, pienso en aquel avión que caía conmigo dentro.
–¿Cuándo fue eso?
–Hace años, en Bogotá. Caíamos y caíamos, hasta que el avión se rompió la barriga sobre la pista. No pasó nada. Pero sí recuerdo que estuve todo el tiempo muy frío y muy sereno. El instinto aquel que decíamos. He tenido suerte, hasta ahora he tenido suerte. Sobre todo he tenido suerte con los malvados.
–¿Malvados de baja calidad?
–No tanto. Me he encontrado con verdaderos especialistas de la maldad, gente pequeña, de la que nunca sale en los periódicos, pero altamente especializada. No, decía que he tenido suerte porque he aprendido mucho de ellos. He sabido lo que es el bien, tratándolos.
–Una carrera tan larga y tan brillante significa que ha sabido dar el tono que correspondía a cada época. Hasta ahora.
–Ahora es más difícil, la más difícil de todas. En los sesenta veníamos del fascismo, de la posguerra. El dolor unifica y era fácil interpretarlo. La juventud, además, es muy lujosa: la universidad, la poesía, el cine foro, cada día era un descubrimiento. Era fácil prolongar el heroísmo en esas condiciones. Luego, imagínese, el éxito, las chicas...
–¿Alguna vez pensó que iba a “ligar” tanto?
–Ni en sueños, ni en sueños. Voy a decírselo muy seriamente: yo canto por las chicas. Cuando vi que las canciones ablandaban las piedras, me dije: “es tu camino”. Luego vinieron los años estupendos. Entre 1977 y finales de los ochenta. Este país pegó un cambio brutal, magnífico. Elentusiasmo de aquellos años era muy generalizado y también era fácil interpretarlo. Ahora vivimos en la resaca, en medio de la morralla. Cuesta más.
–Es un proceso humanísimo, repetido. Decía antes que, en esas circunstancias, su instinto solía tranquilizarse.
–De ninguna manera. Por ahí no pasó. No estamos condenados a la morralla. Me niego a aceptar las cosas como son.
–¿Cómo son las cosas?
–Me niego a aceptar, por ejemplo, que las ideologías estén agotadas. Me niego a aceptar que la clase política esté sin ideas, que la política haya perdido su capacidad heroica.
–¿No le parecen heroicos los soldados de la OTAN?
–Me resultan terroríficos. Nunca pensé que la OTAN pudiera hacer esto. En toda la historia de la humanidad, la guerra nunca trajo la paz. Se ha abierto la caja de Pandora y no sé adónde puede llevarnos todo esto. Humillar a la gente no es un procedimiento demasiado sabio para asegurar la estabilidad y el bien común. Es un terrible fracaso, nuestro fracaso, el fracaso del hombre como especie.
–Tal vez, concretando, de una generación de hombres. Su generación, aún más concretamente.
–Esto es un golpe bajo. El mismo golpe bajo que se aplicaba a los tiempos de la corrupción. Yo no soy ni Roldán ni Urralburu...
–Ni Solana.
–Solana... Es mi amigo. Aún no he podido hablar con él. Pero no estoy nada feliz con lo que hace. Esto es lo que significa la globalización: el sheriff. La globalización del sheriff, nuestra época.
–Pueden decir que el sheriff propagaba el bien...
–Desde pequeñito siempre he estado con los indios.
–¿No es raro eso?
–Siempre he estado con las víctimas.
–¿Siempre tienen razón?
–Tengan o no razón, una víctima siempre pierde. La razón siempre tiene, al menos, dos aceras desde donde mirarla.
–¿Y cuando hay que elegir entre víctimas?
–Elegir entre víctimas es imposible. Es imposible trazar una línea entre la bondad y la maldad.
–¿También fue así con el franquismo?
–Que sea imposible trazar la línea no quiere decir que no haya que tomar partido. Pero tomar partido sabiendo que no todo lo que eliges es virtuoso ni todo lo que desprecias está lleno de maldad.
–En el mundo debe haber muy pocos cantantes como usted, bilingües...
–Es que en el mundo hay muy pocos lugares como Cataluña. Es una historia muy especial, con dos ejes: la represión del franquismo y la inmigración, la gran inmigración catalana. Cataluña, hoy, es la suma de todo esto. Por lo tanto, es verdad, mi caso es especial. Porque, además, yo soy bilingüe, bilingüe...
–¿Hay un mismo pensamiento en una lengua que en otra?
–Claro, ¿cómo iba a ser de otro modo?
–En Cataluña, hay autoridades que sostienen que el uso de una lengua determinada provoca resultados inexorablemente distintos en la conciencia. –Eso es del señor Robles Piquer, que era cuñado de Fraga.
–Ya no manda en Cataluña.
–Pues decía lo mismo. Hace 30 años, en 1968, cuando lo del Festival de Eurovisión, fui a verle. Estuvo muy amable. Y a la salida me regaló un libro muy gordo que ponía: La poesía catalana. Estaba escrito en castellano. Era curioso. Me hizo tanta gracia que seguramente se vio obligado a develarme su pensamiento: “Juan Manuel, Cataluña es una casa de dos pisos. En un piso se habla el castellano y en el otro se habla elcatalán”. Pues muy bien. Yo siempre he vivido en una planta baja, a ras de suelo. Estaba en la mesa y decía: “Madre, ¿qué tenemos de segundo?”. Cuando mi padre iba al trabajo, le preguntaba: “Pare, que vindrás tard a la nit?”. Y así nos hemos hecho viejos.
–¿Cómo decidió cantar en dos lenguas?
–Yo tomé, primero, la decisión de cantar en catalán porque hacer eso suponía un enfrentamiento. Y si luego decidí cantar también en castellano fue por una especie de reconocimiento a mí mismo. Era natural, tan natural como cortarse las uñas, y ha seguido siéndolo. Si dejara una de las dos lenguas, me sentiría extraño y vacío.
–Hace años hizo usted uno de los mejores discos de la música española. El de Miguel Hernández. Pero en ese disco hay una estética musical por donde no ha seguido.
–He pensado muchas veces en volver a grabarlo tal como lo hacemos sonar ahora y la verdad es que no habría que tocar casi nada. El arreglista era otro, Burrull, y en eso puede consistir. En parte, porque los arreglos son sólo una parte del asunto: luego he hecho trabajos con Miralles tanto o más interesantes. Pero sí, ese disco...
–Concentrado, inolvidable.
–Lo que son las cosas: lo hice en una época de mucho viaje. Iba de un lugar a otro y en cada lugar dejaba una canción. No fue nada tranquilo. Además, estaba muy preocupado porque venía detrás de otro, el de Machado, que tuvo mucho éxito. No sé qué decirle. Escribía León Felipe que para enterrar a los muertos el que menos sirve es el sepulturero.

