El País de Madrid
Por Juan Carlos Gumucio desde Belgrado
La Yugoslavia de Slobodan
Milosevic izó ayer tímida e indirectamente la bandera blanca y pidió un encaje legal
para aceptar las demandas de la OTAN sin ganadores ni perdedores. Las intenciones de
Belgrado de llevar el conflicto al Consejo de Seguridad de la ONU y, en el proceso, salir
lo más airosamente posible, quedaron claramente patentes cuando Vuk Draskovic, el ex
viceprimer ministro yugoslavo y líder del Partido de Renovación Serbia (SPO),
teóricamente en desgracia, sacó a flotación la idea popularmente compartida de que ha
llegado la hora de negociar urgentemente para que cesen los bombardeos.
Draskovic, a pesar de su despido del gobierno, es visto como el único canal público que
le queda a Milosevic. Cuando Draskovic habla, habla en nombre de Milosevic. Milosevic rara
vez da entrevistas. Un editor del diario Politika recordaba ayer que sólo una vez, en los
11 años que el presidente lleva en el poder, accedió a manifestar su pensamiento a
reporteros de política del otrora principal órgano de la Yugoslavia desde 1904. El
llamamiento de Draskovic fue enfático al momento de poner fin a la ley de la jungla.
Hay que imponer la ley de las Naciones Unidas antes que imponer la ley de la fuerza
de la OTAN, dijo. En un país en el cual se ha perdido toda fe en el poder de la ONU
y en el cual se cuenta y constata sólo el poder militar de la OTAN, sus palabras sonaron
a una arenga: hay que llamar a las Naciones Unidas a que le pongan un encaje legal a
cualquier arreglo. Siempre y cuando éste contemple y respete la autoridad serbia sobre
Kosovo. Kosovo, dijo Draskovic, es parte indivisible de su país y cualquier idea de
demostrar lo contrario va camino del desastre total. Draskovic hablaba en un trasfondo
fellinesco: sonaron las sirenas de alarma y se confundieron con el acordeón de un viejo
que se gana la vida tocando ritmos de antaño, valses que resonaban en Knez Mihajlova, la
calle peatonal de Belgrado.
Básicamente, en Yugoslavia de lo que se habla no es de política. Hay cuestiones más
importantes como la falta de electricidad. Nadie en las calles de la capital quería
hablar de política, la OTAN, o los designios de Occidente. Hombres y mujeres formaban
largas columnas de gente que quiere fumar: los Balcanes son la zona de mayor consumo de
tabaco del mundo. Pero conseguir un cigarrillo en Belgrado es tan difícil como obtener
una entrevista exclusiva con Milosevic.
Los órganos oficiales distribuían ayer el inventario de los estragos causados por los
pilotos de la OTAN. La estación de radio y televisión de Novi Sad ardió tras un
repetido ataque de la OTAN. En Valjevo, un apacible pueblo central de Serbia, sus
habitantes contemplaban los restos de su derruida zona industrial. Como en tantas
campañas militares, la eliminación de la corriente eléctrica en Yugoslavia era
esperada. Igualmente, la operación contra la población civil tuvo un efecto boomerang.
Había justificada rabia contra los norteamericanos entre la gente de Belgrado.
UN CONGRESO MUY DIVIDIDO POSTERGO UN VOTO
CLAVE
Todos los (pocos) soldados de Bill
The Guardian de Gran Bretaña
Por Martin Kettle Desde Washington
El Senado de Estados
Unidos decidió ayer no votar una resolución que le habría dado al presidente Clinton
amplia autoridad para intensificar la campaña militar contra Yugoslavia, incluyendo el
uso de fuerzas terrestres. Como una señal más de que la opinión norteamericana sigue
estando profundamente dividida sobre la política de la administración Clinton en Kosovo,
el Senado votó 78 contra 22 a favor de dejar de lado una moción que autorizaba a Clinton
a usar toda la fuerza necesaria para derrotar a Yugoslavia, al final de su
primer debate sobre la guerra.
De no haber sido dejada de lado, la moción hubiera sido derrotada, por lo cual los
líderes de ambos partidos decidieron postergarla para minimizar el papelón para la Casa
Blanca. La decisión impone restricciones serias, aunque informales, al modo en que la
administración Clinton puede continuar el conflicto. La decisión se tomó después de
una votación, la semana pasada, en que la Cámara de Representantes se opuso a cualquier
desplazamiento de tropas terrestres de Estados Unidos sin la previa autorización del
Congreso y terminó empatada sobre si se da o no a Clinton apoyo para continuar la
campaña de bombardeos. Los votos de la Cámara asombraron hasta a los más endurecidos
observadores de la escena de Washington, pero puso de manifiesto hasta qué punto los
republicanos, que tienen mayoría en las dos cámaras, se siguen oponiendo duramente a
cualquier política que siga un presidente al que muchos de ellos trataron de derrocar en
un proceso de juicio político, hace menos de tres meses.
El martes, en el debate del Senado, el republicano John McCain de Arizona un
veterano de la guerra de Vietnam que aspira a la candidatura a la presidencia acusó
a Clinton de estar preparado para perder una guerra antes que hacer uso del
liderazgo político y militar que se requiere para ganarla. Pero McCain también estaba
criticando a los republicanos: instó a los senadores que pensaban que la guerra no
valía el costo en sangre y el presupuesto necesario para ganarla que se
pusieran de pie y fueran contados.
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