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Por Patricia Chaina La lógica indica que los productores de cine se dedican a conseguir y manejar el dinero para la realización de una película. Pero algunos van más allá de eso y se animan a planificar estrategias regionales para el crecimiento ya no de un film, sino de la industria misma. Sobre esa base se creó FIPCA Federación Iberoamericana de Productores Cinematográficos y Audiovisuales, cuyas bases sostienen que las soluciones económicas para el desarrollo de la industria del cine, en Iberoamérica, serán el resultado de formas de producción alternativas y del intercambio de experiencias. Así lo explicaron a Página/12 el mexicano Jorge Sánchez, el español Gerardo Herrero, el brasileño José Carlos Avellar y el argentino Claudio Pustelnik, los cuatro, miembros de la dirección de FIPCA. La organización se fundó hace dos años en México para promover el intercambio de experiencias entre los 13 países que la integran, y su intención es gestar una plataforma común de inserción en el mercado, a través de un frente de políticas unificadas. Entre ellas está el flamante modelo de ayuda interestatal delineado en el Programa Ibermedia. ¿Cuál es la situación de la industria en España? Herrero: España está quizás en el mejor momento de su historia. El cine español funciona con su público, se hacen unas 70 películas por año. Hay dinero público y se incluyó a las televisiones, públicas y privadas, a imagen y semejanza del resto de Europa, donde la TV es una concesión pública y tiene la obligación por ley de participar de la producción de cine. Por eso España está obligada a coproducir con Iberoamérica y generar nuevos mercados para sus películas. ¿Cómo se llega a una situación tan optimista? G. H.: Creando bases económicas de producción que lo permitan, que haya pantallas suficientes para estrenos, acceso a todas las pantallas de films europeos, que las películas se identifiquen con el público y fundamentalmente con el público joven. Y que haya un volumen de dinero que lo permita. La financiación para una película es de un tercio con dinero del Estado, otro tercio con inversión de la TV, y el otro con inversión del productor. El cine español tiene por año unos 40 millones de dólares del Ministerio de Cultura, 40 millones de la TV y, en cifras macroeconómicas, mueve unos 120 millones por año. ¿Y en México? Sánchez: Estamos saliendo de una situación difícil. Se aprobó una nueva ley que establece mecanismos de reducción fiscal para las empresas que invierten en cine, y la producción ya muestra indicios de recuperación, con una docena de buenas películas el año pasado. Pero el problema es que se perdió el público del cine nacional. Y hay que emprender una campaña para recuperarlo, y formar uno nuevo. ¿Se fomenta la producción desde los estratos gubernamentales? J. S.: Está llegando inversión privada, por eso es importante la reducción fiscal. El Estado también se asocia, pero no es un buen socio. Es muy pasivo y con un peso burocrático que le impide actuar con la agilidad que impone el mercado. Pero el problema está en la distribución, la presencia estadounidense es de alto impacto, y ellos harán todo lo posible para impedir que haya un cine nacional, y sobre todo que las políticas de integración, como las que propone FIPCA, prosperen. ¿Cuál es la situación de Brasil? Avellar: Nunca me siento a gusto cuando tengo que hablar de cine como si lo hiciera para una sección de economía. Los productores no vamos a hacer un banco, sino películas. Y nuestro cine existe en principio como hecho cultural, como expresión de nuestros países. Lo que nos interesa es organizar una base industrial a partir de esa expresión y no al contrario. No se trata de organizar una industria para quién sabe un día poder hacer una película que tenga algún interés cultural. ¿Y cómo lo efectivizan, desde la producción de películas, en su país? J. C. A.: En Brasil no existe ya instituto. Hay una ley que permite reducción de impuestos para las empresas que participan, y que un productor llegue a la Bolsa de valores con sus acciones. Pero la reducción de impuesto no debe superar el 80% del presupuesto, el resto es riesgo directo del productor. Así funciona desde el `94 y ha permitido que el año pasado se estrenaran 27 películas. El problema está en la distribución. Y es importante, como fue algún día establecer reglas para coproducciones, pensarlas hoy para codistribución. ¿Qué beneficios podría tener el desarrollo de FIPCA? J. C. A.: El intercambio sobre modos de producción puede permitirnos salir de las páginas de economía de un diario y llegar a las de cultura. Si no, parecemos cine estadounidense, que sólo habla de números, costos y cantidad de espectadores. Pero nuestro cine, aunque sólo toque a un puñado de público, lo toca de verdad, y como expresión cultural. Eso es lo que queremos, porque una solución económica sale de una cultura. La cultura argentina, brasileña o española van a generar una manera propia de hacer películas. Como hizo en Bolivia en los 60 Jorge Sanjinés, en un país que no tenía cine y tanto nos influyó. Pero yo veo a veces películas africanas hechas por gente sin escritura. ¿Cómo se hizo el guión, cómo se preparan esos actores? Porque hay actores y guión, y filman de día porque no tienen luz. Pero organizan historias de una manera distinta, y cuando uno mira la película, no ve las carencias sino la historia, que es su cara del cine. El problema es que hoy todo el cine, para el público, tiene una sola cara, una sola manera de mirar, y nosotros queremos mirar al mundo de maneras distintas, y generar otras organizaciones económicas para hacerlo. ¿Cómo se encuentra Argentina respecto a FIPCA y a las políticas de integración? Pustelnik: Hace cinco años que tenemos una de las mejores leyes de cine, y no hemos logrado que se respete cabalmente. Se desvían fondos y se cambia la estrategia del Estado cada 6 meses. Aun cuando por el INCAA pasaron 200 millones de dólares y se produjeron 120 películas, la inseguridad jurídica aleja a los inversores. Y nos lleva a los productores a pelear por las migajas de una torta, en lugar de ver cómo hacer para que la torta sea más grande. Independientemente de la legislación de cada país, y como cada uno fomenta su industria, hay un objetivo primordial y es la construcción de un mercado común iberoamericano audiovisual. En general producimos para el mercado interno, y habría que terminar con esa barrera. J. S.: En términos del fenómeno de la difusión, ese cerco no lo va a romper un país ni una película, aunque es precioso que exista Estación Central en Brasil, o Como agua para chocolate en México. Sólo las estrategias de conjunto permitirán el crecimiento.
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