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Por Enrique Arrosagaray Jorge Timossi es flaco y tiene voz de locutor. Es argentino, y funcionario cubano en el área de Cultura. Trabajó un cuarto de siglo como periodista de la agencia Prensa Latina y, como corresponsal, estuvo en todas las crisis latinoamericanas. Pero también despachó cables desde la India, Irán, Sri Lanka y París. Ha publicado varios libros. Entre ellos, es coautor de Juan Pablo II en Cuba, el libro oficial del gobierno cubano luego de la visita del Papa. Pero nada de esto le importaría mucho al mundo si no se agregara un detalla clave de la historia de su vida: en su personalidad y en su rostro se inspiró Quino al idear Felipe, el querible amigo tímido de Mafalda, cuyo flequillo y dientes prominentes llaman la atención hace más de treinta años a lectores de todo el mundo. Nacido en 1936, Timossi es oriundo de la barriada de Palermo. La repentina y prematura muerte de un padre no había llegado a los 40 años- endeudado e intoxicado por el abuso del cigarrillo, obligó a su madre a mudarse a una pensión sobre la avenida Córdoba casi Callao. Con esfuerzo, Timossi llegó a ser técnico químico y trabajó en un laboratorio estatal en el Puerto de Buenos Aires. Allí analizaba metales ferrosos y no ferrosos, pero le aburría hasta el hartazgo. Entonces escribía poesía a lo loco y cocinaba spaguettis en los vasos de precipitado, cuenta. En esa misma época, según relata a Página/12, conoció a Quino. Eramos un grupo de amigos que nos reuníamos periódicamente para pasarla bien, para divertirnos. Yo me vinculé a través de Paco Urondo, y ahí estaban Zulema Katz, Pirí Lugones, Carlos del Peral, Rodolfo Walsh, Clarita Fernández Moreno, Poupée Blanchard, Miguel Brascó. Nos reuníamos en casa de Pirí, por la avenida Rivadavia, o en lo de Poupée, en Montevideo y Charcas. A medida que los recuerdos afloran, Timossi va perdiendo la entonación cubana, como metiéndose en su historia porteña. Jugábamos al Cadáver Exquisito, o a representar personajes en silencio y los demás debían adivinar quién era. Yo una vez hice de Josefina Bonaparte, que templaba y templaba ... Timossi larga una carcajada impropia de un funcionario clásico, sin decir que templar en la habitualidad cubana quiere decir coger. También estaba Juan Fresán, a veces venía David Viñas y, claro, estaba Quino. Por aquella época era aún nada más que Joaquín Salvador Lavado. ¿Cómo recuerda el personaje a su autor? Quino era un tipo muy tímido, igual que yo. Un mendocino muy flaco y de espejuelos redonditos. En esas reuniones casi no hablaba. Sólo abría la boca una vez cada media hora pero pera hacer un chiste desopilante ... Lo que no llegábamos a darnos cuenta era que, además de hacer esos chistes, Quino también nos observaba. Sin embargo, no recuerda haberlo visto dibujar jamás en aquellos encuentros. Las primeras tiras de Mafalda comenzaron a salir en setiembre de 1964 en la revista Primera Plana. Poco después, en enero de 1965, apareció como personaje un chico de pelos duros y rubios, que le ponen alero a su frente, y unas paletas dentales interminables. Felipe, soñador, enemigo a muerte de las tareas escolares, admirador del Llanero Solitario y eterno enamorado de sus maestras, se convirtió en uno de los personajes más importantes de la legendaria tira. Timossi no se dio cuenta rápido de que él era Felipe, ni Quino le avisó. Eso ocurrió cuando se desempeñaba como corresponsal de la agencia cubana Prensa Latina en Argelia, un lustro después de aparecida la historieta en la Argentina. Corría 1968 o 1969, y todavía no sabe cómo le llegó a aquella tierra africana un ejemplar de Mafalda. En cuanto lo vi, me dije acá hay algo familiar. En 1970 Salvador Allende, presidente de Chile, pidió a las autoridades cubanas que enviaran a Timossi como corresponsal de la agencia. Desde Santiago, el periodista le dirigió a Quino una tarjeta de esas comunes, de presentación, con una sola palabra: ¡confiesa!. A los dos meses, a vuelta de correo, llegó a su oficina aquel famoso poster de Felipe diciendo: ¿Justo a mí me tocó ser yo?, con la firma de su autor. ¿Qué recogió Quino de aquel muchacho para su personaje? Efectivamente el pelo, los dientes, la delgadez, pero también algunas cosas psicológicas balancea Timossi. Evidentemente yo era muy tímido, como Felipe. Me enamoraba de todas las mujeres habidas y por haber, me gustaba jugar a los cowboys ... Alguna vez dijo que me veía muy, muy flaco, muy pálido, todo vestido de negro y con una flor roja en la mano. Y contó que se había enamorado físicamente de mí, cosa que le reproché, ironiza. A pesar de autorreconocerse y de sentirse orgulloso, Timossi quiere sumar un elemento: Creo que Quino también es un poco su Felipe, porque Quino tiene esa cosa soñadora y tierna. Porque Quino, que se sepa, es de una ternura increíble. ¡Y generoso! Hoy el Felipe de Quino vive en La Habana, es vicepresidente del Instituto Cubano del Libro y en ese ámbito dirige lo que es la política internacional del libro local y la realización de una feria internacional. La próxima será en febrero del 2000. Llegó a la isla porque a mediados del 59 y con el último salario porque decidió renunciar a la química se compró una mochila y las obras completas de Shakespeare y se fue con un amigo a recorrer América latina. No sabía aún que terminaría en Cuba, gracias a una recomendación de Rodolfo Walsh. No sabía que pasaría a la historia, aunque de modo anónimo, como un indestructible personaje de papel, con el que sin embargo miles de niños o adolescentes alguna vez se identificaron. Incluso, se identificarán.
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