OPINION
El desprecio por la Historia
Por John Gray * |
Dentro
de toda la confusión que rodea a la guerra de los Balcanes, existe una certeza. No hay
ninguna perspectiva de que el régimen de Milosevic logre retener el territorio que ahora
controla, a través de deportaciones masivas y asesinatos. Un resultado de este tipo
llevaría a Europa de vuelta a la oscuridad de la década de 1930. Este es el motivo por
el cual los gobiernos europeos, incluyendo países neutrales como Suecia, prestan un apoyo
unánime a la acción de la OTAN.
Son las secuelas de la guerra las que no han sido preparadas. Hay pocos indicios de que
los votantes, o en este caso los gobiernos, entiendan las consecuencias a largo plazo de
que Occidente asuma la responsabilidad por la estabilidad de los Balcanes. Aún está por
verse si eso significa el final de las ganancias de la paz y el comienzo del rearme en
Europa.
La guerra de Kosovo pasará a la historia como el cierre de una década de engañosa
ilusión. Desde la caída del Muro de Berlín hasta la primera fase de la guerra aérea
contra Milosevic, la opinión pública y muchas políticas de los gobiernos occidentales
fueron moldeadas por expectativas increíblemente irreales. La apocalíptica creencia de
que la caída del comunismo significaba el final de la historia no quedó confinada a los
exabruptos de los pensadores de derecha. Sutilmente, penetró en el pensamiento y en la
planificación de la mayoría de los países occidentales durante la posguerra fría.
Diez años atrás, habría parecido impensable que Occidente enfrentase masacres étnicas
extendidas y movimientos masivos de población. Y sin embargo, la idea de que Europa
había agotado su capacidad de salvajismo con la desintegración del Imperio Soviético no
era más que una fantasía perezosa, que floreció porque los terribles antecedentes
europeos del siglo XX se habían evaporado de la memoria política.
Una de las razones por las cuales Occidente estaba tan poco preparado para el tipo de
conflictos que llevaron a la guerra en Kosovo fue la amplia aceptación política de las
ideas neoliberales. Se asumió, no sólo por la Nueva Derecha sino también por los
partidos de centro, que la expansión global del capitalismo traería paz, prosperidad y
democracia. Desde una perspectiva histórica más amplia, la suposición opuesta habría
sido más razonable. Generalmente, cuando los grandes imperios caen no viene una época de
paz y abundancia. Es más común un período en el que conflictos étnicos y religiosos de
larga data, antiguos y nuevos reclamos territoriales y regímenes tiránicos, se combinan
para fomentar la guerra. Los profundos cambios de defensa que la mayoría de los gobiernos
occidentales implementó en respuesta al colapso soviético los dejó indefensos para las
crisis que han estallado.
El pensamiento neoliberal promovió un desprecio por la historia, que ahora volvió para
atormentarnos. La confianza desmedida en el poder aéreo, con el cual comenzó la guerra
en Kosovo, ignoró los antecedentes históricos. Ninguna experiencia en el siglo XX
justifica la creencia de que con un solo golpe es posible sacar del poder a una dictadura
o prevenir una masacre étnica.
El único objetivo realista de la política occidental en Kosovo es el establecimiento de
un protectorado internacionalmente garantizado. Un proyecto de esta magnitud tendrá
éxito sólo si cuenta con el respaldo de la comunidad internacional, y eso incluye Rusia.
Imponer unilateralmente un protectorado en Kosovo sólo aumentaría el resentimiento de
Rusia y aumentaría las posibilidades de un sucesor de Yeltsin de estilo antioccidental.
Dada la actual condición de Rusia, sería una hipérbole hablar de una nueva guerra
fría. Además, es difícil pensar cómo un protectorado kosovar establecido en un clima
de desconfianza y hostilidad internacional podría alguna vez generar estabilidad en la
región. El claro reconocimiento de parte de la OTAN y la diplomacia estadounidense de la
importancia de mantener a Rusia de su lado sugiere que han entendido muybien este punto. A
medida que la guerra se intensifica, las iniciativas diplomáticas deberían involucrar a
Rusia cada vez más.
Inclusive con apoyo ruso, Occidente no puede suscribir la seguridad en los Balcanes sin un
reajuste fundamental del gasto en defensa. Los gobiernos europeos socialdemócratas pronto
se enfrentarán con una inevitable consecuencia de ese compromiso. Los gastos en defensa
deberán aumentar a lo largo de todo el continente. Este es un panorama para el cual los
votantes aún no han sido preparados.
* Profesor de Pensamiento Europeo en la London School of Economics. |
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