 

Pamela ya no quiere lolas

Pamela Anderson está tratando de reconciliarse con su ex marido, el baterista de rock Tommy Lee, al que procesó por golpearla el año pasado. “Estamos tratando de reconstruir nuestra familia”, explicó la estrella de la serie de televisión “Baywatch”, que acaba de operarse para reducir el tamaño de sus senos, que antes había aumentado. “Ha sido un año muy difícil para nosotros dos. Hemos pasado por muchas cosas juntos”, se justificó la actriz canadiense. Cuando le preguntaron si se casaría otra vez con el tatuado baterista del grupo Motley Crue, Pamela respondió: “Creo que tenemos que hacerlo, ¿verdad?... Será más divertido ahora”. Sostuvo también que “no hay otro hombre con el que quisiera estar... ni otro lugar, por lo que tenemos que hacer que esto funcione”. En un intento de justificar la actitud que tuvo en su momento el músico, Pamela dijo que cuando la golpeó en febrero de 1998, fue la primera vez que actuaba violentamente en su contra. Lee fue acusado de maltrato por el ataque que llevó a cabo contra la actriz en su lujosa residencia de Malibú. Posteriormente fue condenado a seis meses de cárcel y a tres años de libertad condicional. En el medio, un video íntimo y explícito de ambos fue robado de esa casa y comercializado en todo el mundo.

 

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