|
|
REPORTAJE AL PSIQUIATRA Y
PSICOANALISTA VALENTIN BARENBLIT
Por Pedro Lipcovich La desmanicomialización se hace obvia si forma parte de un programa de salud mental que la sustente, dice Valentín Barenblit. El psicoanalista y psiquiatra argentino que, en los 60, dirigió el legendario servicio de Psicopatología del Policlínico de Lanús, en las últimas décadas protagonizó una experiencia internacional que reformuló el abordaje de la salud mental en las comunidades. De visita en la Argentina, explicó a Página/12 cuáles son, a su juicio, las condiciones para que una auténtica reforma psiquiátrica en la Ciudad de Buenos Aires se haga obvia. Barenblit es consultor en salud mental de la Organización Mundial de la Salud (OMS), director del Centro de IPSI, Centro de Atención, Docencia e Investigación en Salud Mental de Barcelona, España donde reside, y profesor consulto de la Universidad Nacional de Lanús.La desmanicomialización se impone, se hace obvia, en la medida en que los dispositivos de atención comunitaria van resolviendo los problemas que antes resolvía, o fracasaba en resolver, el hospital psiquiátrico. Por eso hay que entenderla en el marco de un plan integral de atención a la salud mental afirmó Barenblit. ¿Cuáles son esos dispositivos de atención comunitaria?Se trata de crear centros de atención bien próximos a la comunidad: dividir la ciudad en distritos y en ellos instalar centros con los recursos necesarios para que la gente no necesite ir al hospital. Es decir, descentralizar en serio, lo cual es distinto a la descentralización que en la Argentina designa lo que en verdad es mera privatización. Esta estrategia, llamada de atención primaria, es la que la OMS sostiene desde hace más de 20 años para la salud en general. En el caso de la salud mental, si el centro de atención primaria no es suficiente la persona puede ir a hospital de día. Cada hospital de día daría cobertura a la población de cuatro o cinco centros. Y quien necesite internación puede recurrir al servicio de salud mental del hospital general. ¿Podría funcionar un sistema así en Buenos Aires?La Ciudad de Buenos Aires cuenta con una base muy importante dada por su red de hospitales generales y centros de atención primaria en salud. Pero si ya en los años 60, en el Policlínico de Lanús, que fundó Mauricio Goldenberg y después dirigí yo, demostramos cómo en un hospital general se pueden internar pacientes que antes sólo se internaban en hospitales psiquiátricos. ¿Cómo eran aquellas internaciones en el Lanús?Contábamos con una sala con 16 camas para hombres y 16 para mujeres. En pocas semanas los pacientes resolvían sus crisis psicóticas o graves y pasaban a un programa de hospital de día y consulta externa. No se los alejaba de sus núcleos familiares de convivencia, se integraban en tratamientos psicoterápicos junto con sus familias. Se puede brindar una excelente atención en salud mental fuera de los hospitales psiquiátricos. ¿Cómo puede avanzarse en la rehabilitación y externación de pacientes?En distintos países, las viviendas o departamentos asistidos han permitido externar centenares de pacientes. En ellos viven, con apoyo de personal especializado, seis u ocho pacientes externados, previamente seleccionados y entrenados para la convivencia. Reciben también formación laboral y se los asiste en la creación de empresas: lavaderos de ropa, imprentas, tareas artesanales o de jardinería. Estos emprendimientos, primero sostenidos por la administración pública, luego suelen autonomizarse financieramente y competir en el mercado. Las experiencias que más conozco son las españolas de Cataluña y Andalucía y las de Italia. ¿Cómo podrían situarse en este cambio las personas que trabajan en los hospitales psiquiátricos?La situación del personal de los hospitales psiquiátricos merece especial atención. Muchos de ellos, profesionales o auxiliares, trabajan desde hace muchos años y se sienten amenazados frente a un cambio: temen ser desplazados de su posición laboral, se les alteran sus esquemas y estructuras de poder: no es fácil. Hay que diseñar programas que permitan reentrenar a los profesionales y al personal para reubicarse en las posiciones laborales que se vayan creando en la nueva estructura. Y debe haber estrategias que contemplen la ansiedad que genera el cambio. Vale la pena ocuparse de esto, yo percibo en Buenos Aires un clima de tensión alrededor del tema. Por lo demás, es cierto que los viejos hospitales manicomiales hipotecaron la ciudadanía, no sólo de los pacientes alojados en ellos sino muchas veces la de sus propios profesionales, que, en las redes invisibles de estas instituciones, perdieron su capacidad creativa hasta restringirse a acciones custodiales y de aislamiento. Pero en diversos hospitales psiquiátricos hay equipos que pudieron advertir sus problemas y dieron respuestas transformadoras. ¿Eso no sería suficiente?Estudios rigurosos muestran que más del 30 por ciento de la población sufre algún trastorno psíquico: el hospital psiquiátrico sólo podía dar respuestas, cualesquiera fueran éstas, para una pequeña parcela de pacientes, y también éstos son mucho mejor atendidos con los actuales programas de atención comunitaria. Y la atención de la salud mental observa nuevas configuraciones: las drogodependencias, la violencia, el abuso y maltrato de niños y mujeres y otros problemas que nunca pudieron ser abordados por las instituciones manicomiales. ¿En qué países viene desarrollándose este criterio?España e Italia tienen experiencias importantes de transformaciones psiquiátricas. Inglaterra, Francia, Suiza han puesto en marcha la desmanicomialización y el acercamiento a la comunidad. Pero también en Latinoamérica se desarrollan experiencias importantes, promovidas por la Organización Panamericana de la Salud. Y en la Argentina, claro está, no hace falta empezar de cero: conviene retomar la memoria de las experiencias creativas y progresistas que, paradojalmente, siguen siendo citadas como referencia en el extranjero. ¿Usted ve factible, como se hizo en Italia, cortar las nuevas internaciones en hospitales psiquiátricos?Sí, pero a condición de que eso se incluya en una estrategia integral de atención de la salud mental. De otro modo los que defienden a ultranza el hospital psiquiátrico tradicional, los que se resisten a la modernización, se apoyarán en que se ataca el hospital público. La vasta reforma que condujo Franco Basaglia en Italia fue y todavía es criticada desde sectores muy reaccionarios: lo acusaban de dejar a los locos en la calle, lo cual nunca fue cierto. Pero, con la compleja lucha de poderes que hay en la Argentina, debe quedar claro que no se postula la destrucción del hospital psiquiátrico público, sino un programa integral que permita el pasaje desde la asistencia psiquiátrica a la atención de la salud mental. Y esto no es de un día para el otro. Hay que establecer políticas coherentes, con los recursos necesarios, para desarrollar los cambios a lo largo de mucho tiempo. Incluso en Italia la reforma psiquiátrica se sigue ampliando y replanteando, veinte años después de que se establecieron sus bases fundamentales. Colaboró: Sandra Darmún.
