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Por Facundo Martínez ![]() Los pibes de Vélez salieron a mostrarse presionando en la mitad de la cancha y obligando a Boca a replegarse. La furia adolescente no alcanzó para herir la defensa de Boca, y poco a poco, el puntero e invicto comenzó a imponer las reglas del partido. La primera fue un cabezazo de gol de Arruabarrena, a los 9 minutos que el novato árbitro Gabriel Brazenas, con buen ojo, anuló por la posición adelantada del lateral izquierdo. Fue el anunció y Vélez lo entendió bien. Esa actitud que tuvieron en el inicio los de Vélez se fue esfumando. Boca tardó unos 15 minutos para armarse y para superar en casi todas las líneas a los rivales. Los de Liniers regalaron el medio y reposaron sus esfuerzos defensivos en los pelotazos sin suerte que les surtieron a Cordone y Pandolfi, que quedaron desconectados de los volantes. Así intentó Vélez durante un rato, hasta que llegó la jugada de gol más clara que pudieron construir. Tras un centro pifiado, la pelota le quedó en los pies a Marangoni, sólo frente a Abondancieri. Era como un penal más cerquita y rebotó en las manos del arquero. Si entraba ésa, la historia podría haber cambiado. Pero no entró. El partido después ganó en velocidad, en el ida y vuelta constante entre un Vélez que sabía que podía molestar y un Boca que estudiaba esas intenciones y esperaba por el instante del error del otro. Así llegó el primero de Boca. Comenzó en la zona franca del medio de la cancha Vélez regaló esas tierras, y alcanzó con un desborde por izquierda de Riquelme, que se quitó a dos de encima tocándosela a Arruabarrena, que subía porque le sobraban lugares. El defensor tiró un centro de rastrón y Palermo, cómodo, imparable, clavó la pelota en el arco de De Lafuente. Era el 1-0 en el mejor momento del partido. Vélez jugaba bien, pero le faltaba potencia en la marca de Palermo. Futbolísticamente no era menos que Boca. Los pibes sintieron el gol, se achicaron un poco y esperaron a Boca en su campo. Y cuando habían ido a buscar el empate, casi cuando estaba por terminar la primera parte, apareció Cagna y, aprovechando la distracción de los volantes de Vélez que discutían una falta con el árbitro Brazenas, metió un centro largo y perfecto a la cabeza de Palermo. El goleador, sin dificultad, se anticipó a Eduardo Domínguez y la puso en el primer palo. Era el 2-0, iban 46 minutos y tuvo un peso decisivo en el resultado y en los planteos. El segundo tiempo fue otro partido, a excepción de los primeros minutos en los que Vélez salió nuevamente a buscar ante un Boca mejor armado y cómodo en el marcador. En un clima distendido llegó el tercer gol de Boca. Riquelme de tiro libre en la puerta del área. Exquisito. Fue el final del encuentro porque, a partir de ese gol, Boca comenzó a pensar en River y Vélez impotente también. Manera sacó a Morigi y a Pandolfi y puso dos puntas Ramírez y Zárate que no gravitaron. Bianchi sacó a Barijho, que anduvo bien pero sin convencer, a Bermúdez, por eso de las cuatro amarillas, y a Cagna, para aliviar su cansancio. Después de eso, Boca se dedicó a cuidar la pelota, y a ponerle un freno al partido. Se jugaron 30 minutos más, que no importaron. Boca ya había conseguido los tres puntos, Vélez había cumplido, y los dos tenían que pensar en River.
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