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La furia de los tornados deja 47 muertos en EE.UU.

Golpearon Kansas y Oklahoma y dejaron un escenario desolador: 47 muertos, 500 heridos y cientos de desaparecidos.

A su paso, los tornados dejaron casas íntegramente destruidas.
Las piedras de granizo tenían el tamaño de pelotas de tenis.

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t.gif (862 bytes)  "Nuestra casa quedó destruida, el coche se esfumó, todo el barrio desapareció; en dos o tres manzanas ya no quedan casas", contó un habitante de Del City. La reducción a escombros de barrios enteros se repitió en Oklahoma City, Wichita y otras ciudades de Estados Unidos señaladas por el "dedo de Dios", como los lugareños llaman a los tornados más violentos. De esa intensidad fueron los que se produjeron en la noche del lunes y la mañana de ayer en los estados de Kansas y Oklahoma: arrasaron con todo a su paso y dejaron al menos 47 personas muertas, más de 500 heridos y cientos de desaparecidos, aunque las autoridades esperaban ayer un incremento en las cifras de muertos y nuevos tornados.

Los tornados comenzaron el lunes con intensas tormentas en las que las piedras de granizo superaban el tamaño de una pelota de tenis. Se registraron vientos de hasta 509 kilómetros por hora, y los tornados fueron ubicados en la categoría más alta de la escala Fujita, la F5 o "catastrófica", y que se registran en uno de cada cien casos. Cerca de 15.000 edificios dañados, miles de personas sin electricidad, rutas y autopistas destruidas fue el desolador panorama que dejaron los tornados.

En la ciudad de Wichita, en Kansas, fueron halladas 15 personas sin vida. Las ráfagas de viento provocaron destrozos y tiraron autos y casas a las aguas del lago. Pero fue Oklahoma (donde se hallaron 32 muertos) la ciudad más perjudicada: allí se registraron tornados de un kilómetro y medio de ancho y 16 de altura que superaron los 400 kilómetros por hora; son de los de mayor poder destructivo conocidos. Los socorristas tuvieron que apagar incendios provocados por cortocircuitos y escapes de gas, y los hospitales no daban abasto; algunos heridos fueron atendidos en pasillos y cafeterías. El gobernador de la ciudad, Frank Keating, movilizó dos unidades de la Guardia Nacional del estado para mantener el orden, evitar saqueos y ayudar a las víctimas.

 

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