ESCRIBE UN PROFESIONAL DEL HOSPITAL BORDA Por Gabriel Espiño * Ante el aluvión de versiones desinstitucionalizadoras en el campo de la salud mental, no estaría mal instituir algunos interrogantes en relación a las campañas llevadas a cabo contra los hospitales neuropsiquiátricos de Buenos Aires, que han demostrado y demuestran ser útiles y eficientes instrumentos en la clínica de las psicosis. Así las cosas, ninguno de los llamados popes del campo psi emite opinión, y aquellos que así lo hacen son los pertenecientes al campo de los sin experiencia en el tema, que sin embargo los ocupa con tanta pasión no exenta de intereses a desentrañar.Las propuestas de abolición institucional, por demás idealistas, no son tan listas a la hora de fundarlas sobre ideas generalizantes, vacuidades repetitivas o directamente en tonterías mayúsculas tales como sostener que estos hospitales (llamados por algunos malintencionados manicomios) son instituciones de secuestro de personas que no cumplen funciones terapéuticas (según Hugo Vezzetti, en Página/12, el 25 de marzo pasado). Afirmaciones que no serían siquiera discutibles dada su lateralidad nesciente, amén de ser proferidas por un historiador que por ende poco sabe de clínica y si sabe lo olvida en el momento de enunciar ideologemas impropios como el mencionado.Son discutibles, aunque sorprende el silencio de aquellos que trabajan en este campo, por la evidencia clínica que puede confrontar el que así lo desee, concurriendo a dichos hospitales e informándose de lo evidente.Nadie en sus cabales podría estar contra la optimización de recursos y tratamientos, pero reconociendo lo bueno y mucho que estas instituciones dan y han dado en beneficio de la salud mental y los concretos pacientes que por allí han pasado, liberándose en este caso del secuestro de la enfermedad mental aguda.¿Alguno puede sostener seriamente que la internación es innecesaria en las psicosis agudas? ¿Alguien puede además no pensarla como requisito indispensable, aunque jamás único, dentro de un plan terapéutico? ¿Alguien puede decir que no hay mejor lugar que los servicios de emergencia y terapia a corto plazo de los hospitales Borda y Moyano, caracterizados por una excelencia en las prestaciones a la altura de cualquier centro internacional de avanzada?Evidentemente alguien puede, y éstos son aquellos que no tienen la más mínima experiencia clínica con psicóticos, salvo que se incluya en ésta el saber de la historia de los hospitales y sus cronologías o, en otros casos aún más livianos, haber leído las memorias de Schreber o el Seminario 3 de Lacan como único expediente autorizador de la doxa opinativa. Son incluso los mismos que a veces están contra la indispensable psicofarmacología en estos cuadros, pero recomiendan flores de Bach a sus pacientes, porque son naturales.Son también aquellos no demasiado relevantes por sus recorridos teóricos y clínicos que se escudan en agrupaciones de buena voluntad, que no olvidan los beneficios y ventajas del palenque que otorgarían las representaciones institucionales a la hora de administrar, capacitar y certificar los títulos de la práctica profesional con vistas a futuro.El que defiende el hospital público no lo hace para preservar miserablemente un puesto de trabajo, aunque esto también es válido, sino para preservar una postura científica y ética en relación a la salud, en este caso mental. Mejorable siempre, pero jamás apoyada en la cháchara que sabelotodo porque no ha transitado por nada. Otra pregunta, la última: ¿cuál de estos críticos y renovadores institucionales ha pasado por otra institución que el narcisismo y sus espejos? En primer lugar para saber de qué está hablando y, en segundo, para saber con qué finalidad, si de intereses se tratara. Simplemente para que la manera de funcionamiento no fuera la del lecho de Procusto, donde los únicos que no son amputados son la comodidad y el facilismo enunciador.* Psicólogo. Integrante del Departamento de Docencia e Investigación del Hospital Psicoasistencial José T. Borda; ex jefe del Area Psicología del Servicio de Emergencias Nº 1 de la misma institución.
|