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“La represión moral genera muchas veces una curiosidad morbosa”

La directora y actriz Cristina Banegas pone  a partir de hoy en escena “La Pecadora”, una nueva mirada sobre la poetisa Delmira Agustini.

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Por Hilda Cabrera

t.gif (862 bytes)  La personalidad y la obra de la poetisa uruguaya Delmira Agustini ocupa en estos momentos un lugar interesante en la cartelera teatral. Desde diciembre se viene ofreciendo una obra basada en sus cartas, a la que ahora se suma otra, La pecadora (Habanera para piano), que dirigida por Cristina Banegas se estrena hoy en el teatro-taller El Excéntrico de la 18, de Lerma 420, fundado por la actriz. Se trata de una premiada pieza de la uruguaya Adriana Genta, quien la presentó el año pasado en El Galpón de Montevideo. El erotismo que Agustini (1886-1914) mostraba en sus poemarios (“Los cantos de la mañana”, de 1910, y “Los cálices vacíos”, de 1913) escandalizó a tal punto a la sociedad de su época que pasó a la historia como símbolo de transgresión. Así lo registró también el poeta y periodista uruguayo Milton Schinca en su pieza teatral Delmira, de 1986, donde además subraya el temperamento “escindido” del personaje. El mundo sombrío y estremecedor de esta joven, asesinada por su marido, de quien se separó poco después de la boda, pero a quien siguió viendo como amante, avasalló a Banegas. “Soy una fan de Delmira. Me gustan su poesía y su audacia en ese ambiente tan adverso, donde la cultura pasaba por los salones literarios”, apunta la directora en una entrevista con Página/12. Le reconoce un magnetismo singular, medio tremebundo para su belleza, y “sospechosamente angelical”.
–¿Cree que el erotismo femenino se expresa con mayor fuerza en un ambiente de moral represiva?
–Es un poco misterioso, pero parecería que sí. La represión moral genera a veces una curiosidad morbosa. Ella era una pequeña vampiresa, y los demás no se lo permitían. Por eso se quemaron cartas y testimonios de su amor por Manuel Ugarte (en la obra Fabián Stratas). De su matrimonio con Enrique Reyes (Gabriel Correa) dudó desde el comienzo. Estaba desconcertada, pero se sentía presionada por sus padres. La esperaron durante tres horas para poder oficiar la boda. Llegó a la ceremonia, pero se separó al mes. Mientras iniciaba los trámites de divorcio, pintaba, y se encontraba con su marido, pero como si fuera un amante, hasta que éste le pegó dos tiros.
–¿Por qué introdujo una habanera en la obra?
–Esta habanera es idea de Carmen Baliero. Con Vera Fogwill (Delmira) hicieron uso y abuso del piano. Delmira toca la habanera a cuatro manos con Ugarte. La música se relaciona con los personajes, con la sensualidad y con otros aspectos. La madre de Delmira (protagonizada por Mónica Santibáñez), que era medio monstruo, canta en alemán. Todo está en función del trabajo de los actores. La iluminación de los muebles y de los demás objetos la proyectamos desde abajo, para que aparezcan como despegados del piso. Eso le da un carácter fantasmagórico a la puesta, en la que colaboraron Norberto Laino (escenógrafo) y Marcelo Cuervo (iluminador). Intenté aplicar algunas de las ideas que me inspiró un viaje reciente a Barcelona, donde estuve filmando con Patricio Contreras y dos actores enanos en una película de Héctor Faber, que es argentino y está radicado allá. La película es un cruce entre el documental y la ficción, y un homenaje a los desaparecidos por la dictadura militar. La música tiene fuerza en la obra. Carmen compuso también una canción de cuna sobre una cieguita de Tacuarembó y le puso música a un poema de Delmira, que –sabemos– sufría insomnio, y en la noche tocaba el piano y escribía.
–¿Intenta con estos cambios suavizar la tragedia?
–Hemos trabajado siempre sobre la estructura original. No la modificamos demasiado. Nos contuvimos, aunque hicimos algunos “corrimientos” que nos alejan del realismo original, y nos relacionan más con el estilo “oscuro” de Lautremont. El erotismo de Delmira es vampírico, letal. En sus poesías aparecen imágenes devoradoras, succionadoras. He tratado de trabajar sobre lo que mejor conozco: la actuación. Me importa perforar la actuación realista, rozar el grotesco, el melodrama.
–En Eva Perón en la hoguera había ya una búsqueda de este tipo...
–Diría que antes, cuando hice El padre, de Strindberg, dirigida por Alberto Ure, había aparecido algo de esto. En La pecadora le hacemos un homenaje a aquél trabajo. Recuerdo que los espectadores se mostraban desconcertados: no estaban seguros de si eso que veían en el escenario estaba sucediendo o era una fantasía de los personajes o de los fantasmas de éstos. En el caso de Delmira, esta impresión se potencia, porque, como en Eva Perón..., se trata de personajes reales, de los que han quedado cartas y testimonios.

 

Las mil caras de Banegas
Cristina Banegas se caracteriza por la multiplicidad de sus proyectos. Ahora tiene la mente puesta en “La Pecadora”, pero no se le escapan las otras actividades que ocupan su tiempo. “Voy a filmar una película, dirigida por Beda Docampo Feijó, y otra basada en “El Astillero”, de Juan Carlos Onetti, con guión de Ricardo Piglia –cuenta–. Sé que voy a estar con Ricardo Bartís, Ingrid Pelicori... Tengo un pequeño papel en televisión, en “Vulnerables”, y estoy preparando un disco de tango con el bandoneonista Osvaldo De Lío. Es un poco lo que ya venía haciendo en tango. Me gusta el tango reo, el repertorio de Rosita Quiroga, de Azucena Maizani. Esta es la culminación de una tarea que me llevó cuatro años. Es mi primer disco, y me lo edita el Club del Vino. Por una vez en la vida puedo decir que tengo acomodo, y eso me encanta (su marido es uno de los dueños del restaurant del barrio de Palermo Viejo). También que La pecadora sea una coproducción del San Martín y tenga un subsidio del Instituto del Teatro. Pensamos hacer una antología de poemas de Delmira para entregársela a la gente que venga al Excéntrico, y convidarlos con un vinito. Queremos ser amables”.

 

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