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ENTREVISTA A LA COREOGRAFA MARGARITA BALI
“Esto no es fútbol”

Con el dinero que ganó en la beca Guggenheim prepara un novedoso espectáculo en el que se permitirá experimentar cruzando la lógica de la danza con música, video y plástica, entre otros elementos.

Músculos: “El público mira a la danza desde una apreciación cuantitativa: cuán alto el salto, cuántas piruetas, como si fueran goles de Maradona”.

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“Arena”, una de las partes de la trilogía de videodanza “El hundimiento del Catay”, de Margarita Bali.
La coreógrafa dirige el grupo Nucleodanza, decano de los independientes, desde hace 25 años.


Por Silvina Szperling

t.gif (862 bytes) El estudio de la coreógrafa Margarita Bali está lleno de copas de cristal, vasos, tubos y planchas de acrílico. Cinco bailarines sacan sonidos de los objetos y las relaciones que se establecen entre ellos van de un clima de gravedad a uno de jolgorio, modificando la forma y velocidad en que sus cuerpos se mueven. Ella da indicaciones, pone música de autores contemporáneos argentinos, se mete en la mesa a “brindar” con ellos. Es la cocina de una nueva obra, que gracias a la obtención de la beca Guggenheim (por primera vez en manos de una coreógrafa argentina) le permitirá el lujo de experimentar sin limitaciones. “Voy a trabajar con elementos como arena, piedras, agua”, explica a Página/12. “Hay una historia subyacente, pero la idea es que los propios elementos vayan marcando el trabajo”, detalla.
Exploradora por excelencia, Bali se caracteriza por una amplitud que la recorta del común de los coreógrafos: bióloga recibida en la Universidad de Berkeley, California, también cursó artes plásticas por aquellos años en los que inició sus estudios de danza. De vuelta al país en los ‘70, integró la primera compañía del Teatro San Martín, para enseguida sumergirse con Susana Tambutti y Ana Deutsch en la creación independiente. Con el grupo Nucleodanza, que codirige con Tambutti desde hace más de 25 años, fundó un sitio que les permite experimentar a fondo. Luego de más de 10 años de girar por Europa, EE.UU., Latinoamérica y Asia, la compañía es la decana de las independientes en el país.
“A pesar de la trayectoria de un grupo como Nucleodanza, una tiene que empezar de nuevo cada vez. La única forma de lograr algo es hacer causa común con tus pares”, declara Bali desde su rol de presidenta de Co.Co.A. (Coreógrafos Contemporáneos Asociados). “No hay prácticamente ningún sustento continuo a la actividad, y por eso estamos luchando por una ley de la danza en Buenos Aires, luego de los resultados positivos de la ley nacional. Otros países latinoamericanos tienen subvenciones para los grupos independientes: la ciudad de México sostiene 27 grupos, Río de Janeiro 7, lo mismo pasa en Ecuador o Chile. Mientras en otros países discuten cómo distribuir mejor los fondos en los presupuestos dedicados al arte, dado que hay una tendencia a la interacción de distintas formas artísticas, aquí estamos en la discusión más primitiva: si la danza merece ser incluida en una ley de artes escénicas.”
En la nueva versión de su obra Ave de ciudad, que se presenta en el Callejón de los Deseos los sábados de mayo, se nota esa preocupación por lo social. Las imágenes en video abrevan en símbolos patrios: el águila guerrera de la canción “Aurora”, la cúpula del Congreso nacional. Los personajes son dos hombres-pájaro que intentan insertarse en la urbe y sucumben ante la falta de sustento del entorno para su vuelo. En lugar de alas les crecen muletas: una reelaboración del mito de Icaro. Una alusión directa a la situación social, no exenta de poesía y humor. La nueva obra, a su vez, parte de la reciente trilogía de Bali en videodanza: El hundimiento del Catay, conformada por “Agua”, “Arena” (que ganaron ocho premios en el país y el extranjero) y el video aún en proceso “Roca”.
–¿Qué aspectos de “El hundimiento ...”, que tiene muchos elementos teatrales y ha sido leído como un video de ficción por gente de cine, reaparecerán en la obra actualmente en proceso?
–Sé que esos náufragos, esos fantasmas, harán su aparición. Para mí un náufrago puede ser una persona perdida, desesperada, hundida o asfixiada y prefiero trabajar con cada una de esas imágenes por separado. Hay una historia atrás, pero yo quiero dejarla abierta, lo cual enriquece mucho más que si siguiera un guión prefijado.
–¿El tipo de beca ayuda a que pueda tener esta libertad creativa?
–La beca es de investigación y esa característica, además de los intérpretes que no me exigen que les dé todo resuelto, me permite tener el tiempo suficiente para llevar la exploración adonde haga falta. Propuse un trabajo que desembocaría en un espectáculo de ciertas características: el uso de videos, la importancia de lo escénico y lo plástico, la producción sonora de los intérpretes, la composición de música original.
–A partir del compromiso que implica su trabajo con Co.Co.A. ¿Cómo ve la valoración de la danza por parte de la sociedad en general?
–El público masivo mira la danza desde una mirada atlética, una apreciación cuantitativa: cuán alto el salto, cuántas piruetas, como si fuera fútbol, o fueran goles de Maradona. Creo que esto también está en relación con la cultura light: un cuerpo bello y esbelto que debe cuidarse por lo que muestra, pero no por lo que dice. Esto no es un desfile de modelos. Lo que hace interesante a un trabajo es la diversidad de las personas, no la imposición de un modelo donde los cuerpos son medidos por una tabla numérica.

 

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