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Bandera blanca de una ambigua paloma yugoslava

Vuk Draskovic, viceprimer ministro destituido la semana pasada, volvió a pedir la intervención de la ONU contra la OTAN. Podría ser un primer gesto del poder yugoslavo para detener los bombardeos.

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Tropas norteamericanas aerotransportadas en Tirana, Albania.
Ayer volvió a surgir la idea de la ONU para detener la guerra.

El País de Madrid
Por Juan Carlos Gumucio desde Belgrado

t.gif (862 bytes) La Yugoslavia de Slobodan Milosevic izó ayer tímida e indirectamente la bandera blanca y pidió un encaje legal para aceptar las demandas de la OTAN sin ganadores ni perdedores. Las intenciones de Belgrado de llevar el conflicto al Consejo de Seguridad de la ONU y, en el proceso, salir lo más airosamente posible, quedaron claramente patentes cuando Vuk Draskovic, el ex viceprimer ministro yugoslavo y líder del Partido de Renovación Serbia (SPO), teóricamente en desgracia, sacó a flotación la idea popularmente compartida de que ha llegado la hora de negociar urgentemente para que cesen los bombardeos.
Draskovic, a pesar de su despido del gobierno, es visto como el único canal público que le queda a Milosevic. Cuando Draskovic habla, habla en nombre de Milosevic. Milosevic rara vez da entrevistas. Un editor del diario Politika recordaba ayer que sólo una vez, en los 11 años que el presidente lleva en el poder, accedió a manifestar su pensamiento a reporteros de política del otrora principal órgano de la Yugoslavia desde 1904. El llamamiento de Draskovic fue enfático al momento de poner fin a la ley de la jungla. “Hay que imponer la ley de las Naciones Unidas antes que imponer la ley de la fuerza de la OTAN”, dijo. En un país en el cual se ha perdido toda fe en el poder de la ONU y en el cual se cuenta y constata sólo el poder militar de la OTAN, sus palabras sonaron a una arenga: hay que llamar a las Naciones Unidas a que le pongan un encaje legal a cualquier arreglo. Siempre y cuando éste contemple y respete la autoridad serbia sobre Kosovo. Kosovo, dijo Draskovic, es parte indivisible de su país y cualquier idea de demostrar lo contrario va camino del desastre total. Draskovic hablaba en un trasfondo fellinesco: sonaron las sirenas de alarma y se confundieron con el acordeón de un viejo que se gana la vida tocando ritmos de antaño, valses que resonaban en Knez Mihajlova, la calle peatonal de Belgrado.
Básicamente, en Yugoslavia de lo que se habla no es de política. Hay cuestiones más importantes como la falta de electricidad. Nadie en las calles de la capital quería hablar de política, la OTAN, o los designios de Occidente. Hombres y mujeres formaban largas columnas de gente que quiere fumar: los Balcanes son la zona de mayor consumo de tabaco del mundo. Pero conseguir un cigarrillo en Belgrado es tan difícil como obtener una entrevista exclusiva con Milosevic.
Los órganos oficiales distribuían ayer el inventario de los estragos causados por los pilotos de la OTAN. La estación de radio y televisión de Novi Sad ardió tras un repetido ataque de la OTAN. En Valjevo, un apacible pueblo central de Serbia, sus habitantes contemplaban los restos de su derruida zona industrial. Como en tantas campañas militares, la eliminación de la corriente eléctrica en Yugoslavia era esperada. Igualmente, la operación contra la población civil tuvo un efecto boomerang. Había justificada rabia contra los norteamericanos entre la gente de Belgrado.

 


 

UN CONGRESO MUY DIVIDIDO POSTERGO UN VOTO CLAVE
Todos los (pocos) soldados de Bill

The Guardian de Gran Bretaña
Por Martin Kettle Desde Washington

t.gif (862 bytes) El Senado de Estados Unidos decidió ayer no votar una resolución que le habría dado al presidente Clinton amplia autoridad para intensificar la campaña militar contra Yugoslavia, incluyendo el uso de fuerzas terrestres. Como una señal más de que la opinión norteamericana sigue estando profundamente dividida sobre la política de la administración Clinton en Kosovo, el Senado votó 78 contra 22 a favor de dejar de lado una moción que autorizaba a Clinton a usar “toda la fuerza necesaria” para derrotar a Yugoslavia, al final de su primer debate sobre la guerra.
De no haber sido dejada de lado, la moción hubiera sido derrotada, por lo cual los líderes de ambos partidos decidieron postergarla para minimizar el papelón para la Casa Blanca. La decisión impone restricciones serias, aunque informales, al modo en que la administración Clinton puede continuar el conflicto. La decisión se tomó después de una votación, la semana pasada, en que la Cámara de Representantes se opuso a cualquier desplazamiento de tropas terrestres de Estados Unidos sin la previa autorización del Congreso y terminó empatada sobre si se da o no a Clinton apoyo para continuar la campaña de bombardeos. Los votos de la Cámara asombraron hasta a los más endurecidos observadores de la escena de Washington, pero puso de manifiesto hasta qué punto los republicanos, que tienen mayoría en las dos cámaras, se siguen oponiendo duramente a cualquier política que siga un presidente al que muchos de ellos trataron de derrocar en un proceso de juicio político, hace menos de tres meses.
El martes, en el debate del Senado, el republicano John McCain de Arizona –un veterano de la guerra de Vietnam que aspira a la candidatura a la presidencia– acusó a Clinton de “estar preparado para perder una guerra” antes que hacer uso del liderazgo político y militar que se requiere para ganarla. Pero McCain también estaba criticando a los republicanos: instó a los senadores que pensaban que la guerra no “valía el costo en sangre y el presupuesto necesario para ganarla” que se pusieran de pie y fueran contados.

 

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